Luis Soriano, 7 años
Hoy: Ortopedista

Viví toda mi vida en Tres Arroyos, acá la cosa estaba jodida. Éramos pocos y nos conocíamos mucho. Mi viejo trabajaba en la municipalidad y mi mamá en una mercería; yo era hijo único en ese entonces, me la pasaba jugando solo. Disfrutaba de esa soledad, de los ratos libres y de la tranquilidad de mi casa.

Recuerdo que el día que inició la dictadura mi mamá me abrazó muy fuerte. No dejaba de repetir cuanto me amaba, con los ojos llenos de lágrimas. Yo sólo vi que un señor de bigotes salió en televisión y dijo que a partir de ese momento era nuestro nuevo presidente.

No entendí nada, era un pobre niño con aspiraciones de libertad. Al otro día en mi colegio reinaba un silencio atroz, los recreos no parecían ser los mismos. Recuerdo que al llegar al hall fui directo a hacia mi amigo a decirle que juguemos y él me respondió con un hilo de voz: “Hoy no estoy de ánimos”.

Sentí que la vida empezaba a transcurrir en blanco y negro, fue horrendo. Cada vez que salía de casa mi mamá me pedía, con una mano apretujada en el pecho, que por favor me cuidara y que no volviera tarde, ya era una costumbre.

De la casa a la escuela y de la escuela a la casa, así fue mi vida durante esos años, al menos hasta que cumplí 15. Siento que perdí gran parte de mi infancia y mi adolescencia. Fue un periodo muy triste. Mi padre lloraba casi todas las madrugadas en el comedor, yo le preguntaba qué le pasaba, él se fregaba la cara y decía que había visto una película triste de un perrito. No me lo olvido más, fue todo un circo cruel del que nadie se hizo cargo. No lo merecíamos.

Producción: Gastón Mouesca