Por Juan Mango
Julio Chávez se destaca por su curiosidad y su deseo de conocimiento como motores en la búsqueda de objetivos desde muy chico. Él mismo reconoce que las emociones a menudo escapan al propio control, pero valora su introspección como una parte esencial de su condición humana y su faceta artística. Es reconocido como un gran profesor de actuación, donde la teoría y la práctica dialogan constantemente.
Chávez comparte su visión sobre la verdad y la ficción en el arte y argumenta que la verdad es una construcción subjetiva en constante evolución, influenciada por las perspectivas individuales. Discute el papel del ego en su profesión y cómo los actores juegan a liberarse de identidades rígidas. Se trata de una persona perfeccionista, pero también de alguien que se arraiga a la vulnerabilidad y al miedo en su oficio para equilibrarlo. Hasta hace poco interpretó el papel de La Charlotte en la obra de teatro con la que recorrió el país, “Yo soy mi propia mujer“. En 2022 se estrenó “Cuando la miro”, un largometraje sobre la vida de un artista plástico en el que se encargó de la producción artística, de la dirección y del guión, y en el además fue protagonista.
―¿Te considerás una persona introspectiva que puede elegir cómo sentirse?
―Cómo elijo sentirme no, porque sería algo como tener voluntad. Voluntades que a veces no pasan por uno. Introspectivo sí, inevitablemente… por mi condición de humano y de artista. Doble territorio, digamos. Inevitablemente y voluntariamente. Es un diálogo constante.
―¿Aplicás ese ejercicio en la actuación? Ya sea al actuar o dando clases.
―Hay elementos que se prevén y se preparan, y después aparece la dinámica donde no hay nada exacto, la famosa práctica.
―Contame un poco de eso.
―Esto quiere decir nuevas preguntas, nuevas cuestiones y obstáculos o aclaraciones o diferencias acerca de lo que habías pensado en relación a lo que vas en tu clase. Vos tenés una organización como docente y después está el momento a momento que te confronta cosas que no tiene ningún sentido prepararlas de antemano, tenés que adaptarte.
―¿La práctica pone a la teoría en jaque?
―Sí, la expande y la confronta con otras cuestiones. Después hay prácticas que tienen que responder a teorías. Es un diálogo constante entre una y otra.
―Imagino que como profesor sos bastante observador.
―No lo entiendo de otra manera. Puedo acompañar pero hay un límite muy grande, digamos, en eso que se llama enseñar. No soy responsable de cómo la otra persona lo aprende.
―¿Es una cuestión de subjetividades?
―Toda la ingesta de la información del ejercicio, del problema, de la dificultad le compete al que va a hacer el trabajo de asimilación de todo esto. Acompañaré para asistir a ese proceso y seguir señalando como profesor en ese proceso.
―¿Qué rol cumple la verdad en tu vida? ¿Sos un ciudadano del problema del arte?
―Si hablamos de los seres humanos, tenemos que hablar de la palabra construcción. La verdad casi que pertenece al mundo de lo exacto o de lo religioso, como si se tratara de la fe. En el arte hay verdades que pueden ser compartidas y pueden ser discutidas dentro del mismo arte. Esas cuestiones se van discutiendo por la realidad. Hay verdades que se discuten entre ellas mismas, todavía creyendo que unas merecen más en nombre de verdad que otras. Sin comprender que en definitiva son todas construcciones que están respondiendo seguramente a algo.
―Dijiste “imaginario” y me acordé de que mi padre que, cuando hablaba de tus clases, solía mencionar que veías una cocina interior en el alumno. ¿Tiene que ver con esta construcción?
―La construcción es interna, tenemos por suerte las posibilidades de verlo por su ventanal como cocinero. Aunque la considero muy personal de cada persona actuante. A través de esa persona está el lenguaje humano y la comprendemos como tales.
―¿Qué rol juega el ego en todo ese mundo?
―El ego no le pertenece al actor, su juego es abandonarlo, no requiere más ego. Los actores jugamos a abandonar el ego. El problema del ego lo tienen las personas que construyen una identidad en base al ego, y muchas veces esa identidad es una esclavitud. Muchos seres humanos no pueden salir de lo que creen ser y se estancan en su realidad.
―¿Qué nivel de perfeccionismo tiene Julio Chávez? ¿Sos una persona consciente a la hora de exigirle a los demás?
―La vulnerabilidad, el desconocimiento y el miedo forman parte del oficio. Justamente, el oficio es tener algo y tener a todos esos integrantes en la mesa. Tengo un soldado interno que hace los deberes cuando el pueblo interno tiene mucha inseguridad; hay que saber gobernarse a uno mismo.
―Imagino que a lo largo de tu carrera habrás aprendido a lidiar con la mirada de los otros…
―A veces sí y a veces no. Lamentablemente debo decirte que cada vez que alguien se tira un pedo yo huelo a mierda, entonces es difícil lidiar.
―Vos te formaste en institutos, obras de teatro y talleres en plena dictadura militar. ¿Cómo hiciste para abstraerte de esa realidad oscura en plena carrera artística?
―Tenemos la posibilidad de vivir dejando la conciencia que duerma afuera, por más que no lo puedas hacer de una manera absoluta. Aquello que los pueblos ponen afuera para poder ser feliz, es una frase de Shakespeare.
―Interpretaste a La Charlotte, una travesti que sobrevivió a los regímenes nazis y comunistas de la Alemania del siglo XX. Y cuando eras chico, en tu casa se hablaba alemán. ¿Influyó ese Julio niño a la hora de pensar la interpretación del personaje?
―Sin ninguna duda, fue una manera de que las vivencias tengan un espacio para hacer sus apariciones. Por ejemplo, el modelo de lo que era una señora alemana es algo que yo he experimentado. La Charlotte es todo, es una mezcla que intenta replicar al personaje del libro.
―¿Por qué ya no la interpretás más?
―Porque interpretarla es como si se tratara de una partitura, sé que puedo volver a tener la grata posibilidad de hacerlo dentro de un tiempo indeterminado, así como un pianista se vuelve a reencontrar con una canción.
―¿En qué momento de tu vida como artista plástico estás?
―La película “Cuando la miro” es una ópera prima mía y trata sobre un artista plástico. Todo lo que tiene que ver con la imagen de la película, es una producción mía.
―¿Sos de escaparte de lo cotidiano?
―Para mí lo cotidiano es parte del trabajo. Sin lugar a dudas ahí he decidido hacer mi ejercicio de vida y debo decirte que hoy por hoy lo voy cumpliendo desde que tengo 18 años.
―¿Necesitás que ese trabajador interno esté activo siempre?
―A veces es una adicción, me he acostumbrado a exigir a mi ser y soy responsable de darle de comer.
―¿Hay un goce en la dificultad a la hora de lograr tus objetivos?
―En cuanto la cosa pasa por mí se vuelve difícil. Si sos un ser humano que tiene curiosidad por saber, nada va a salir fácil.
―¿En qué proyectos estás trabajando?
―Hace bastante que estoy escribiendo con la dramaturga Camila Mansilla una obra de teatro, que podría estar saliendo en marzo de 2024, llamada “Lo Sagrado”, trata sobre la ética y cuestiona si está bien que el arte justifique cualquier acción.