Por Iván Sierkovich
En una vibrante serie que en su partido de ida, bajo una feroz lluvia, había terminado en un 2-2 en el estadio Neo Química Arena de Corinthians, Racing logró capitalizar el buen resultado y de la mano de Juan Fernando Quintero, que convirtió dos goles, sacó adelante un partido trascendental.
El recibimiento de Racing estuvo a la altura de la importancia del partido, y una lluvia de bengalas, humo y “estrellitas” copó el cielo de Avellaneda para intimidar al equipo brasileño, que no venía precisamente de paseo.
Durante el primer tiempo pasó de todo: ya al minuto de juego, Bidu abrió la cancha con un pase ofensivo a Memphis, que quiso conectar con Yuri Alberto, pero no logró ser recibido por la intercepción de una de las figuras del partido, Agustín García Basso.
A los seis minutos del primer tiempo, Yuri Alberto y Memphis triangularon por el costado izquierdo de la ofensiva brasileña y este último, con un excelso taconazo, le dio un pase al primero, para marcar el 1-0, sencillamente un golazo.
Racing debía responder pero no lograba concretar con claridad y a los veintidós minutos, perdió una pelota en ofensiva que terminó en una contra comandada por Rodrigo Garro, que estuvo al borde de liquidar la serie, de no ser por la salvadora atajada de Gabriel Arias, arquero de la Academia.
Cuando el local logró acomodarse en el partido, luego de unos buenos pases entre Agustín Almendra, Gabriel Rojas y Maximiliano Salas, este último lanzó un centro raso que pegó en la mano del volante venezolano del Timão, José Martínez, que concluyó en penal para Racing.
Juan Fernando Quintero se hizo responsable de la pena máxima y, a los treinta y seis minutos, no perdonó al brasileño Hugo Nogueira, que tuvo que ir a buscar la pelota al fondo de la red: 1-1
A los treinta y nueve minutos, en un abrir y cerrar de ojos, en el mejor momento del partido tanto de la hinchada como del equipo racinguista, un alcanzapelotas cumplió con su tarea rápidamente. Salas lanzó un fuerte lateral a la cabeza de Adrián “Maravilla” Martínez que le sirvió a la pelota al que había marcado el gol del empate, que no dudó y definió por entre las piernas del arquero haciendo delirar a los hinchas por haber logrado dar vuelta el partido en 180 segundos.
En el segundo tiempo, Racing buscó aprovechar el gran resultado y se paró firme y no se complicó ni en las salidas, ni en los ataques, haciendo valer su juego directo.
A los 13 minutos, un gran centro de Quintero, que ya en ese momento era la figura indiscutible del partido, pateó con el exterior del pie un centro preciso para Salas, que si bien remató bien, no logró convertir: la pelota se fue besando el costado de la red de gol.
A los 27 y por solo mencionar algo más, el Timão tuvo una buena seguidilla de pases entre Memphis, Yuri Alberto y Bidon, que terminó rematando en el borde del área, con un tiro que se fue dogmáticamente lejos del arco de Arias.
No hubo tiempo para más, Racing jugó bien cerrado lo que quedó de partido y obtuvo el tan ansiado pase a la final, que estremeció una vez más el estadio y fue motivo para volver llenar de fuegos artificiales el recinto.
La Academia no juagaba una semifinal internacional desde 1997 y una final, desde 1992. Estas cargas, espinas, maldiciones o, folkóricamente, “mufas” Racing las pudo limpiar a medida que fue pasando el año y buscará vencer su último lo obstáculo: la gran final.
Lo curioso del pase a la “Gran Conquista” de la Copa Sudamericana es su rival: Cruzeiro. Las tres últimas finales internacionales que Racing disputó (1988-1992-2024) fueron contra Cruzeiro, un equipo que si bien es considerado entre los “12 grandes de Brasil”, tuvo su última final internacional en 2009 y la anterior, en 1997, con lo que no es un equipo demasiado acostumbrado a estas instancias.