Por Antonella Álvarez Dazzi
Milena Cinosi recorre la sala principal de su escuela de teatro en dirección a una mesa redonda junto con dos sillas de madera donde se realizará la charla. Mientras sostiene su taza con café y se acomoda en su asiento, afirma de manera apasionada que el arte la interpela desde chica. Nacida en el barrio de Coghlan, a sus 32 años recuerda que a muy temprana edad le interesó todo aquello que se conecte con la imaginación, como actuar, escribir, cantar y dibujar. “La música fue una forma de encontrar mi valor como persona porque podía crear con mi voz, y la literatura fue un regalo que me dio mi madre y se convirtió en mi refugio”, afirma.
Tiene un magister en Gestión Cultural, es profesora de inglés y se dedica a la comedia musical desde joven. Actuar le genera una felicidad muy grande. Junto a su socia, María Carrasquera, dirige Fundación Your Shot, una escuela de teatro inclusivo en la que crean oportunidades para artistas de diversas identidades y orígenes, y promueven la representación y participación de comunidades marginadas en el circuito artístico profesional. “La cultura nos conecta con quiénes somos y nuestra comunidad nos ayuda a empatizar y enlazarnos como seres humanos para entender que todos somos iguales”, afirma quien en su fundación es una artista delante y detrás del telón: no sólo se desempeña como profesora de talleres y actriz; también lo hace como directora, productora y diseñadora de los espectáculos, además de encargarse del área administrativa.
-Desde la Fundación hacen teatro musical con enfoque inclusivo, particularmente con los tipos de cuerpos, la edad y en cuanto a lo sexo genérico. ¿Por qué abordan específicamente esas facetas?
-Hacemos hincapié en esos tres puntos porque creemos que son los más contenciosos para el público. Pensar, por ejemplo, “soy muy gorde para bailar”, “estoy muy vieje para hacer teatro musical”, “quizás no respeten mis pronombres” o “no me consideren para interpretar el personaje que quiero porque no es del género que me asignaron al nacer”. Todas las personas son bienvenidas, pero también el teatro musical es tirano en sus tiempos y exigencias. Me encantaría que más personas pudieran ver la felicidad de alguien al que siempre le negaron oportunidades por ser quien es cuando recibe reconocimiento. De cualquier forma, si una persona con dificultades motrices quisiera unirse podría hacerlo sin problema, porque nos adaptamos a las necesidades de nuestros actores y actrices.
-Como cuando hicieron Casi normales, que era una familia con mamá, papá, hija e hijo. Como había dos mujeres que querían el papel de los padres pero ninguna quería el de hombre, la obra terminó siendo sobre una familia de dos mamás, hija e hijo…
-Exactamente. Dependiendo del material puede darse la opción de interpretar a un personaje de cualquier género o no. Entonces, se adapta la historia y se trabajan los personajes desde otra perspectiva, pero el producto final sigue siendo el mismo musical.
-En una publicación de tu Instagram en abril de este año escribiste: “¿Podemos dejar de pensar que un papel es para tal o cual persona por su físico, color de piel, género o lo que sea? No es tan complejo concebir realidades por fuera de la heteronorma”. ¿Podrías ampliar esta valoración?
-Yo siempre luché con mi imagen corporal, y creo que la corporalidad es un punto contencioso para ser elegido muchas veces. El teatro, como cualquier hecho cultural que involucre al cuerpo, a veces es cruel, al igual que la forma en que otros ojos nos ven. El sesgo dados por los parámetros de lo que nuestra cultura considera bello o feo hace que llevemos esos prejuicios hacia las personas que hacen esta disciplina. Yo no he sido elegida muchas veces por ser alta o grandota, y mi socia, que fue bailarina profesional, tuvo la misma experiencia. Tu cuerpo limita las oportunidades que se te abren, y eso también implica la expresión de tu género. Los espacios de formación son también discriminatorios, especialmente en el mundo de la danza, que está íntimamente relacionado con el teatro musical.
-¿Qué hacés, desde la institución y de tu parte, para que la inclusión en las artes siga creciendo? ¿Qué mensaje creés que le llega a los demás al ver tus obras?
-Creo que tener un lugar donde garantizar las oportunidades es una de las primeras cosas que podemos hacer como institución cultural. Existe un preconcepto de que los que llegan son los más talentosos, pero eso no es siempre cierto. De hecho, hay muchos factores internos que se ponen en juego, pero a la hora de elegir gente de afuera, a veces caemos en el prejuicio inconsciente de que alguien es menos talentoso porque tiene cierto cuerpo o cierta expresión de género. La realidad es que han tenido menos oportunidades y, para ser elegidos, hay que ser el triple de bueno de lo que una persona hegemónica es, lo que no me parece equitativo ni justo. Por eso la inclusión en el teatro es el norte por el que tenemos que trabajar. Por su parte, el mensaje depende mucho de la obra y del elenco que la interprete, pero espero que las personas puedan ver el talento y el potencial que existe en la diversidad y puedan abrir su visión para disfrutar de un espectáculo en donde dejamos de lado los prejuicios.
-La cultura es importante para sostener una comunidad. Ya sea popular o clásica, todo tiene un lugar, pero hay que perseverar…
-Está claro que llevar personas a las butacas es lo único que puede sostener el quehacer teatral, pero para llegar al público general tenemos que autoproducirnos desde un lugar de marginalidad e ir construyendo nuestra representación. Hace poco tuve la hermosa oportunidad de estudiar en Nueva York y los profesores, profesionales de la industria del teatro musical, utilizaban lenguaje inclusivo y se referían a la división de voces, no a mujeres y hombres. Me inspiró muchísimo, significa que vamos por el buen camino. Me sentí avalada por gente que admiro y me dio fuerzas para seguir apostando a formar y darle lugar a nuevos talentos diversos.