Por Aimé Bonazza
-¿A qué edad tuvo su primer contacto con Mafalda? ¿Cómo llegó a conocerla?
-Creo que fue allá por 1966, en uno de mis viajes entre Colonia y Buenos Aires. La descubrí en un diario, ya ni me acuerdo cuál era, pero lo que sí recuerdo es haber comprado el primer libro apenas salió, y de una escena mientras estaba en Aeroparque esperando tomarme un avión para viajar a Uruguay: yo muy aferrado al libro de Mafalda, riéndome con cada una de sus historietas, levantar la cabeza y que me diera cierta vergüenza que la gente me viera así, sin saber por qué.
-¿Qué representó Mafalda en su vida?
–La posibilidad de hablar, sobre todo de temas humanos y de visiones críticas que tenemos de la vida, con mucho ingenio. Porque había que ser ingenioso para hacerles decir eso a esos personajes; personajes que, por otra parte, son los chicos y sus cabezas, que te dejan todo el tiempo atontado por lo que dicen. Pero Mafalda era una adelantada; hoy ya no sería tan sorprendente porque en la actualidad los chicos manejan un volumen de información completamente distinto al de entonces. Por eso en aquellos tiempos el ingenio fue una forma de adelantarse a su tiempo.
-¿Se identifica con Mafalda o con algún otro personaje de la historieta? ¿Por qué?
-A mí me caía muy bien Felipe, pero todos en general me resultaban identificables, pues tenían una dosis de ingenio y de ternura muy importante; digamos que la única detestable era Susanita, que representaba fuertemente lo que uno rechaza.
-¿Está de acuerdo con la crítica social y al sistema que Quino hacía en sus historietas?
-Sí, sí. Yo he leído algunas críticas que le hacen hoy a Quino sobre cierta insuficiencia del peronismo expresada desde el personaje de Mafalda. Es decir, ahora advierto que desde el punto de vista peronista, por el tiempo en el que esto transcurría y demás, hay cierta crítica acerca de que el personaje ninguneaba al movimiento; y bueno, la observación no es demasiado discutible. Pero yo creo que en el hecho de no querer entrar en la política partidaria y sí en la política general, en las quejas del conjunto, etcétera, estaba el valor de Mafalda, porque también hubiese sido inentendible que una niña de 6 años supiese de política en los detalles pragmáticos, prácticos. No obstante, puede ser que desde el punto de vista político la tira tuviese limitaciones o críticas aunque no exprofesas, no deliberadas seguramente, simplemente porque el camino no pasaba por ahí.