Por Agustina Fernández Acevedo, Lucía Nogara y Julián Romero
Las mujeres fueron las más castigadas por la falta de empleo durante el segundo semestre de 2020, según se desprende del último informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) publicado el 31 de marzo. La pandemia profundizó la pobreza estructural en Argentina. Y esta pobreza está feminizada. ¿Qué significa esto? Este concepto se utiliza desde fines de la década del 70 para referir a los modos en los que la pobreza se mueve según el género: en Argentina, 7 de cada 10 personas pobres son mujeres.
El informe muestra que cuando las restricciones por la pandemia se suavizaron, hubo una recuperación asimétrica del empleo porque ellas se hicieron cargo de las tareas de cuidado, mientras que los varones salieron a buscar trabajo. Como resultado, las jóvenes, pero sobre todo las trabajadoras adultas, tuvieron y tienen menos disponibilidad para insertarse en el mercado laboral por más horas.
“En una sociedad desigual como la nuestra, la pandemia generó que se sigan empobreciendo quienes están abajo de todo en la pirámide, que en su mayoría son mujeres”, señaló la economista y coordinadora de la asociación Economía Femini(s)ta, Lucía Espiñeira, que explicó que quienes se siguen enriqueciendo y ocupando lugares de poder son los hombres, mientras que las mujeres terminan realizando los trabajos peores pagos, asociados a los cuidados y las tareas domésticas y los eslabones con menores sueldos de la salud.
Según una medición realizada por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, la distribución asimétrica de estas labores contribuye a explicar que la participación de las mujeres en el mercado laboral sea más baja que la de los varones. Esto implica, a su vez, que tengan una mayor desprotección social. Sin embargo, los trabajos de cuidado siguen sin ser reconocidos pese a que representan el 15,9% del Producto Bruto Interno.
La socióloga Luci Cavallero plantea: “La mayoría del trabajo de las mujeres no está remunerado, está mal pago o en la informalidad, algo que condiciona a largo plazo la posibilidad del acceso a los derechos económicos, laborales y sociales. Por lo que estamos viendo, hay una desigualdad que se incrementa, sobre todo en los sectores populares“. Como consecuencia, se minimiza la capacidad de tiempo para acceder al mercado formal y al ocio. Con respecto a este punto, Espiñeira reflexiona: “A esto nos referimos también cuando hablamos de una pobreza de tiempo, no sólo desde el punto de vista económico, porque la pobreza es multidimensional”.
En el conversatorio “¿Amplificando las brechas?: Los efectos de la pandemia y perspectiva del empleo en América Latina”, la economista Mercedes D´Alessandro, fundadora de Economía Femini(s)ta y Directora Nacional de Economía, igualdad y género del Ministerio de Economía, explicó que hoy las rutinas están atravesadas por la crisis de los cuidados que la pandemia agravó: “Estas tareas recaen en nosotras y eso es un factor de precarización. Los varones y las mujeres deben poder compatibilizar entre el trabajo pago y no pago. Si no podemos resolver esto tenemos un problema porque es una dimensión que atraviesa a todo el sistema económico”.
“Esta dificultad no es solamente económica sino también política, porque plantea un problema de subordinación de las mujeres, sobre todo en términos de organización. Estas trabajadoras están teniendo muchos inconvenientes para conseguir empleos de calidad y tener una vida plena que les permita salir a trabajar en buenas condiciones”, explica Cavallero. Se trata, agrega, de un sistema económico organizado en base a la explotación diferencial de ciertos cuerpos. “El movimiento feminista abrió la discusión sobre la remuneración de los trabajos y la brecha salarial, que se incrementó en este momento de pandemia y no permitió producir medidas de protesta social. Esta es la paradoja de la pandemia, intensifica las desigualdades y el espacio público para visibilizarlas no está disponible”.
Espiñeira propone como solución un sistema integral de cuidados que incluya políticas públicas que tengan en cuenta todas las aristas del trabajo en los hogares, ya sea remunerado o no, así como también a las mujeres o disidencias que tengan labores en otros sectores y estén asociadas a este tipo de cargas de cuidado: “Hay que entender que no veníamos de un mundo ideal, no queremos volver a esa idea de mujer pulpo que está haciendo 20 cosas a la vez y, en algún sentido, realizamos doble o triple jornada laboral. Hay que cortar con esta asimetría y espero que la pandemia sea una oportunidad para que cambiemos esto y la mentalidad de la sociedad en su conjunto”.