Por Santino Girardi, Sofía Rossi Sauer y Abril Semo
La relación política entre Estados Unidos e Israel se encuentra en receso luego de que Donald Trump haya optado por saltarse su escala en Jerusalén durante su gira por Medio Oriente la semana pasada. Esta decisión ocurre en medio de las negociaciones del primer mandatario estadounidense con el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, por un acuerdo que habilita de forma inmediata al país asiático a enriquecer uranio con el fin de usos “civiles”, un proceso que será controlado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
El primer mandatario de Israel, Benjamín Netanyahu, hizo público su rechazo a esta nueva alianza y propuso a la Casa Blanca un proyecto militar contra Irán, ya que este proyecto podría derivar en la destrucción total de su capacidad nuclear. Desde la capital israelí sostuvieron que Teherán negocia con el objetivo de proteger a los grupos terroristas Hamas y Hezbollah, por lo que el mandatario israelí pidió a Trump que lo autorice para destruir las instalaciones nucleares de Natanz. Sin embargo, el republicano no solo rechazó esta petición, sino que mantuvo su iniciativa con Irán, lo que logró el distanciamiento de Israel de la Casa Blanca.
“Tal y como ha dicho el presidente, este acuerdo con Irán podría terminar de dos maneras: en una solución diplomática muy positiva o en una situación muy negativa para Irán“, declaró en una rueda de prensa la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, al tiempo que el canciller iraní, Abás Araqchi, afirmó: “Estamos convencidos de la naturaleza pacífica de nuestro programa nuclear y, por lo tanto, no tenemos ningún problema en que haya más inspecciones y transparencia“.
Sin embargo, a pesar del rechazo de Trump, Netanyahu mantiene vigente su plan contra Irán, su principal enemigo en Medio Oriente. El presidente republicano sostiene su postura y ha enfriado la relación política y personal con Netanyahu, que también tomó distancia de la Casa Blanca.