Por A. Longhi y C. Hernández Brondo

Habían pasado tres meses desde que cortaron. Paula todavía extrañaba a Santiago. En la vida real, no lo había visto desde ese día, pero en la virtualidad seguía en contacto. Siempre “entraba en la misma”. En el perfil de Instagram de su ex observaba quiénes le habían dado Me gusta a sus publicaciones, cuáles eran sus nuevos seguidores y qué hacía él en sus historias.

Hoy, cuando un vínculo se termina, la relación sobrevive virtualmente. De alguna forma, las redes sociales y nuestra huella digital -el rastro que dejamos cuando usamos Internet– dan la sensación de que el vínculo se duplica, al real se suma el virtual.

Mora Matassi, licenciada en Comunicación por la Universidad de San Andrés, magíster en Tecnología, Innovación y Educación por la Universidad de Harvard y doctoranda en Comunicación y Tecnología por la Universidad Northwestern lleva tiempo investigando el tema. En su ensayo Vivir en las redes sostiene que las redes han dejado de ser objetos para convertirse en entornos, donde el usuario está con los otros. Ya no se usan las redes sino que se vive en ellas de manera constante y vertiginosa.

De esta manera, los hábitos que se incorporan en los vínculos cuando las personas se relacionan por redes sociales son una continuación de aquello que se hace por fuera del mundo digital. “Gestionar lazos intensivamente, compartir información, armar grupos de trabajo y colaboración, participar de causas sociales -desarrolla ahora Matassi- son actividades reconocidas en nuestras prácticas offline. Lo que sucede online es que se intensifican, y la escala y velocidad a la que podemos llevarlas a cabo aumenta considerablemente”.

Matassi cuenta que en aproximadamente diez años de redes sociales las personas se han “acostumbrado a imaginar la presencia o el pasaje del otro en relación a las huellas que deja como la foto de perfil, señales de conexión como el visto o la última vez de WhatsApp, estados, historias, likes, geolocalizaciones, etiquetas, hashtags, y más”. Cuando se termina un vínculo hay que lidiar con la presencia de todas esas cosas, y una característica de las redes es que tenemos cierto poder pero no todo el poder de controlar lo que nos llega”, explica.

La ventana indiscreta

En esta costumbre de estar pendiente de lo que el otro hace se podría llegar a inferir que una separación cuesta más con las redes de por medio. Sin embargo, para la psicóloga cognitivo-conductual especializada en sexo y relaciones Marcela Collia “las cosas no cambian”.

“Una vez un amigo dijo que la cantidad de personas que podían tener una relación abierta hace sesenta años es la misma cantidad que pueden tener una relación abierta hoy. Para mí hay dispositivos nuevos, pero no cambian las cosas en sí”, manifiesta la especialista. “Antes estaba la ‘pasadita’, como decía mi vieja: pasar por la puerta de la casa de la persona. No creo que cueste más separarse, pero sí que hay mensajes ambiguos y uno se entera de cosas que no se quiere enterar. Quizás es más difícil sostener un contacto cero, que es la mejor forma de separarse.

El proceso de duelo parecería costar más porque, como dice Collia, no se puede sostener el contacto cero. A través de las redes sociales se intensificó el hábito de observar y sacar conclusiones sobre el otro, a partir de las huellas que se dejan en la vida digital.“La actividad de ‘peritaje’ e inferencia que hacemos cotidianamente se ha normalizado, y como nuestra presencia y la de los demás se multiplican en las pantallas, sentimos una multiplicación casi exponencial de esa mirada nuestra para con el otro y del otro para con nosotros. Que el visto de WhatsApp importe y moleste es síntoma de esa necesidad de confirmar y mirar y de jugar reflexivamente con el saber que se tiene de la mirada”, dice Matassi.

Seguir o dejar de seguir, esa es la cuestión

Carolina, a diferencia de Paula, fue determinante. Dejó de seguir a su ex ni bien se separaron. Para ella, el duelo es el mismo, pero no está pendiente de lo que hace él en las redes sociales. Con sus amigas acordó que no le dijeran nada sobre su ex ni le mostraran información que podría afectarla.

Frente a esta realidad que suelen atravesar los vínculos, Collia asegura que para cortar una relación en la vida real hay que cortarla también en la virtual. “Cuando terminé con mi primer exnovio hice algo patético, me bajé un mandala y cada día que pasaba con contacto cero pintaba un cuadradito. Parece una tontería, pero necesitás hacerlo por vos. De lo contrario estás retrasando un proceso”, cuenta la psicóloga.

Matassi admite que si las redes sociales son un lugar en sí mismo entonces es posible que existan vínculos que se sostienen, únicamente, en esos espacios y que prescinden de un correlato físico. “No me parece raro imaginar personas que construyen lazos de amistad desde y en Twitter, por ejemplo”, dice. “Y no por eso serían menos genuinos o válidos que un vínculo cara a cara”.

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