Por Sol Vega

Jamie tiene 13 años y está acusado de haber asesinado a Katie, su compañera de clase. Este es el punto de partida de Adolescencia, la miniserie británica dirigida por Philip Barantini y estrenada el 13 de marzo en Netflix. Filmada en un impactante plano secuencia, la serie no solo indaga en la investigación del caso, sino que pone el foco, sin adornos ni filtros, en una problemática que todos mencionamos, pero pocos dimensionan: el impacto de las redes sociales en los adolescentes. En su primer mes, la producción alcanzó 114 millones de reproducciones y se convirtió en la cuarta más vista en la plataforma. 

En este tipo de historias, el imaginario colectivo suele suponer que detrás de un crimen juvenil, existe un contexto familiar complejo: abandono, violencia, falta de contención o necesidades básicas insatisfechas. Sin embargo, lo que desconcierta —y por eso mismo interpela— es que Jamie no encaja con ese estereotipo. Tiene una familia presente, que lo crio con afecto y dedicación. Entonces, ¿qué pasó? ¿Cómo puede un adolescente que vive en un entorno aparentemente saludable cruzar un límite tan extremo?

Esa fue, precisamente, la pregunta que Publicable le hizo al psicólogo Jorge Haslop. Su respuesta fue clara: “Lo primero que hay que tener en cuenta es que se trata de una obra de ficción. Por lo tanto, no es posible establecer un diagnóstico o una explicación clínica real”. Sin embargo, destaca que la serie logra visibilizar coordenadas propias de la adolescencia que sí resultan reconocibles desde lo psicológico. 

“La adolescencia es una etapa de transición en la que el niño comienza a dejar atrás identificaciones infantiles. Cambia el vínculo con los padres, se busca mayor autonomía y, muchas veces, los adolescentes dejan de recurrir a los adultos cuando algo los angustia o los desestabiliza”, explica Haslop. “En ese proceso, los pares adquieren un protagonismo clave, al igual que la imagen que los adolescentes construyen de sí mismos a través de la mirada ajena. Ya no se busca aprobación solamente en la familia, sino en el grupo de iguales.”

Adolescencia aborda con precisión cómo, en este contexto de transformación y búsqueda de identidad, emergen fenómenos como la cultura incel (célibes involuntarios): un submundo virtual que agrupa a jóvenes varones que se sienten rechazados por las mujeres. En este espacio predomina una narrativa que divide el mundo entre los llamados “chads” —el pequeño porcentaje de hombres que, según ellos, concentran toda la atención femenina— y el resto, condenado al aislamiento y la frustración.

Según Haslop, el caso de Jamie refleja cómo la identificación con el concepto de incel puede haber sido una de las motivaciones que lo llevaron a cometer el crimen: “De acuerdo a lo que surge en la entrevista que el adolescente mantiene con la psicóloga cuando está arrestado, parecería que se percibe a sí mismo como poco atractivo, lo que le genera una profunda frustración. Durante su infancia, contó con el acompañamiento de sus padres, pero al entrar en la adolescencia, comenzó a aislarse, a pasar más tiempo en las redes sociales y a no recurrir a sus padres para pedir ayuda. En este proceso, las ideologías de la cultura incel, que promueven una mirada misógina hacia las mujeres, parecen haber influido en su conducta. Aunque la serie es ficción y no es posible conocer con certeza las motivaciones del protagonista, esta cultura podría haber jugado un papel clave en el desarrollo de su angustia y su posterior acción extrema”. 

Ahora bien, ¿en qué grado los padres de Jamie son responsables de esto? ¿Es posible culparlos por lo que sucedió? Desde la mirada de Haslop, este es uno de los interrogantes más complejos que plantea la historia: “Por un lado, toda persona es responsable de sus actos, pero también es cierto que no siempre es posible identificar qué factores específicos determinan una conducta. En este caso, los padres de Jamie no vieron señales claras. La madre recuerda en el último capítulo, ya con distancia, que cuando era chico solía dibujar monstruos en la arena. En su momento no lo interpretaron como una señal de angustia, pero con lo que pasó, esa imagen cobra otro sentido. No hubo una negligencia evidente en su rol como padres, pero incluso ellos mismos reconocen que tal vez podrían haber hecho algo más”. 

El psicólogo también destaca la falta de tiempo y presencia, una problemática frecuente en muchas familias. Tanto el padre como la madre de Jamie trabajaban largas horas, lo que limitaba las oportunidades de conexión con su hijo. En la conversación final de la miniserie, ambos reflexionan sobre lo sucedido y admiten que pensaban que su hijo estaba seguro en su cuarto, que nada podía pasarle allí. Sin embargo, Adolescencia pone de manifiesto que pasar horas encerrado en una habitación no garantiza la seguridad, ya que el verdadero peligro, muchas veces, se esconde detrás de la pantalla.

Esta serie no ofrece respuestas fáciles o lecciones morales, sino que expone una realidad que forma parte de nuestro entorno actual. La cultura incel, el acoso en línea, el bullying digital y las diversas formas de agresión en las redes sociales son fenómenos que existen y afectan a los jóvenes de hoy. Estos aspectos no son propios de una ficción, sino realidades que se viven en el día a día de muchos adolescentes. Entonces la pregunta resuena más fuerte que nunca: ¿dónde están los adolescentes cuando están detrás de la pantalla? ¿Qué está ocurriendo en ese espacio, al que la familia no siempre tiene acceso, pero que influye profundamente en su bienestar y sus decisiones?

Frente a la creciente preocupación social que series como Adolescencia ayudan a visibilizar, comienzan a implementarse medidas concretas. En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el jefe de gobierno Jorge Macri anunció el lanzamiento de la plataforma virtual Escuela en Familia, que comenzará a funcionar el 1° de mayo. Esta herramienta gratuita ofrecerá recursos, videos de especialistas y acompañamiento profesional para más de 700 mil familias, con el objetivo de fortalecer el vínculo entre escuela y hogar, y abordar temáticas como bullying, violencia digital y salud emocional. Además, Netflix autorizó que la serie esté disponible en las escuelas porteñas como material de reflexión y debate.