Por Lucía Villa
El coronavirus cambió la vida de todos, pero especialmente transformó la rutina y el día a día de quienes trabajan en el sistema de salud. Para Silvia Solís, que es obstreta en un hospital de San Fernando, el cambio fue rotundo: aunque viva con ellos, ahora evita cruzarse con sus hijos adolescentes y con su marido. Desde que empezó la pandemia tiene ataques de pánico por las noches: “Me angustia mucho pensar que puede pasarle algo a mi familia por mi culpa“.
—Teniendo en cuenta la escasez de equipos de protección personal que tiene el hospital Petrona Villegas de Cordero en el que trabajás, ¿cómo hacás para resguardarte?
—Es un desastre, todos los elementos de higiene los compramos entre nosotros. Es lamentable porque no tenemos ni siquiera el equipo de protección personal. Con mis colegas tratamos de tener nuestro registro, nos organizamos para llevar alcohol, lavandina, barbijos, antiparras, mascaras fáciles, entre otras cosas. Desde hace un mes que no leo ningún protocolo porque los gobernantes y directores no se ponen de acuerdo. Es terrible cómo se equivocan, lo mal que organizan todo. El sistema lo manejan como quieren, no lo respetan. Es muy fácil decidir qué hacer y cómo hacerlo detrás de un escritorio porque quienes estamos al pie de la batalla somos las guardias médicas, no son los jefes. No nos importa lo que nos ordenen, nos cuidamos entre nosotros.
—¿Cuál es el protocolo de higiene a la hora de llegar a tu casa?
—Desde que empezó la pandemia cambió mucho la rutina de mi vida. Apenas llego a mi casa, me saco toda la ropa y entro directo a la ducha. Limpio todo con alcohol y me voy directo a mi cuarto. Duermo en un habitación aparte, como sola y trato de no cruzarme a mi marido e hijos. Es muy duro, la paso tan mal. Hay días que me levanto bien y con buena actitud, pero hay otros que lloro tanto. Llegar tan cansada del hospital y no poder abrazar a mi familia o compartir una cena es tan doloroso. Distanciarme de esta manera fue difícil, pero sé que es lo mejor para ellos, de esta forma los estoy cuidando. Me angustia saber que puedo contagiarlos, que les puede pasar algo por mi culpa. Este virus es inmenso y me preocupa que muchas personas no se lo tomen con seriedad. Se lo puede contagiar cualquiera, es una lotería. Estoy muy segura de que no va a desaparecer de un día para otro, vamos a tener que convivir con él. En este último tiempo, pensé en pedir una licencia y quedarme en casa, pero no puedo. Mi vida está en el hospital, me hace feliz ayudar a quienes lo necesitan.
—¿Cómo son los partos en pacientes con coronavirus?
—Presencié cinco partos con coronavirus, fueron durísimos, tenía miedo pero nunca lo transmití. Lo ideal en estas ocasiones en estar tranquilo y tener precaución. No es preocuparte, es ocuparte. Cuando una persona que está en trabajo de parto tiene coronavirus, primero es trasladada a un cuarto especial. Nosotros nos vestimos en una habitación aislada y entramos máximo cuatro personas a la sala. Lo primordial es mantener la distancia, aunque es muy difícil porque hay casos en donde no podes atender a la paciente a 2 metros. Para protegernos usamos antiparras, dos barbijos, doble gorro, doble guante, camisolín hemorrepelente descartables y doble botas. Luego del parto, nos quitamos todo con cuidado y lo tiramos en una bolsa aparte. Por último, la sala donde estuvo la paciente tiene que estar media hora sin que entre nadie. Después, hay que limpiarla y para volver a usarla, hay que esperar dos horas.
—¿Cómo es el procedimiento luego de tener al bebé?
—La paciente junto con su bebé es trasladada a una habitación aparte. Estas madres no tienen ningún inconveniente en estar con sus hijos. La transmisión de este virus no es vertical. Es decir, no se transmite dentro de la panza. Lo primordial para evitar que el bebé se contagie es tener las distancias suficientes. La madre se tiene que higienizar bien y tratar de no estar encima de su hijo. Además, deberá estar con el tapaboca a la hora de amamantarlo.