Por Matías Riso

Aunque resulte sorpresivo, la actual guerra entre Rusia y Ucrania puede considerarse un corolario del pacto verbal que en febrero de 1990 hicieron el secretario de Estado de Estados Unidos James Baker y el presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Mijaíl Gorbachov. Un pacto no cumplido.

Ese acuerdo consideraba que la URSS aceptara la reunificación de Alemania y su ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en tanto Occidente daba su palabra de que no iba a expandirse más allá de la frontera alemana. Pero la sorprendente derrota de George H. Bush ante Bill Clinton en 1993 cambió drásticamente el panorama porque la nueva administración impulsó la ampliación de la OTAN aprovechando el deseo de aquellos países que querían ser candidatos para sumarse, y a su vez pertenecían al antiguo Pacto de Varsovia, un acuerdo militar de cooperación entre los países del Bloque Oriental durante la Guerra Fría.

En 1999 la OTAN incorporó a Hungría, Polonia y República Checa. Boris Yeltsin, primer presidente de la Federación de Rusia, protestó formalmente por la violación de ese acuerdo, pero nadie en Occidente dio valor al reclamo y Rusia no quiso escalar bélicamente porque esos países quedaban lejos de la frontera rusa.

En 2004, la OTAN siguió violando el acuerdo al incorporar a Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumania, Eslovenia y Eslovaquia, e instaló bases en algunos de esos países. En 2007 Vladimir Putin dijo en una cadena nacional “basta, paren, ya es suficiente”, y fue nuevamente ignorado desde Occidente. Hay que recordar que, en 1989, Putin era un joven oficial de la KGB que servía en Berlín Oriental, de donde regresó a Moscú con mucho resentimiento porque, como llegó a decir, “la Unión Soviética ha perdido su posición en Europa”. Putin incluso planteó la adhesión de Rusia a la OTAN aludiendo que, si Estados Unidos no había permitido la colocación de misiles en Cuba en 1962 bajo amenaza de una guerra nuclear, Rusia tampoco podía permitir la colocación de bases en toda su periferia bajo la misma amenaza.

En 2008, la OTAN comenzó con el proceso para sumar a Ucrania y Georgia, países limítrofes de Rusia, que volvió a protestar formalmente. El gobierno ruso argumentó que si decidiera tener bases en Canadá o México, Estados Unidos iniciaría una guerra inmediatamente. Volvieron a ser ignorados y Rusia intervino militarmente en Georgia, donde logró una victoria en tan sólo cinco días con la separación de Abjasia y Osetia de Sur de Georgia, ambas con poblaciones pro rusas. 

En 2010, Estados Unidos aumentó un nivel más la tensión e instaló misiles en Polonia y Rumania. Ese mismo año se celebraron elecciones en Ucrania, en las que ganó el prorruso Viktor Yanukóvich con una postura que prometía neutralidad entre los rusos y la OTAN. A su vez, Rusia y Ucrania firmaron un acuerdo, el Pacto de Járkov, en el que Rusia buscaba el arriendo de Sebastopol por 25 años más, con la consiguiente salida al Mar Negro. No había ninguna intención de anexionarse la península de Crimea ni el Donbas, región rusoparlante del este ucraniano.

Pero en 2014, Estados Unidos operó para derrocar a Yanukóvich, hecho que quedó probado con la polémica llamada que se filtró a los medios entre Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado, y el embajador americano en Ucrania, Geoffrey Pyatt, donde ella designaba a los políticos ucranianos a los que Estados Unidos debía favorecer. Estados Unidos apoyó la Revuelta de Maidán con la subsiguiente caída del gobierno y el comienzo de una guerra civil. También respaldó las sanciones económicas contra Rusia. 

La Revuelta de Maidán marcó un punto clave, ya que se generó por el anuncio de Yanukóvich con la decisión de suspender las relaciones entre Ucrania y la Unión Europea y a su vez reforzar los lazos con Rusia. Los ciudadanos ucranianos no lo tomaron nada bien, las protestas fueron aumentando en violencia y culminaron con la renuncia de Yanukóvich luego de los ataques del Batallón Azov, una milicia paramilitar voluntaria que asesinó a gran parte de la población ruso parlante del Donbas. En respuesta, Rusia anexionó para sí misma la totalidad de la península de Crimea. Al año siguiente, con el acuerdo de Minsk II, aceptado en forma unánime por el Consejo de Seguridad de la ONU, se les dio autonomía a las regiones ruso parlantes del este ucraniano. 

Finalmente, en 2022 Estados Unidos exigió el derecho de “poner misiles en Ucrania y en cualquier parte de Europa”, como le dijo el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken a Serguei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso. Y este fue el “casus belli” por el cual Rusia decidió invadir Ucrania. En otras palabras, para que la OTAN respete el acuerdo de 1990 y deje de expandirse. 

A los pocos días de comenzar la invasión, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski estaba de acuerdo en firmar un cese al fuego, pero tras una reunión con el primer ministro británico Boris Johnson y la intervención directa del presidente norteamericano Joe Biden cambió su parecer tras recibir la promesa de apoyo material y logístico por parte de ambos. La idea de la OTAN era incorporar a Ucrania junto a Rumania, Bulgaria, Turquía y Georgia en un anillo que bloqueara a Rusia la salida al Mar Negro. 

CUESTIÓN GEOGRÁFICA

Tres años después, la guerra todavía continúa y las reuniones del actual presidente norteamericano Donald Trump con Vladimir Putin para un cese de las hostilidades no fueron satisfactorias. 

Rusia es tan grande que tiene 11 husos horarios, una superficie de 17 millones de kilómetros cuadrados y 36 mil kilómetros de costas que durante la mitad del año están congeladas por encontrarse muy cerca del círculo polar ártico. Esto hace imposible construir puertos y por lo tanto afecta al comercio. Es en este punto que entra en juego la posición geográfica de Ucrania, ya que tiene una costa a lo largo del Mar Negro que se conecta con el Mediterráneo a través de Turquía, cruzando los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, lo que le abre el comercio al mundo entero.

En 2014, cuando parecía que Ucrania se sumaba a la OTAN, Rusia anexionó la totalidad de la península de Crimea, con lo cual tiene una salida permanente al Mar Negro a través del puerto de Sebastopol, aunque todavía para salir al Mar Mediterráneo tiene que depender de Turquía que, si bien es miembro de la OTAN, permite el paso de buques mercantes rusos de buena fe, pero puede detenerlos en cualquier momento y ejercer presión sobre los rusos. 

Hoy la historia se repite. Rusia no permitirá bajo ningún contexto que la OTAN sume a Ucrania, por ende, no aceptará las dos propuestas de Trump: renunciar a los territorios ucranianos que tiene bajo ocupación y detener el avance hacia el resto del país. Mientras esta complicada situación no se solucione, seguirán muriendo soldados y civiles.