Por Aimé Bonazza
-¿A qué edad tuvo su primer contacto con Mafalda? ¿Cómo llegó a conocerla?
-No me acuerdo a qué edad fue, pero me parece que cuando era chico Mafalda siempre estuvo ahí. No tengo un recuerdo del tipo “ah!, el 7 de noviembre de 1985 fue mi primer contacto con Mafalda“. Era un personaje que estaba, no sé quién me lo mostró o dónde lo vi, pero formaba parte del imaginario popular.
-¿Qué representó en su vida?
-La verdad es que no fue un personaje tan importante para mí como chico. Era como muy de los niños con libros, más para grandes que para chicos. Recuerdo haber leído en algún momento todos los libros, haberme enganchado con su ideología, pero no sé si tuvo un peso importante en mi vida.
-¿Se siente identificado en algún punto con Mafalda o con algún otro personaje de la historieta?
-Me parece que es imposible identificarse con todo el universo de Mafalda, pero en algún punto siempre te toca; siempre sos un poco uno o un poco el otro, o un poco todos en realidad. Sos reaccionario o todo lo contrario, conservador o todo lo contrario; digamos que en algún momento todos los personajes te hacen sentir un poquito reflejado, y eso es para mí lo más interesante que tiene Mafalda: más que el personaje en sí mismo, es todo el conjunto el que hace que Mafalda tenga su protagonismo y su brillo.
-¿Le gustaría interpretar alguno de los personajes de Mafalda?
-Ya no tengo edad me parece. Quizás podría hacer del padre o de la madre, pero no creo que sea algo que pueda ser representado por humanos. Estaba muy bien como estaba.
-¿Qué papel tiene la tira en el humor argentino?
-La verdad es que cuando se habla del humor argentino no sé si Mafalda está entre las primeras de la lista, porque si bien era muy cómica, siempre tenía una cosa más social y reflexiva, algo un poco más fuerte.
-Algo más político…
-Exacto. Me parece que tiene más que ver con el orden político que con el humor, aunque sin duda a través de este último. , Mafalda tiene la importancia de estar metida en todas nuestras cabezas, de ser parte de la idiosincrasia del país. Eso es lo más importante que ha hecho la tira por nosotros: lo dijo todo y además muestra que las cosas no han cambiado. Su discurso sigue teniendo actualidad porque el sistema es el mismo.
-¿Está de acuerdo con la crítica social y al sistema que Quino hacía en sus historietas?
-Sí, por supuesto. Claro que estoy de acuerdo, porque me parece bien que cualquier artista se exprese, y si el público lo tomaba o se sentía identificado es porque algo de eso que decía estaba sucediendo. Pensá que era la contratapa de un diario, y de ahí pasó al imaginario popular, a boca de todos. Fue un poco la voz de todos. Y por si fuera poco, hablaba desde la voz de niños que no eran niños, que básicamente eran adultos. Me parece que un poco anticipa lo que todos vemos muchos años después: la pérdida de la inocencia respecto de la sociedad, la pérdida de la infancia, de lo crédulo o lo confiable, digamos. Me parece que Mafalda, pobre, nunca fue una niña.