Por Magalí Schefer
El confinamiento decretado por el gobierno de Alberto Fernández el 20 de marzo resultó en un parate de gran parte de la economía. Y coincidió con la declaración de la emergencia sanitaria -al inicio de su gestión- en un contexto económico recesivo presente desde hace tres años que además generó un desorden macroeconómico y, con ello, mayor inflación, pérdida del poder adquisitivo de los salarios y un aumento del desempleo.
Mauricio Macri había pedido al inicio de su mandato que fuera juzgado en función de la cantidad de personas que resultaran bajo la línea de pobreza (LP), aquellos cuyos ingresos están por debajo del valor de la Canasta Básica de Alimentos (CBA) y bienes y servicios no esenciales, e indigencia (LI), es decir, quienes tienen ingresos por debajo de la CBA. Su presidencia cerró con un índice de pobreza del 35 por ciento y un 8 por ciento de indigencia en los 31 aglomerados urbanos de nuestro país, según el INDEC.
La situación actual está atravesada únicamente por proyecciones debido al panorama de constante cambio y sin rumbo fijo. Desde el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), su director, el economista Hernán Letcher, considera que el salto en el índice de pobreza sería del 5 por ciento en este semestre, aunque es arbitrario porque la forma de proyectar vía ingresos se vio “sensiblemente” afectada. Para llegar a esos resultados tiene en cuenta los ingresos que afectan a la franja cercana a la LP: jubilación mínima, Asignación Universal por Hijo (AUH), una aproximación a los ingresos de los informales (a través del salario mínimo) y monotributistas (mediante el RIPTE) y la mediana de los salarios.
“Vamos a superar largamente el 40 por ciento, pero hay que ver si nos acercamos al 50 por ciento y si esto empeora en función de las consecuencias de la pandemia y la recesión”, pronostica Martín Kalos, economista y director de EPyCA Consultores. Además, resalta la importancia de los programas económicos asistenciales del Estado -pago extra de la AUH, bono de jubilados y pensionados que reciben la mínima, Tarjeta Alimentaria e Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)- que impiden un aumento exponencial de la pobreza y la indigencia.
El economista Matías Torchinsky Landau coincide en la importancia de este dinero, aunque estima que el Gobierno podría ser “un poquito más atrevido”. “Estamos viendo paquetes fiscales en el mundo que llegan hasta 20 puntos del Producto Bruto Interno (PBI). Acá es bastante más reducido, pero hay espacio para seguir interviniendo y apoyando los ingresos para evitar impactos”, manifiesta.
Por otro lado, el informe del INDEC arrojó que, de las regiones analizadas, las del Noroeste (NOA) y Noreste (NEA) tuvieron la mayor cantidad de pobres no indigentes, mientras que la menor se encontró en las áreas Pampeana y Patagonia. Frente a este contexto, la economista e investigadora Mariana González manifiesta que los mayores incrementos serán en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) ya que es la única zona en la que aún se mantiene la fase tres de la pandemia. En esa misma línea, Kalos apunta específicamente al conurbano bonaerense, “una zona muy álgida donde se concentran bolsones de desempleo y desigualdad”.
Acerca de una posible salida post pandemia, Agustín Salvia -sociólogo y director del Observatorio de Deuda Social de la UCA- apunta a políticas de crecimiento y recuperación: sostenimiento de la pequeña y mediana empresa y de ciertas líneas de asistencia, mientras se conviertan en empleo. “Implicará mucho trabajo y demanda que seguramente el sector privado nunca va a poder brindar y obviamente sí los programas estatales”, dice. Mientras que Torchinsky Landau apuesta al apoyo financiero del Banco Central con un rol más activo que otros mercados. “Estamos viviendo un cambio de paradigma a nivel global en las intervenciones estatales por lo que cosas que eran pecado hasta hace unos meses hoy son moneda corriente”, analiza.
“Una salida posible sería la keynesiana, con inversión en obra y gasto público en general y transferencias que apuntalen el ingreso en términos reales, habida cuenta de que justamente lo que se está percibiendo como característica central es una sensible caída en los ingresos reales”, dice Letcher. Su consultora estimó una probable recuperación hacia el tercer y cuarto trimestre del año y, sobre el próximo, adelantó un posible saldo positivo en el nivel de actividad. “El efecto de la pandemia va a trascender este 2020, va a perdurar en términos económicos”, concluye.