Juliana Mociulsky, 11 años
Hoy: Médica endocrinóloga

Era el año 1980, mamá estaba presa y papá en un momento personal complicado. En ese momento yo empezaba sexto grado y mi papá le pidió a la bobe que nos cuidara, ella estaba en Bogotá hacía unos años. Viajé sola en avión con mis hermanos y nos recibió toda la familia que teníamos allí.

Recuerdo mi primer día de clases. Yo venía de un colegio estatal en Buenos aires y, como mi abuela pertenecía a la colectividad judía en Bogotá, empezamos en un colegio hebreo. Comenzar en una escuela nueva no es fácil, y mucho menos teniendo tantos códigos por aprender. Además, yo no había tenido ningún tipo de formación judaica y todavía recuerdo la sensación de incomodidad de no pertenecer. Me preguntaban si iba al “shill” (el templo) y no sabía ni lo que era. Extrañaba mucho, todo el tiempo.

Por suerte era muy buena alumna y mis participaciones en clase me dieron mucho respeto y reconocimiento por parte de mis nuevos compañeros. Me anoté en el coro del colegio y, aunque no cantaba bien, en el montón se disimulaba. Extrañaba mucho a mamá, que había cantado en el coro del Teatro Colón.

No teníamos tecnología para comunicarnos. Cuando llamábamos a Buenos Aires teníamos que apurarnos porque la llamada internacional era carísima. También mandábamos muchas cartas contando los chismes de allá. Extrañaba tanto a mamá. La bobe decía que si los militares leían en las cartas que estábamos esperando a mamá, podría influir en la decisión de que la liberaran más rápido. Como garantizar que no se metiera en más “cosas raras”.

Producción: Teo Helman