Por Mora Zaballa y Lautaro Waisgold
A partir de la gestión de Jorge Coscia en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), en 2002 empezó a formarse el sistema de Espacios INCAA, que desde entonces incluye múltiples formas de contratación de salas de cine y convenios con gobiernos provinciales y empresarios privados para impulsar y dar visibilidad al cine argentino. En ese marco se alquiló el Cine Gaumont para convertirlo en el Espacio INCAA Km 0, debido a su cercanía con el Congreso de la Nación. “Hasta fines de la década del 90, la única regulación en materia de exhibición de cine argentino era la cuota de pantalla”, recuerda Adrián Muoyo, jefe de la Biblioteca del INCAA desde 2006.
Hubo muchos problemas con la administración del edificio, ya que sus propietarios –que en ese entonces eran varios, pero se concentraban en las familias Cordero, Carballo, Lautaret y Ortiz– no estaban dispuestos a realizar grandes inversiones para remodelar o mejorar las instalaciones. “El público se quejaba de la calidad de la proyección, la lámpara del proyector había perdido calidad y no se veía ni escuchaba bien”, comenta Muoyo.
En 2012, los propietarios dejaron de invertir, no renovaron el contrato de alquiler con el INCAA y amenazaron con vender el Gaumont para demolerlo y construir un edificio residencial o conservar la fachada y convertirlo en un templo evangelista. Justificaban su accionar con denuncias de faltas de pago por más de tres años de parte del INCAA. Para evitar la venta, los empleados del establecimiento comenzaron a juntar firmas y pegaron afiches con información en las boleterías y las salas. Esto llevó a que se llamara a una audiencia pública para debatir un proyecto para proteger la fachada del edificio.
“Más allá de lo logrado con la ley que protege al Gaumont, no existe una norma como la que dice que si se derrumba un edificio donde funciona un teatro se tiene que hacer otro. Por eso se tiraron abajo muchas salas”, explica Muoyo. Trabajadores del cine, grandes estrellas y políticos se movilizaron en contra de esta decisión, y desde la Legislatura porteña impulsaron una ley para proteger el edificio.
El proyecto fue impulsado Juan Cabandié, entonces legislador por el Frente para la Victoria. Una vez aprobado por unanimidad, el INCAA pidió la venia al gobierno nacional para la compra. “El INCAA se enfocó en el Gaumont porque que se aseguraban la llegada del público por el lugar estratégico en el que está ubicado”, afirma Muoyo. Se iniciaron los trámites para recibir del Tesoro de la Nación los fondos necesarios, y cerca de fin de año llegó el dictamen del Tribunal de Tasación de la Nación por 20 millones de pesos. Allí empezaron las negociaciones con los múltiples propietarios, que en enero de 2013 firmaron la compra por 19 millones. “Al haber tantos herederos, la negociación fue complicada”, contó Liliana Mazure, por entonces presidenta del INCAA, en su libro La creatividad desatada. Gestión audiovisual 2008/2013.
El cine cerró para su remodelación en marzo de 2013. Se cambió íntegramente el sistema de techos y se restauraron la fachada, respetando el diseño de la construcción histórica, y el escenario original, que había estado oculto hasta el momento. También se recuperaron las bambalinas, camarines y sistemas de iluminación, se corrigieron la acústica y los sistemas de sonido y, por último, se instaló el nuevo proyector digital. Las puertas se reabrieron en julio de ese año con un acto en el que participó la entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
En aquel momento había dos políticas en juego: la de Espacios INCAA y la de digitalización de salas. El INCAA fue fundamental para la transformación tecnológica de las salas a través de la compra de equipos o la creación de fondos que permitieran abandonar progresivamente el fílmico y adoptar la exhibición digital. “Lo que se hizo no fueron hechos aislados, todo formaba parte del lineamiento que generó el Instituto, no eran casualidades ni improvisaciones”, analizó el bibliotecario.
El cine Gaumont fue fundado en 1912 con el nombre de Cinematógrafo de la Plaza del Congreso, para luego en 1914 pasar a llamarse Cinema Gaumont Theatre, en honor al cineasta francés Leon Gaumont, uno de los pioneros de la industria audiovisual. El edificio original fue demolido en 1930, pero fue reconstruido y reabrió en 1946. Se estableció como un ícono y bastión del cine argentino, con un valor histórico, patrimonial y cultural debido a que “es céntrico, tiene un público cautivo y entradas a bajo costo y da espacio a exhibiciones especiales”, argumenta Muoyo.