Por Matías Riso

Franco Salomone nació en la localidad bonaerense de Lanús en 1953 y se crió muy cerca, en el barrio San José de Temperley. A los 13 años no quiso seguir estudiando, y trabajó los siguientes cinco años en diversos rubros, desde una ferretería y una fábrica de pastas hasta vendedor de manteles y cortinas de baño casa por casa, chofer de un camión que buscaba baterías gastadas y visitador médico. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que quería ser periodista. Esa era su respuesta cada vez que le preguntaban por su vocación.

Es así que cursó el comercial nocturno de Temperley y más tarde estudió Locución en el ISER, donde se recibió en 1978. Dio sus primeros pasos al año siguiente en Radio Rivadavia haciendo suplencias los fines de semana y locución de cabina en Canal 7, hasta que Andrés “Cacho” Farenga, un profesor que reconoció su potencial, lo llevó a Radio Continental como locutor redactor del noticiero. Allí estuvo entre 1980 y 1984.

Continental fue mi primera novia“, dice Salomone sobre una etapa en la que realizó su primera cobertura en el exterior. Fue en junio de 1982 gracias a una visita del entonces canciller Nicanor Costa Méndez a Cuba, donde pudo entrevistar Fidel Castro y conoció a su primera esposa, la periodista y corresponsal canadiense Susan Perly, con quien convivió un tiempo en Toronto.

Una vez regresado a la Argentina luego de su separación, debutó como cronista televisivo en Canal 9, donde también condujo el noticiero junto a César Mascetti durante dos años. En esa etapa le tocó cubrir la experiencia más dura de su carrera: el terremoto de México en 1985. Los siguientes tres años condujo el noticiero central de Canal 11 mientras era corresponsal primero del programa World Report de la CNN (entre 1988 y mediados de 1989) y después del servicio latinoamericano de la BBC desde España (fines del 1989 y principios de 1990).

Salomone en la conducción del noticiero en 1989.

Una vez que se privatizó Canal 11 y se creó Telefé, fue el conductor de Telefé Noticias y del programa de investigación Edición Plus, por el cual ganó el premio Martín Fierro a la mejor labor periodística de investigación en 1995. Estuvo nueve años en el canal de las pelotas, hasta que se sumó al noticiero de Canal 7. Su única condición fue hacer el noticiero con las dos campanas: no quería ser parte de un noticiero del partido gobernante.

Su estadía en el canal público duró dos años, entre 2000 y 2002, luego de tener un altercado con el entonces presidente Fernando de la Rúa y más tarde con el gerente de noticias Tico Rodríguez Paz, quien cuando Eduardo Duhalde asumió la presidencia le dijo que había que hacer un noticiero nacional y popular porque había regresado el peronismo al poder. Se fue, explica, porque “el periodista deja de ser periodista apenas se convierte en militante”.

“No hay periodista militante químicamente puro, cuando uno deja de ser periodista pasa a ser un militante de un partido político que comunica“, opina, y agrega que los que peor lo trataron “en los cuarenta y pico de años de profesión fueron los peronistas”. “Las peores amenazas, incluso de muerte, las tuve por ese lado. Ni los militares ni los radicales me hicieron lo que ellos”, asegura.

En 2003 volvió a la radio después de mucho tiempo. Hasta 2005 condujo el programa Un día por delante, de Radio Mitre, y en junio de 2006 debutó en el noticiero de TN de la mano del gerente de noticias de Canal 13, Carlos De Elía. Luego de conducir desde 2010 el programa Charla confidencial, primero en la radio de la Universidad de Belgrano (UB) y luego en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), en 2018 decidió jubilarse después de cuarenta años en el oficio.

El periodista en su última etapa, en TN.

En toda su trayectoria realizó alrededor de treinta coberturas en todo el mundo. Las más recordadas fueron la visita de Costa Méndez a Cuba (1982), el terremoto de México (1985), un viaje a Malvinas (1987), los acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina (1993), el final de la guerra de Bosnia en la ex Yugoslavia (1995), la muerte de Juan Pablo II y la asunción de Benedicto XVI (2005). Además, entrevistó a personalidades de la talla de los presidentes Fidel Castro y Jimmy Carter, el traficante de armas Monzer Al Kassar, el médico sudafricano Christiaan Barnard –el primero en realizar un trasplante de corazón humano–, el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger y al único argentino condenado a pena de muerte en los Estados Unidos, el cordobés Víctor Saldaño. Actualmente está escribiendo su tercer libro, un anecdotario de las coberturas y entrevistas que realizó a lo largo de su carrera.

–¿Qué les recomendás a quienes están dando sus primeros pasos en el periodismo?
–Por un lado, diría que hay que tener vocación para ser periodista, porque de lo contrario se hace muy arduo y cuesta arriba. Por el otro, pensar que no hay una forma de ganarte la vida dignamente como periodista hasta después de mucho tiempo, y tal vez nunca en tu vida encuentres la forma de hacerlo. Pero lo importante es que, si sos feliz haciendo esto, con que ganes para vivir ya está. Y otra cosa fundamental: que por favor se saquen de la cabeza eso de que uno puede egresar y trabajar de político con el disfraz de periodista. Elegís la carrera política o la periodística, porque hacer periodismo militante no es hacer periodismo profesionalmente.

–Tu segundo libro, Maten al mensajero, repasa los principales casos de periodistas asesinados o desaparecidos, desde Mariano Moreno hasta José Luis Cabezas. ¿De todo lo que investigaste, qué te llamó más la atención?
–Fue una investigación muy larga, de más de dos años. Me enfermé haciendo esa investigación y la dejé, por eso estuve como seis meses sin poder escribir. Pero una de las cosas que más me llenó de hacer esta investigación fue haber encontrado vivos a cinco de los periodistas que estaban en la lista. Ni siquiera habían estado desaparecidos.

Salomone estuvo más de cuarenta años en el periodismo.

–¿Qué hiciste con esa información?
–Fui a la Conadep y me preguntaron de muy mala manera si pretendía demostrar que no había desaparecidos. Les dije que leyeran la introducción del libro y se iban a dar cuenta de que yo nunca podría estar a favor de ocultar gente desaparecida. Además, Alfonsín, irreprochable, me dijo que jamás dijera que fueron 30 mil desaparecidos. Y me lo dijo cuando todavía era presidente. Lo mismo Graciela Fernández Meijide, otra protagonista directa. Creo que al día de hoy esos nombres siguen apareciendo en la lista del Nunca Más, pero para mí fue una satisfacción periodística que una iniciativa que tomé terminara teniendo ese resultado.

–¿Te sentís hecho con tu trayectoria laboral o te quedó algo en el tintero?
–Sí, pero hay cosas que no hice bien. Fui siempre mi peor crítico. En 1993 entrevisté a Víctor Saldaño, el único argentino que está condenado a muerte en Estados Unidos. Ya pasaron treinta años, y no la quise ver nunca más porque sentí que había sido una mala entrevista. Fui preparado para entrevistar a un hombre que ya había confesado que había matado a Paul Ray King, y su respuesta fue un simple: “No, yo no lo maté”. Me descolocó. No creo que algún periodista vaya a contestar ya está hecho, hasta el día que te morís estás pensando qué otra cosa podría haber sido mejor.