Por Faustina Ganin, Josefina Girotti y Santiago Piro

Cada 16 de septiembre se conmemora el “Día de los derechos de los estudiantes secundarios”, en homenaje a los estudiantes desaparecidos durante la última dictadura militar en la denominada Noche de los Lápices.

Las marchas por el Boleto Escolar Secundario (BES) se dieron en un contexto de alta conflictividad sociopolítica y creciente violencia. Durante septiembre de 1975, en La Plata y en otras ciudades, se realizaron movilizaciones donde participó una gran cantidad de jóvenes. A partir del reclamo se logró una tarifa diferencial para los secundarios. Sin embargo, esta no fue la única actividad política que realizaban los militantes secundarios, ni la única movilización ocurrida en esos años.  

La noche del 16 de septiembre de 1976, un grupo de efectivos de la Policía de la provincia de Buenos Aires y del  Batallón 601 del Ejército pusieron en marcha un operativo para secuestrar a jóvenes de entre 16 y 18 años, de distintas pertenencias políticas, que habían participado de la campaña por el boleto estudiantil, entre otras acciones vinculadas a la participación política estudiantil de la época.

Las primeras víctimas fueron Gustavo Calotti y Víctor Treviño, secuestrados el 8 y el 10 de septiembre de 1976.

El 16 de septiembre, grupos de tareas conducidos por el general Ramón Camps secuestraron a María Claudia Falcone (16), Francisco López Muntaner (16), María Clara Ciocchini (18), Horacio Ungaro (17), Daniel Racero (18) y Claudio de Acha (18) en la ciudad de La Plata. Todos ellos eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación peronista.  

El 17 de septiembre fueron detenidas Emilce Moler y Patricia Miranda, y el 21 de septiembre, Pablo Díaz, integrante de la Juventud Guevarista, un grupo vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Los estudiantes secuestrados fueron sometidos a torturas y maltrato en distintos centros clandestinos de detención como el Pozo de Banfield, la Brigada de Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda. Siete de ellos continúan desaparecidos: Francisco, María Claudia, Claudio, Horacio, Víctor, Daniel y María Clara. Solo cuatro sobrevivieron: Pablo Díaz, Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda. 

Lo ocurrido después de los secuestros pudo ser reconstruido por los testimonios de Pablo Díaz y Emilce Moler, que en aquel momento tenían 18 y 16 años respectivamente. 

Pablo Díaz, Emilce Moler y Gustavo Calotti, sobrevivientes de La Noche de los Lápices. (FOTO: Página/12)

Díaz declaró durante el Juicio a las Juntas en 1985 que luego de ser “chupado” de su domicilio el 21 de septiembre fue trasladado al centro de detención Arana. Allí recibió torturas con picana y fue sometido a simulacros de fusilamiento con otros de los chicos detenidos. 

Emilce Moler fue llevada del domicilio de sus padres al Pozo de Arana en la madrugada del 17 de septiembre. En el Centro Clandestino de Detención se encontró con otros estudiantes secuestrados. Según el testimonio de Moler, el 23 de septiembre los sacaron del centro en un camión y los separaron en dos grupos: bajaron a María Claudia, María Clara y Horacio, mientras que Emilce siguió con Patricia, Gustavo y otras personas. La llevaron al Pozo de Quilmes y después a otro centro clandestino en Valentín Alsina. En diciembre quedó a disposición del Poder Ejecutivo y en enero de 1978 fue trasladada  a la cárcel de Devoto

El informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep) estableció que más del 20 por ciento de los desaparecidos y desaparecidas durante el período 1976-1983 eran estudiantes

Emilce Moler escribió un libro titulado La larga Noche de los Lápices, relatos de una sobreviviente. La historia de María Claudia Falcone también fue recreada a partir del testimonio de amigas y amigos en un libro escrito por el periodista Leonardo Marcote: María Claudia Falcone. Políticas revolucionarias en bachilleratos de los años 70. Los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Núñez recrearon el hecho en su investigación La Noche de los Lápices, que fue llevada al cine por Héctor Olivera.