Por Lucía Nogara
Hace 70 años a las mujeres argentinas mayores de 18 años se les reconocía por primera vez el derecho a votar y a ser votadas, gracias a la Ley 13.010 de Voto Femenino, o Ley Evita. El 11 de noviembre de 1951 votaron unas tres millones de mujeres y entre ellas estaban la “abuela Balda”, de 102 años, e Irma Aurora Cerdá, de 90, que hoy vuelven a ejercer su derecho al voto desde la ciudad bonaerense de Dolores con el mismo compromiso que aquella primera vez.
Después de dos años de pandemia y mucho tiempo sin salir, la jornada electoral conlleva una carga emocional más grande para algunas personas. En el caso de una localidad de 30 mil habitantes, ir a las escuelas un día como hoy significa encontrarse con conocidos y es, a su vez, una excusa más para reencontrarse. “Sentí emoción. Tuve que ponerle garra por la edad que tengo, pero la patria se lo merece”, expresó Cerdá minutos después de cumplir su deber cívico. La mujer también dijo que ahora encuentra una gran diferencia entre este sufragio y el histórico: “Hoy encuentro el verdadero valor y la importancia de ese logro de las mujeres de la mano de Eva Perón”.
Irma es la menor de nueve hijos de inmigrantes españoles. Nació y creció en Dolores, fue docente en su juventud y, ya en su adultez, ejerció en un tribunal de menores la labor que hoy realizan las trabajadoras sociales. Todavía conserva su libreta cívica con el sello de ese 11 de noviembre de 1951, cuando ella y sus siete hermanas mayores pudieron meter por fin su sobre en una urna: “Lo hicimos para hacer una patria mejor. Fuimos todas a votar porque queríamos que nos tuvieran en cuenta como mujeres, no como cosas”. A pesar de estar exceptuada por la edad y por ser grupo de riesgo, para Cerdá esta fecha significa mucho más que una obligación: es la responsabilidad de hacer uso de un derecho que tanto costó conseguir.
Eso mismo piensa la “abuela Balda”, que tiene asistencia casi perfecta en todas las elecciones. Si bien hoy no pudo asistir para resguardar su salud ante los riesgos del coronavirus, es una de las votantes ícono de la ciudad. Acompañada de sus familiares y recibida siempre con los abrazos de sus vecinos, es un perfecto ejemplo del valor que tienen estas conquistas y que ir votar es la mejor forma de defender la democracia.