Por G. Rocca, J. Gómez, V. Zapat, S. Rodríguez Sañudo y A. López
Durante años, su nombre sonó como uno de los favoritos al reconocimiento, sin embargo, Jorge Luis Borges murió sin ser galardonado con el premio Nobel de Literatura. Las razones de esta omisión siguen siendo motivo de análisis.
Algunos escritores y estudiosos opinan que se debió a un factor literario. Otros, en cambio, a motivos personales (Borges había criticado la obra del poeta sueco Artur Lundkvist, que más tarde fue secretario permanente de la Academia) y, por último, a razones ideológicas.
En 1976, Borges viajó a Chile, donde recibió de manos de Augusto Pinochet el doctorado honoris causa y elogió al dictador en plena dictadura de ese país. “Él (Pinochet) es una excelente persona, por su cordialidad, su bondad… Estoy muy satisfecho”, declaró a la prensa.
Su avasallante personalidad y sus desafiantes declaraciones políticas conspiraron para que la Academia Sueca no se arriesgara a otorgarle el premio. Borges lo sabía y públicamente le quitaba dramatismo. “Yo siempre seré el futuro Nobel”, decía.
El escritor Federico Andahazi sospecha que a Borges nunca le dieron el Nobel “porque nunca escribió una novela”, y agrega: “No me parece una razón válida, aunque entiendo que lo limita en comparación con otros autores”. Por su parte, Diego Paszkowski se pregunta: “¿Por cuestiones políticas? ¿Por qué a alguien en la Academia no le caía bien? Las cuestiones de los premios son arbitrarias y azarosas”.
OTRA VEZ LA POLÍTICA
En el libro “La furtiva dinamita” (así bautizó Borges al premio) del escritor Juan Pablo Bertazza, cuenta que en 1976 Borges se negó a recibir el Nobel y prefirió el título de honoris causa y la Gran Cruz de Orden al Mérito Bernardo O’Higgins de manos de Augusto Pinochet, el 21 de septiembre de 1976, día del asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington.
Según afirma María Kodama en el libro de Bertazza, la Academia Sueca estaba dispuesta a premiarlo, pero pedía que fuera entre aquellos que “hicieran la obra más sobresaliente en el campo de la literatura en una dirección ideal”.
Al abrazo con Pinochet hay que sumarle el almuerzo celebrado en la Casa Rosada que reunió a Videla con el sacerdote Leonardo Castellani (que pidió por la desaparición de Haroldo Conti), al secretario de la presidencia, José Villarreal, y a los escritores Ernesto Sábato, Horacio Esteban Ratti y Jorge Luis Borges. A la salida, Borges dijo sobre Videla: “Es todo un caballero”. Estas actitudes habrían sido determinantes para la decisión de la Academia Sueca y “castigarlo” no otorgándole la distinción.
María Kodama asegura que a Borges “no le importaban los premios, lo que le importaba era escribir”. Y lo cierto es que la obra literaria del autor de “Ficciones” supera cualquier distinción. Discutido por su ideología y algunas actitudes, será siempre recordado como el mejor escritor de todos los tiempos.