Por Constanza Berdún

Gonzalo Báñez, periodista de internacionales en el canal Todo Noticias, cubrió distintos conflictos alrededor del mundo, incluida la guerra en la Franja de Gaza entre Israel y el grupo terrorista Hamás. En esta entrevista analiza la situación actual en Medio Oriente, la reacción internacional, el rol de Estados Unidos y los países árabes y los puntos clave del acuerdo de paz.

¿Se puede hablar realmente de un acuerdo de paz duradero en la región o se trata de una tregua temporal entre Israel y Hamás para aliviar presiones internacionales?
-Indudablemente estamos viendo una tregua temporal que puede extenderse hacia un cese al fuego completo, pero hay muchas complejidades en el camino. Desde que se dio la liberación de los rehenes con vida, está empezando a haber presión, incluso de los Estados Unidos, por el cumplimiento del acuerdo y la liberación de los cuerpos de los rehenes muertos. A eso le sigue algo más complejo todavía, que es el debate sobre la gobernabilidad en la Franja de Gaza y la presencia de la Autoridad Nacional Palestina en la reconstrucción del enclave. Hay muchos elementos, muchas aristas que falta resolver, y recién ahí podríamos hablar de una tregua completa y no parcial. Estamos frente a lo que es la primera parte de un plan de paz integral, pero que requiere muchos pasos para concretarlo del todo y que se extienda en la región.

¿Cómo se implementa la ayuda humanitaria en el territorio tras el acuerdo? ¿Qué papel ocupan las Naciones Unidas y las ONG internacionales en este proceso?
-Israel se comprometió a abrir las fronteras y los pasos terrestres desde donde entran los camiones, sobre todo los de ayuda humanitaria. Dentro de la Franja de Gaza se va a mantener una dinámica similar en la que participan, por un lado, la empresa americana-israelí que tiene distintos centros de abastecimiento hacia los que las personas tienen que acercarse directamente y, por el otro, las Naciones Unidas. La ONU tiene más de 15 agencias con presencia en el territorio. Entonces, la dinámica que se está implementando, y que se implementa a lo largo del último año, es que Israel controla los camiones que entran por tierra, y, una vez adentro, van a los centros de abastecimiento o a los de las Naciones Unidas. Ahí está también el foco puesto sobre qué rol juega Hamás, porque en muchos casos se supo y hubo constancia de que esos camiones terminaban en manos del grupo terrorista.

Ayuda humanitaria en Gaza.

¿Qué impacto tiene la liberación de los rehenes israelíes?
El impacto es muy simbólico y gestual. Dialogando con muchas personas en Israel, en tantísimas ocasiones se pensó que nunca iba a ser posible alcanzar la liberación de todos ellos con vida. Es un cambio en lo que es la dinámica, y el impacto emocional es fuertísimo.

¿Y de los prisioneros palestinos?
-Hay una teoría que se fue ratificando a medida que la Franja de Gaza ponía las condiciones de negociación, y es que lo que el grupo Hamás quiso y quiere es recuperar la mayor cantidad de presos palestinos, que en las últimas décadas fueron tomados como rehenes por Israel y, en algunos casos, con procesos judiciales dentro del territorio israelí. Recuperarlos, en cierto sentido, lo logró, porque en todos los intercambios se liberaron más presos que rehenes. Gran parte de esas personas volvieron a la Franja, lo que da también una capacidad de mantener una estructura de combatientes a futuro en el rearmado que pueda tener Hamás.

¿Cómo reaccionaron los países árabes, especialmente Egipto, Catar y Arabia Saudita, frente al acuerdo? ¿Esto podría redefinir las alianzas regionales en Medio Oriente?
-Indudablemente, Egipto y Catar fueron los grandes mediadores. Lo que necesitan los países árabes en su conjunto es una región estable para buscar una estabilidad en el precio del barril de crudo y tejer alianzas con los Estados Unidos. Los países árabes también critican, y mucho, la operación militar de Israel en la Franja de Gaza por el impacto que tiene. Creo que hay una alianza regional en el sentido que hay una idea generalizada de que había que alcanzar al menos el cese al fuego para después negociar, pero sigue habiendo presiones hacia Israel para que no reanude las operaciones.

-¿La participación de Donald Trump como mediador en Medio Oriente responde a una estrategia diplomática o a un intento de reposicionarse políticamente?
La presión que ejerció la Casa Blanca para alcanzar este acuerdo fue enorme. Donald Trump también asumió grandes responsabilidades, con los riesgos que conlleva en caso de que el acuerdo se caiga. No por nada ya marcó una posición fuerte al decir que Israel puede retomar las operaciones militares en caso de que él lo diga. Esto es un claro gesto de demostrar control y poder. Un control que indudablemente tiene, porque en todo Medio Oriente se le reconoce su capacidad política y diplomática para encarar esta situación. En el fondo, Estados Unidos no sólo busca el Premio Nobel de la Paz, que creo que en estas condiciones lo puede conseguir, sino también relocalizar y enfocar su estrategia de seguridad y militar. No es Medio Oriente una guerra que le impacte directamente, sino que tiene que sostener a su principal aliado en la región, Israel, para desde ahí volver a enfocar su estrategia global, que puede ser en el Caribe o en Asia, en la periferia de China.

El premier israelí Benjamín Netanyahu y Donald Trump.

Países como Francia, Portugal y Gran Bretaña reconocieron oficialmente al Estado Palestino previo a la Asamblea General de la ONU. ¿Qué cambios trae este reconocimiento en la diplomacia internacional?
-Es indudablemente una presión hacia Israel. Lo fuerte llegaría en el caso de que Palestina ingrese como Estado miembro pleno de la ONU, algo que no va a suceder. Para que eso pase, el Consejo de Seguridad tiene que proponerlo ante la Asamblea General, pero si un país del Consejo lo veta -en este caso Estados Unidos, que siempre va a apoyar a su socio Israel- nunca va a llegar al pleno de la Asamblea. Lo que se buscó en ese momento era una presión en contra de Israel para frenar o limitar un poco las operaciones en Gaza.

¿La reconstrucción de Gaza podría ser el primer paso hacia la estabilidad regional o terminaría reproduciendo las mismas disputas geopolíticas?
-Es bien interesante seguir cómo se está dando el proceso de retirada de las tropas de Israel y la reconquista del control territorial del grupo terrorista Hamás. En los últimos días, empezó a haber reportes de enfrentamientos armados entre los milicianos de Hamás y otras pequeñas células o grupos, como por ejemplo la llegada islámica que tiene infraestructura, militantes y milicianos dentro del enclave palestino. Básicamente, lo que se está dando es una lucha por el control y el poder territorial, con las amenazas y los riesgos que conlleva que escale y que hablemos prácticamente de una guerra civil interna.

Uno de los puntos centrales del acuerdo consiste en la posible disolución de Hamás. ¿Qué tan viable es su desaparición?
-La disolución total de Hamás es compleja y uno de los puntos que Trump había puesto en el Acuerdo de Paz. Hamás extraoficialmente había dicho que sí, pero ahora empieza a haber limitaciones y reparos hacia eso. En la concepción histórica, Israel siempre supo que Hamás no iba a entregar y deponer las armas por completo, todos los briefing de seguridad y de inteligencia dan cuenta de eso. Es parte de la negociación para garantizarle a las altas cúpulas de Hamás que no van a ser arrestados, que no va a haber procesos internacionales en su contra, y darle alguna garantía a los milicianos que siguen dentro de la Franja.

La guerra de Rusia contra Ucrania generó una condena internacional y un apoyo claro hacia Ucrania. En cambio, el conflicto entre Israel y Palestina polarizó profundamente la opinión pública. ¿A qué se debe esta diferencia que impide un consenso internacional?
-Es bien interesante. Yo creo que se dieron dinámicas y procesos distintos. Acá también se involucró la cuestión cultural y religiosa en una región que históricamente ha tenido guerras por estos motivos. Esto desencadenó indudablemente un antisemitismo que en algunos casos estaba encerrado, sobre todo en Europa. Lo que polarizó el conflicto fue que reconfirmó la división global entre Oriente y Occidente. En la invasión de Rusia a Ucrania es más lineal analizar quién es el agresor y quién la víctima, incluso cuando hay elementos más profundos para ver por qué Putin pudo haberse visto forzado a empezar esta invasión, como por ejemplo la posible presencia de la OTAN dentro de Ucrania y la provocación que esto significa. Lo que vimos en Medio Oriente fue una masacre perpetrada por el grupo Hamás y una respuesta posterior que generó las imágenes que terminaron perjudicando al gobierno de Israel por la crudeza social. Una vez más, es la diferencia cultural y religiosa que encarna la región de forma histórica.