Por L. Espinola, A. Saglietti, B. Masello y B. Wagner
A 30 años de la muerte de Jorge Luis Borges, la Biblioteca Nacional, espacio del que fuera director durante 18 años (1955-1973), sigue siendo un tesoro lleno de pistas y anécdotas sobre cómo el escritor trabajaba en sus obras. Dos bibliotecarios llevaron a cabo una investigación que revela la manera en que escribía sus anotaciones y opiniones en libros ajenos que luego usaba como ideas para sus propios trabajos.
Dos años después de su asunción como director, Borges comenzó un arduo trabajo de recopilación de textos de diversos autores. Estos manuscritos inéditos, que estuvieron escondidos por toda la Biblioteca durante tres décadas, ponen de manifiesto qué pensaba, qué le interesaba y cómo pasaba sus días rodeado de libros.
“Si algo caracteriza al ‘usus scribendi’ de Borges es que corregía y actualizaba los textos permanentemente”, dijo Germán Álvarez, ideólogo de la investigación. Borges usaba los libros de su biblioteca como “una especie de borrador”, en el que plasmaba cualquier idea posible para luego volcar en su obra final. No le temblaba el pulso al tener que tachar y reescribir una y mil veces sobre el mismo libro. Sin embargo, una vez usados, los regalaba o perdía quién sabe dónde.
El bibliotecario, intenso lector de Borges, trabajó junto a su compañera Laura Rosato, quien pudo encontrar gran parte de ellos. Ambos hicieron un arduo trabajo de investigación. “Se me ocurrió buscar primero en la bibliografía de Borges qué libros citaba, para luego intentar encontrar todos y ver si estaban escritos por él”, contó. Actualmente llevan 800 libros recuperados.
Las claves de la investigación
Las citas, anotaciones y apuntes de Borges no eran al azar, sino que tenían un sentido. El bibliotecario Álvarez se dio cuenta de que las notas que había en aquellos libros estaban citadas en algunos cuentos o ensayos. “Entonces razoné que ésta sería una especie de negativo de la obra”, explicó. Pero no eran solo libros los que trabajaba Borges. La clave para este descubrimiento fue una edición de la revista Sur, en la que se publicó el cuento “Tema del traidor y del héroe”.
El escritor se encargó de actualizar ese cuento, y cuando Álvarez lo encontró en la hemeroteca -colección de revistas, diarios y publicaciones periodísticas-, descubrió un último párrafo adherido en la edición que terminaba con la frase: “También eso, tal vez, también ha sido previsto”. Él no dudó en asociarlo con su situación. “Borges de alguna manera juega con esto. Lo dejó escondido en la Biblioteca para que un lector futuro lo encuentre y conozca cómo se hicieron sus obras en verdad”, reflexiona.
Según él, Borges quería reflejar sus ficciones, ya que en ellas hablaba de bibliotecas, libros perdidos o que nunca existieron, como “el libro de arena”. “Entonces él mismo hacía eso en la realidad. Perdía libros para que un futuro lector los encuentre”, destacó el bibliotecario que, al editar este material, publicó en 2010 el libro “Borges libros y lecturas”, que muestra todo lo que encontró a lo largo de los años.
El volumen 2 del libro está en proceso. Y Laura y Germán están trabajando para abrir el “Centro Borges” en el edificio ubicado en México 564, CABA, donde estaba ubicada la Biblioteca cuando Borges era su director. El objetivo es devolver los libros encontrados a su punto de partida. “Yo pienso que es la investigación de una vida, voy a seguir con esto. Cada vez que encuentro un nuevo libro es una sensación de infinitud, porque siempre encuentro uno más”, concluye Álvarez.