Verónica Finkelstein, 11 años
Hoy: Abogada

Escuchaba, pero no entendía lo que sucedía. Mis padres me pedían que no agarrara nada de la calle y que no le contestara a nadie. Comencé a enterarme de lo que estaba pasando unos meses después del golpe de Estado, cuando se llevaron a unos vecinos de mi country por ser montoneros. Los oficiales dejaron al bebé de la pareja a cargo de su cuidadora, y nunca más se supo de ellos. Esto me hizo entender que sucedía algo serio y me atemorizó.

A los pocos meses, en 1977, estábamos en el country con mis padres y recibimos un llamado de mi hermana mayor pidiéndonos que fuéramos a la librería de mi padre porque la policía lo buscaba. En el traslado recordé lo que había sucedido con los vecinos y me agarró muchísima fiebre por el miedo. Se llevaron preso a mi padre porque eran brutos. Lo acusaban de vender libros comunistas, cuando en realidad él vendía libros en inglés. Confundieron “English” con “Engels”.

A mí me decían que estaba preso y que iba a salir, pero no me dejaban ir a verlo. Luego de una semana en la cárcel de Devoto, lo liberaron. Por tratarse de una detención “legal”, a través del Poder Ejecutivo (PEN), no lo desaparecieron. A diferencia de lo que hacían los grupos paramilitares que, cuando llevaban personas a los centros clandestinos, desaparecían.

Producción: Tomás Betanzos