Por Sofía Guitler

“Si no trabajara de esto, no vería stream. A mí me gusta la tele”, dice Juana Groisman, quien se reconoce como una fanática de los chimentos y de la farándula. Se recibió de periodista en TEA en 2017 y de psicóloga en la Universidad de Buenos Aires en 2020. Si bien sus primeros pasos los dio en Revista Pronto, como redactora de espectáculos, fue su cuenta en X lo que le ganó un lugar en la mesa de Escucho Ofertas, encabezada por Guillermo Aquino en Blender: “Este es un medio en el que importa lo que hacés, no el currículum. Nunca ejercí el periodismo en Twitter, sin embargo hubo algo de mi presencia en redes sociales que hizo que me tuvieran en cuenta. Tiene que ver con cómo demostrás lo que sabés”.

―Desde tu experiencia trabajando en un medio gráfico, ¿por qué creés que los medios tradicionales, como los portales y las revistas, ya no tienen el éxito que tenían y están siendo reemplazados por lo audiovisual? 
―El trabajo como redactora fue mi preferido, pero se paga muy mal y son puestos juniors, entonces llegan a su punto. Trabajé en Pronto desde 2015 hasta 2020 y en esa época, escribíamos y nos leían un montón: publicaba aproximadamente 12 notas por día. Era la época del frenesí de los portales, enganché el final de eso. Además, era un laburo muy divertido porque escribía sobre lo que me gustaba, que eran chimentos. Hoy en día casi no hay portales, todo es más audiovisual y la información le llega al público de otra forma. La gente ya no entra al medio porque no necesita entrar a un perfil para que le explique algo, con la foto y el título ya se informó. Se perdió la tarea de profundización. ¿Cuántos entran a leer Infobae? Vas a Instagram o Twitter, ves qué pasó y listo. Me parece que se debe a los avances tecnológicos y al tipo de vida que lleva la gente y cuánto tiempo tiene para dedicarle a la información. No tiene tanto que ver con que algo no funcionó y vino otra cosa a ocupar su lugar. Los reemplazos en estas cosas no son porque algo no funcione sino porque hay algo mejor. 

―Los medios tradicionales continúan caracterizándose por tener líneas editoriales que, muchas veces, afectan la correcta comunicación de ciertos hechos. Por otro lado, los medios modernos y el acceso facilitado a cantidades inmensas de información online hacen que sea fácil malinformarse o caer en fake news. ¿Creés que estas cuestiones hacen que la gente dude dos veces de las noticias que consume? 
―Me parece que el problema es que nadie duda. No lo hicieron nunca, no es que ahora no lo hacen, porque nadie tiene un vínculo con la información tan analítico como los periodistas. Ese trabajo de pensamiento crítico lo hacemos nosotros. La gente común quiere saber qué pasó y punto, no tiene tiempo de ponerse a pensar otras fuentes ni le interesa realmente. Entonces dicen “¿qué pasó en Venezuela?, ¿qué medio responde a lo que yo pienso?”. Ahí hay una cosa de círculo vicioso: “Yo pienso que pasó tal cosa, el medio que leo me dice que pasó eso, entonces lo sigo leyendo”. Nadie se pregunta si lo que dijo tal medio es cierto. Las plataformas nuevas lo hacen un poco más breve también, simplificaron las cosas. Pero hay una pregunta ahí, que no creo que tenga respuesta, de si la gente siempre buscó cosas simples y ahora nos damos cuenta o están estupidizados por el contenido.

―Escucho Ofertas se caracteriza por ser un programa de humor que brinda información general. ¿Cómo manejan la relación entre la responsabilidad de informar y el chiste? 
―Nosotros desarrollamos temas de actualidad con una cuota de humor grande. No es un programa serio, está muy lejos de serlo. Si alguien realmente pone el programa para informarse exactamente sobre lo que pasa en Venezuela, por ejemplo, bueno, no, prendé CNN. No somos un noticiero. La responsabilidad llega a no mentir y no decir cosas dañinas, pero eso es una cosa básica de la comunicación. Estamos siempre al límite del humor. A veces hacemos chistes medio fuertes y alguien se ofende, pero es el código del programa. En Twitter te pegan, pero dura dos días y pasa. En este tipo de formatos también te critica gente que en, en el fondo, sabés que su problema no es lo que dijiste, sino que están esperando que te mandes alguna para bardearte porque le caés mal vos, porque le cae mal el medio o porque le gustaría estar acá y no está. A mí no se me va la vida, no me preocupa tanto.  

―Blender, en todos sus programas, continuamente presenta invitados del ámbito de la política y sus conductores no temen posicionarse políticamente al aire. ¿Por qué considerás que los dos canales de streaming más vistos del país, Olga y Luzu, no hablan de política ni de actualidad?  
―Realmente creo que los otros dos streamings más vistos tienen figuras a las cuales la política no les interesa. Porque si les interesara se notaría en algún punto. Dirían “de esto acá no hablo, pero sí lo hago en otro lado”. Hay algo de ciertas cosas que no se pueden forzar. A nosotros nos surge hablar de política porque nos interesa. Cuando a uno le gusta comunicar y la labor periodística, despunta el vicio en algún lado. También creo que apuntan a un público al cual tampoco le interesa la política. Saben a quién le están hablando. 

―En el ámbito de conductores de streaming hay un mix entre periodistas y figuras del espectáculo actual. Por ejemplo, en Olga, Nati Jota, graduada de TEA, comparte mesa en Sería increíble con Damián Betular, pastelero que se volvió viral en internet; o en Luzu, Diego Leuco, exconductor de Telenoche, encabeza Antes que nadie junto a Micaela Vázquez, actriz.  ¿Notás diferencias entre aquellos que tienen una formación tradicional en periodismo y los que llegaron a los medios audiovisuales por masividad?
―Sí. En Escucho Ofertas hablo todo el tiempo con personas que tienen una caja de herramientas parecida a la mía porque fueron a la facultad. Para mí, pasar por una instancia de educación superior, sea TEA o una carrera universitaria, te da una serie de instrumentos que se nota cuando están y cuando no. Ninguno es un genio, o por lo menos yo no me creo una genia, pero te permite profundizar y complejizar un poco la situación. Creo que hay algo importante de saber qué es lo que deberías estar haciendo y qué estás rompiendo cuando hacés mal las cosas. Sé qué es lo que debería hacer: tener tres fuentes, hacer buenas preguntas, investigar al invitado, tener un pensamiento crítico frente a la realidad. Si no lo hago porque no tengo tiempo, porque a nadie le interesa o porque no es mi rol informar, sé igualmente que debería. Es muy distinto cuando alguien es consciente de cómo debería hacer las cosas y por qué decide no hacerlas así. Saber lo que estás rompiendo es la base de cualquier disciplina.