En esta finca los hombres son apenas un decorado, Graciela Borges se lleva los laureles con su villana declamada e inquietante, y nada es lo que parece. Al final, “La quietud” funciona como un filtro de Instagram: se esconde lo que nos avergüenza para lograr un falso intento de normalidad.
Por Ignacio Dunand @AndyDunand
“Aprendí a concentrarme más en los matices de cada personaje, a explorar todas sus facetas”, destacó Pablo Trapero durante la conferencia de prensa de su décima película, un relato social apoyado en un trío protagónico de mujeres. Un drama telenovelesco es el formato elegido para “La quietud”.
Mía (Martina Gusman) y Eugenia (Bérénice Bejo) son hermanas. Pese a que viven a cientos de kilómetros de distancia, la desgracia las nuclea: el ACV del padre las reúne en el hogar de crianza, la estancia La quietud. Entre ellas se teje una relación compleja, plagada de secretos e intrincada, con una matriarca (Graciela Borges) fría. El ensamble actoral lo completan Joaquín Furriel y Edgar Ramírez (nominado a “Mejor Actor de Reparto en Miniserie” en los próximos Emmy Awards por su composición de Gianni Versace durante la segunda entrega de la aclamada “American Crime Story”).
“La quietud” es una producción enteramente argentina, pese a sus figuras internacionales
“La sentí una aventura. Desde el primer momento la imaginé como una película de descubrimientos tardíos y verdades ocultas”, afirmó el responsable de “Carancho”, “Elefante blanco” y “El clan”. Lo más resonante del relato es el abordaje íntimo y cuasi feminista en la caracterización de las mujeres protagonistas. “Es enriquecedor poder construir una película tan contemporánea. Creo que Mía y Eugenia podrían entrar en la categoría de feministas, y Pablo (Trapero) quiso explorar eso, qué pasa por la cabeza de estas mujeres”, comentó Gusman.
“La quietud” es mucho más que la historia de dos hermanas, ya que apuesta a tocar fibras sensibles en los espectadores con una subtrama que involucra la última dictadura militar. Aunque este quizá no sea el punto más fuerte, por la liviandad con la que se presenta -y “soluciona”- un tema tan delicado. “Logré encontrar una extraña continuidad con el resto de mi filmografía”, apuntó Trapero con respecto a esta temática recurrente (recuérdense los crímenes de Arquímedes Puccio en “El clan”).
En esta finca los hombres son apenas un decorado. Graciela Borges se lleva los laureles con su villana declamada e inquietante, y nada es lo que parece. Al final, en “La quietud” todo funciona como un filtro de Instagram: se esconde lo que avergüenza para lograr un falso intento de normalidad.