Por Bianca Salvatore y Martina Suárez

Las nuevas tecnologías están transformando la industria musical en todos sus aspectos, desde la composición de las canciones hasta las maneras de oírlas y la enseñanza de música. La inteligencia artificial renueva el debate sobre cuál es el límite. Luciano Slaibe es músico y profesor especializado en percusión y educación musical que estudia la diplomatura en Música Expandida en la USAM. Además, es docente en la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola, el Instituto Superior Santa Ana y el Instituto Santa Ana y San Joaquín, donde dicta la materia Música y Multimedia, que tiene como objetivo aprender a vincular la música con la tecnología.

–¿Cómo cambió la enseñanza de la música en los últimos años?
–En el profesorado de Música en particular, la inteligencia artificial que más se usa es ChatGPT, a la que todos los profesores accedemos. Hay algunos que la fomentan y otros que no. Del lado de la música, todavía no está tan desarrollada la IA. Por ahí te puede dar, que a veces es interesante, el tema de las letras o ideas para componer. Es muy bueno ir armándote una rutina y, si tenés conflicto, decirle “creame ciertos ejercicios para trabajar esto” o “creame una rutina para esto”.

–¿La tecnología y la IA están reemplazando aspectos esenciales de la música o se complementan?
–Sí, pero siempre hay un humano detrás. Por más que haya una inteligencia artificial, siempre va a haber alguien que la programe, que decida. No quería hablar de política, pero hay decisiones políticas detrás de eso. Porque, ¿con qué música alimentan a la IA? ¿Qué le dicen? Hay un humano que le pone su ser a esa máquina que después toma un cierto cuerpo, pero no es autónoma.

–¿Existen aspectos de la música que decidís dejar afuera o “libres” de tecnología?
–Yo creo que el límite está en que la tecnología generativa, que es la que crea, haga lo que quiera. Yo quiero tener siempre la decisión sobre lo que me devuelve, ya sea desde el lugar de “no me gusta, no lo quiero”, o del “me gusta, lo tomo, pero cambiale esto”. Lo que me devuelve empaquetado es mi límite, yo tengo que tener la decisión final de lo que quiero.

Luciano Slaibe.

–¿Ves a una juventud esperanzada con hacer música? ¿O el contexto desmotiva?
–Los adolescentes tienen un vínculo más directo porque ya nacieron y ya saben que mucha de la música que escuchan está hecha con tecnología. Lo interesante es mostrarles cómo se hace esa tecnología: cómo se crea ese sintetizador, cómo se produce esa canción, hacer una canción usando esas herramientas. Para mí, la barrera en la juventud está en el acceso a la computadora: muchos conocen las tecnologías pero no saben de computación porque la tecnología pasa por el celular. Tienen poco acceso a herramientas de computación con otro lenguaje, otra lógica.

–¿Experimentaste con IA en tus trabajos? ¿Cómo afecta tu proceso creativo?
–Hay herramientas de la inteligencia artificial que uso y están buenas. Por ejemplo, la IA te permite separar las pistas por instrumento: le ponés una canción, le decís que te lo clasifique y te separa la voz, el bajo y la batería. Eso era impensado. Es una herramienta que retroalimenta un montón, aunque todavía esté en proceso.

–¿Todavía hay lugar para la interpretación humana? ¿El arte humano está empezando a perder valor?
–Siempre hubo dilemas entre los puristas que buscan lo puro del arte y las nuevas tecnologías. Antes de la IA hubo conflicto con los sintetizadores, con esa idea de que un instrumento puede hacer muchos instrumentos a la vez. Se pensaba: “¿Cómo un sintetizador, que es una onda de voltaje, puede hacer una flauta? Le va a sacar trabajo a los flautistas”. O que puedas crear un instrumento que no existe. El 90 por ciento de la música mainstream de hoy son instrumentos que no existen: estamos escuchando música con instrumentos creados por una máquina. Más allá de la intervención humana, la máquina está haciendo el trabajo.

–¿En qué ves eso?
–Con los prompts (instrucción o solicitud para dirigir la generación de respuestas) uno va alimentando la IA con información para que “vaya aprendiendo”, pero funciona de manera muy estructurada. Te das cuenta cuando le pedís algo que sale de la regla a la que está acostumbrada y ves que no está en ese punto de desarrollo. Todavía podemos atajarnos y preguntarnos dónde le podemos dar lo humano a la inteligencia artificial. Sobre todo para que la creación musical siga teniendo ese factor artístico.

Los sintetizadores, reyes de la música moderna.

–¿Pierde el valor artístico una obra generada completamente por IA?
–Eso ya es una cuestión de ética. Para mí, mientras vos seas consciente de por qué lo hacés y te sirva, buenísimo. Hay un disco de Radiohead, por ejemplo, hecho de extractos de silencio. Ellos sabían que las canciones de más de treinta segundos ya podían monetizarse en Spotify, así que sacaron un disco con quince canciones de 31 segundos cada una solamente con silencio y les pidieron a los fans que lo reproduzcan en loop mientras dormían. Después, saltó la ficha y la disquera les pidió que lo dieran de baja. Ahí buscaron romper el sistema monetizando con eso. El silencio de Radiohead, ¿es música? Si hoy por hoy consumimos música hecha por máquinas con un humano atrás, ¿qué diferencia hay que la termine de hacer la máquina? Mi barrera es la música que elijo consumir. Hay que formar productores y compositores, pero también a oyentes para que tengan un criterio, para que elijan qué escuchar a conciencia y que no reciban de la máquina exactamente lo que se les da.

–¿La inteligencia artificial podría quitar la imaginación del artista a la hora de crear?
–Sí, sería como tener el producto ya dado, ¿no? Como ir al supermercado y comprar un ultraprocesado, pero de música, que ya lo tenés hecho y listo para consumir. Tenemos que ponerle sentido a la letra. Después, decidís si ponerlo en un sandwich o si le ponés aderezo, esa es la decisión humana. Hay algo de la creación musical que surge del ocio, del estar en blanco y del juego, y creo que esa es la búsqueda que tenemos que hacer, no ir directo a “no se me ocurre nada, dame una respuesta”.