Por Ignacio Gutiérrez
El Mundial 1986 quedó grabado en la memoria del pueblo argentino. El título de campeón obtenido en México dejó una huella imborrable. Se recuerdan con igual fervor tanto los dos goles de Diego Maradona a Inglaterra, a cuatro años de la Guerra de Malvinas, como la corrida y la definición de Jorge Burruchaga que selló el triunfo en la final con Alemania. En el regreso a Buenos Aires, los festejos comenzaron en Ezeiza y culminaron con Maradona y el equipo en el balcón de la Casa de Gobierno, junto con el presidente Raúl Alfonsín, saludando a la multitud reunida en la Plaza de Mayo.
El seleccionado argentino, que había partido hacia México en medio de críticas por su juego, obtuvo la Copa del Mundo con un fútbol audaz y con momentos brillantes, sobre todo cuando la pelota estuvo en los pies de su líder y capitán, Diego Armando Maradona.
México 1986 fue la decimotercera edición de la Copa Mundial de Fútbol, y se desarrolló entre el 31 de mayo y el 29 de junio. México fue el primer país en celebrar dos veces una Copa del Mundo. Para la Selección Argentina fue revancha, ya que no había podido clasificar en 1970 para el primer mundial disputado en tierras mexicanas. En 1986 participaron 24 selecciones y se jugaron 52 partidos.
En el encuentro Argentina-Inglaterra, Maradona convirtió dos de sus goles más famosos. Aunque uno lo consiguió tocando el balón con la mano, el árbitro lo consideró válido. Tiempo después, Diego admitió que había habido infracción, al afirmar que en el gol había intervenido “la mano de Dios”.
Minutos después, en el mismo partido, Maradona arrancó desde media cancha gambeteando jugadores ingleses a toda velocidad, hasta llegar a las puertas del arco rival y sellar con un toque justo la segunda conquista argentina. Por su belleza y contundencia, fue considerado El Gol del Siglo. El relator uruguayo Víctor Hugo Morales inmortalizó la frase “barrilete cósmico, de qué planeta viniste”, para definir al autor de un gol inolvidable.
La Selección Argentina dirigida por Carlos Salvador Bilardo había debutado con un triunfo por 2-0 sobre Corea del Sur; luego igualó 1-1 con Italia y se quedó con el primer puesto en la fase de grupo, al superar 2-0 a Bulgaria. En octavos de final se impuso por 1-0 a Uruguay, en cuartos por 2-1 a Inglaterra y en la semifinal derrotó 2-0 a Bélgica, con otros dos golazos de Diego Maradona.
En la gran final con Alemania, el triunfo fue 3-2, en un partido que tuvo momentos épicos. A los 23 minutos del primer tiempo, tras un tiro libre ejecutado por Jorge Burruchaga, el defensor argentino José Luis Brown abrió el marcador con un gol de cabeza. El Tata Brown jugó hasta el minuto final con el hombro dislocado. Con los dientes le hizo un agujero a su camiseta para poder meter el dedo pulgar y reposar el brazo afectado.
En el segundo tiempo, antes del cuarto de hora, Jorge Valdano encaró mano a mano al arquero alemán y definió con categoría. Cuando todo parecía liquidado, a los 74 minutos, Rummenigge puso el 2-1, y a los 83 Rudi Völler estableció el empate para sorpresa de todos. En el momento más complicado de esa final, Maradona habilitó con un pase perfecto a Burruchaga, quien con frialdad y un toque certero marcó el gol de la victoria en la histórica final.
Los festejos por la obtención de la Copa del Mundo comenzaron en el estadio Azteca, pero se redoblaron cuando el equipo regresó a la Argentina. Años después, Bilardo recordó que cuando partieron hacia México los habían despedido “diez tipos a las puteadas” porque nadie creía en el equipo.
“Cuando vinimos del Mundial tardamos como tres o cuatro horas de Ezeiza a la Plaza de Mayo, y ahí entendimos lo que habíamos hecho. Y sobre todo lo que significaba para la gente. No paraban de agradecernos. Hombres, mujeres, chicos, se nos venían encima, el micro tenía que ir muy despacito. Fue tremendo ese momento”, recordó Bilardo en una entrevista con el diario Página/12.
“Estamos felices y orgullosos de poder brindarle el segundo título del mundo de mayores a todos los argentinos. Eso es lo que piensa todo el plantel, no sólo yo”, fue lo primero que dijo Diego Maradona al pisar suelo argentino, el 30 de junio de 1986. El presidente Alfonsín acompañó a los jugadores al balcón de la Rosada. Desde allí, levantaron la Copa del Mundo, ante el delirio de la multitud.