Por Gastón Zylbering

La 39º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (del 21 de noviembre al 1 de diciembre) se realizará en un contexto adverso para la cultura: el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) está intervenido por el gobierno nacional –pese a que es un organismo autárquico- y presidido por el economista Carlos Pirovano. “La intervención en los organismos culturales, como el INCAA es ideologizada. No hay una intención de generar un cambio dentro del funcionamiento del Instituto, como tampoco un plan real que apunte a una mayor eficiencia. El plan es silenciarlo, desguazarlo”, afirma el realizador Ezequiel Radusky, presidente de la Asociación de Directores de Cine PCI.

En respuesta a esta situación, un grupo autoconvocado de directores, productores, críticos y trabajadores del cine organizaron en Mar del Plata Contracampo, un espacio en donde la comunidad cinematográfica argentina pueda manifestarse no sólo a través de las películas, sino también del discurso. El evento se realizará del 22 al 26 de noviembre en la Sala Enrique Carreras (Entre Ríos 1824) y tendrá una programación con numerosas películas nacionales de 2024. Entre los primeros títulos anunciados están Ecos de Xinjian, de Pablo Martin Weber; Senda India, de Daniela Seggiaro, y Los incrédulos, de Máximo Ciambella. También habrá charlas y conferencias de prensa.

Vale recordar que el 7 de octubre las organizaciones comunicaron que, por primera vez en su historia, no asistirán al Festival de Mar del Plata. La decisión de bajarse del evento responde a la falta de diálogo de los organizadores del Festival con las asociaciones de trabajadores. Con la excepción de SAGAI y Argentores, ninguna de las más de 15 organizaciones de trabajadores de la industria fue convocada.

Radusky, uno de los organizadores de Contracampo, explica la negativa sectorial a participar de un evento organizado por sus propios verdugos: “El Festival de Mar del Plata es una celebración cultural y acá no hay mucho para celebrar, todo lo contrario. Frente a esto, una forma de lucha es decir que no. Nosotros no vamos a avalar esto y menos que menos celebrarlo. En el terror que estamos viviendo, la respuesta sectorial ha sido unánime. Estamos unidos”.

LA HISTORIA DE CONTRACAMPO

A fines de los años 50, un grupo de estudiantes y profesores de la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata publicaron seis números de una revista de crítica llamada Contracampo, la cual, en su momento, instaló en la escena nacional debates de cine que sólo se daban en publicaciones del exterior, como la francesa Cahiers du Cinéma. La experiencia, si bien breve, dejó una huella en la cultura cinematográfica argentina que década tras década se resignifica. En los años 90, en un contexto neoliberal en el que la balanza se inclinó marcadamente hacia el rédito comercial y hacia la búsqueda artística, Contracampo debutó como una sección dentro del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Las obras expuestas eran de un lenguaje formal y narrativo opuesto a lo clásico. A casi 65 años de su fundación, se materializa en forma de festival de cine.

Edición: Uriel Montenegro y Julieta Santoro Mazzini