Por S. Acosta, L. Alcázar, P. Chiarantano, D. Kemper, P. Masso y Y. Rodríguez
“No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”, puede leerse en el prólogo escrito por Jorge Luis Borges que abre cada uno de los 74 libros seleccionados por él para su colección Biblioteca Personal, integrada por obras de autores argentinos, como Leopoldo Lugones, Julio Cortázar y Manuel Mujica Láinez, y extranjeros, como Henry James, Franz Kafka, André Gide, Fiodor Dostoievski y Joseph Conrad.
“Para Borges no había alta y baja literatura, porque de todo ese mundo tomaba lo que le gustaba y necesitaba”, dice Laura Rosato, quien, junto a Germán Álvarez, es responsable de la curaduría de la Colección Borges de la Biblioteca Nacional, institución que el escritor dirigió entre 1955 y 1973. Durante 20 años, Rosato y Álvarez se han dedicado a leer e interpretar las notas que Borges dejó en sus libros. “Cuando uno lee sus notas, puede apreciar la austeridad, la sobriedad de la forma en que lee”, dice Álvarez, y agrega: “Saca lo mejor, lo exprime, pero nunca interviene. Nunca hay una opinión, ni siquiera le cambia el idioma al texto”.
Para Martín Hadis, autor de los libros “Borges profesor” y “Excéntricos y literatos. Los ancestros ingleses de Jorge Luis Borges”, el escritor prefería los cuentos cortos y los poemas breves, y no tanto las novelas. “A Borges lo influyó toda la literatura del mundo y de distintas épocas, por lo cual resulta muy difícil indagar sus fuentes y separar unas de otras”, dice Hadis. “En base a su ‘Autobiografía’, se sabe que le gustaba principalmente la literatura de habla inglesa, autores como Chesterton, Stevenson, Kipling, Edgar Allan Poe y Walt Whitman, aunque también leía autores argentinos y de habla castellana”.
La manera en la que Borges llevaba a cabo sus lecturas era tan singular como él mismo, señalan Rosato y Álvarez. “No leía orgánicamente, sino que iba ojeando y entraba al texto con un preformato de lo que iba a buscar en él”, explica Álvarez. “Siempre marcaba en las notas temas recurrentes que fueron la base de su obra. Se ven anotaciones que se repiten en sus libros y poseen la misma temática”.
Con el conocimiento del ávido lector que era, Borges fue también un destacado antologista y compilador. Además de su Biblioteca Personal, el autor creó la colección de novelas policiales El Séptimo Círculo junto a Adolfo Bioy Casares. “Borges abordaba algo de su interés desde lo básico, desde la enciclopedia, y se iba internando hacia los textos más profundos”, dice Álvarez. “De ese modo, se convertía en un gran selector y presentador de temas”.
Su interés por una inabarcable variedad de temas convertía a Borges en un lector hedonista, motivado por el placer de la lectura. “No le gustaba el concepto de lectura obligatoria, le parecía una idea tan absurda como plantear una felicidad obligatoria”, dice Hadis. En el mismo sentido, Álvarez asegura que no había linealidad en la forma en la que Borges se relacionaba con los textos porque a él “lo guiaba el placer, la única guía que tenía para leer era la lectura en sí misma”.