Por S. Francini, C. Salvadó, S. Scharn, R. Sokolzky y L. Trotta
Además de autor consagrado y lector voraz, Jorge Luis Borges fue un cinéfilo erudito que exploró el séptimo arte como crítico en la revista Sur, y también como guionista en sociedad con Adolfo Bioy Casares, con quien escribió los guiones de las películas “El paraíso de los creyentes” (1940), “Invasión” (1969) y “Los orilleros” (1975).
“Es importante aclarar que Borges no ve en el cine a un rival de la literatura, sino un arte o un espectáculo al cual apreciar”, afirma Jorge Zavaleta, profesor de letras en la Universidad de Pittsburgh y autor del ensayo “Borges y el cine: imaginería visual y estrategia creativa“.
Otros especialistas detectan incluso una influencia del cine sobre la escritura de Borges. “No sería aventurado decir que su estilo y su forma de contar guardan una estrecha relación con la técnica cinematográfica, como si se hubieran superpuesto los dos órdenes imaginarios en el momento de la iluminación”, dice el español Javier Herrera Navarro, doctor en Historia del Arte y el Cine, en un artículo publicado en la revista cultural Turia.
Borges tenía predilección por el western y las películas de gángsters porque decía que sus argumentos eran épicos y, al mismo tiempo, realistas, al presentar el coraje humano en situaciones verídicas. “En estos tiempos en que los literatos parecen haber descuidado sus deberes épicos, creo que lo épico nos ha sido conservado, bastante curiosamente, por los westerns”, dijo Borges en su entrevista a la prestigiosa revista literaria The Paris Review.
Los paralelismos entre el mundo narrativo de Borges y el de las películas de gángsters son “evidentes“, según Herrera Navarro, para quien las bandas de contrabandistas, orilleros y arrabaleros que aparecen en las tramas borgeanas “son equivalentes a los gangs de Nueva York o a los hampones de Chicago; el taita o guapo, el cuchillero y el malevo a los matones y guardaespaldas de los capos mafiosos; la prostituta a la cabaretera; el aguardiente de caña al whisky y, finalmente, el tango al swing o a la canción jazzística en general”.
No es casual, entonces, que Borges prefiriera el cine estadounidense por sobre cualquier otro, incluso el francés, al que consideraba “una exaltación del tedio” y, en realidad, “uno va al cine en busca de emoción y diversión“. La acidez de afirmaciones como esa atravesaba las críticas que el autor publicaba en la revista Sur, en cuyo número 83, de agosto de 1941, dijo que “El ciudadano” adolecía “de gigantismo, de pedantería, de tedio“. En la actualidad, la obra maestra de Orson Welles es considerada una de las mejores películas de la historia.
SOCIEDAD CREATIVA
Borges tuvo en Bioy Casares, además de un amigo, su principal socio creativo. Juntos realizaron antologías, idearon la colección de novelas policiales El Séptimo Círculo, y escribieron los guiones de las películas “El paraíso de los creyentes” (1940), “Los orilleros” (1975) e “Invasión” (1969). Mientras las dos primeras eran dramas ambientados en un ambiente de criollos dominado por la tradición y las costumbres, “Invasión” es una historia de ciencia ficción en la que un grupo de hombres, comandados por un anciano, intenta detener una invasión a la ciudad de Aquilea. “Invasión”, según Zavaleta, “es una de las películas más importantes del cine de culto vanguardista argentino”.