Por Ludmila Di Grande

Tras la invasión de Rusia a Ucrania, las naciones occidentales impusieron una serie de sanciones sin precedentes al país invasor como respuesta a sus acciones militares. Si bien estas medidas lograron debilitar la economía rusa, los efectos en la economía global no tardaron en llegar.

Entre las principales sanciones están el bloqueo a las reservas internacionales del Banco Central de Rusia, su exclusión del sistema financiero occidental mediante la prohibición a bancos rusos para realizar transferencias internacionales a través del sistema de comunicaciones interbancario SWIFT, lo que es un impedimento para cobrar los beneficios de sus exportaciones y pagar los bienes importados; la limitación de acceso a los bancos a créditos internacionales, la suspensión de operaciones por parte de las compañías Visa, Mastercard y American Express, y la restricción a entidades rusas para acceder al mercado de la Unión Europea.

El impacto en la economía rusa fue inmediato: el rublo se devaluó casi un 60% frente al dólar, la bolsa de Moscú cayó más del 40%, se formaron largas filas en los bancos para retirar divisas, el Banco Central subió los tipos de interés del 9 al 20%, por lo que el acceso a nuevas hipotecas será más difícil; se suspendió la venta de divisas extranjeras por 6 meses (se puede extraer hasta 10.000 dólares), se reportaron problemas con los pagos con tarjetas y se registró una salida masiva de rusos del país frente al panorama económico por la migración de empresas y la limitación de operaciones financieras. Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales, afirma que las sanciones no lograron hacer que Rusia retroceda militarmente ni tampoco las considera una herramienta que mejore la posición de Ucrania para avanzar en la mesa de negociaciones.

Las consecuencias de las medidas de Occidente en una economía globalizada se reflejaron principalmente en las commodities. Así, el aislamiento económico de Rusia provocó un fuerte aumento del precio del gas y el petróleo, dado que el país es uno de los principales productores y no hay suficiente oferta para cubrir la demanda. Actis señala que la economía rusa se ve beneficiada por este incremento ya que el comercio de estos productos le permite un gran ingreso de dólares.

Los metales como el aluminio, el níquel, el paladio y el zinc no quedaron exentos de la escalada de precios: en parte esto se debe a la reducción del suministro y a las dificultades en el transporte por la guerra, pero también a que las fundidoras de metal europeas se vieron obligadas a reducir la producción por los aumentos energéticos. Por otro lado, también se dispararon los costos de los alimentos ya que una porción crucial del trigo, el maíz y la cebada se encuentran en manos de Rusia y también una porción aún mayor de fertilizantes. 

Un país que se vería perjudicado si las sanciones continúan escalando es Brasil, ya que es el principal importador mundial de fertilizantes. La importación de este producto representa el 85% de lo que se necesita para el cultivo de granos y más del 20% provienen de Rusia. Es por eso que, con el apoyo de países sudamericanos como Argentina, argumentó ante la ONU que los nutrientes de los cultivos, como los alimentos, no deberían ser objeto de penalización.

Pese a que por el momento las materias primas quedaron prácticamente libres de sanciones internacionales, ciertas empresas de transportes se niegan a aceptar pedidos de productos que provienen de Rusia, y las dos compañías navieras y de portacontenedores más importantes, MSC y Maersk, cesaron sus servicios en el país.

Con este difícil escenario, sumado al intento de recuperación económica tras la pandemia, se prevé que la inflación siga siendo elevada durante este año ya que los aumentos en la energía repercuten en los insumos que se necesitan para producir. Así, las empresas empezarán progresivamente a trasladar sus costos a los precios.

En este contexto, Actis asegura que las naciones de Occidente son conscientes de que los instrumentos económicos aplicados tienen un efecto boomerang sobre sus economías y que si bien Rusia representa solo el 1,7% del PBI mundial, es un actor central en el comercio de commodities por lo que las sanciones provocan alteraciones en los mercados y disrupciones que pueden llevar a una estanflación a nivel internacional.

Para paliar las consecuencias de las medidas punitivas, la Agencia Internacional de Energía (IEA) liberará 60 millones de barriles de petróleo de sus reservas de emergencia. También EE.UU. comenzó a negociar con Venezuela para reemplazar el petróleo que le compraba a Rusia a pesar de que en 2019 Washington impuso un embargo que impide al país sudamericano negociar su crudo en el mercado estadounidense. Por su parte, Brasil negocia con Canadá para reemplazar los fertilizantes rusos. 

Por otro lado, los gobiernos europeos hacen recortes fiscales y otorgan subvenciones para enfrentar el encarecimiento de la energía. Mariano Beldyk, politólogo especialista en relaciones internacionales, asegura que Europa sigue dependiendo en un 40% del gas ruso y si bien ya fijó un plan para desacoplarse de la dependencia energética, este puede llegar a tomar meses. Por eso es probable que ese plan esté basado en la hipótesis de un conflicto que puede persistir, aunque no necesariamente como una guerra.

Rusia, en tanto, también tomó medidas estratégicas en respuesta a las sanciones económicas. Frente a la devaluación inicial, el gobierno prohibió a sus residentes transferir divisas al extranjero y los exportadores se verán obligados a convertir en rublos el 80% de sus ingresos en monedas extranjeras. Además, rechazará el pago de gas de los “países hostiles” en divisas. Así la moneda rusa empezó a crecer y el dólar cayó por debajo de la marca de 100 rublos, luego de haber alcanzado máximos históricos de hasta 158.

Beldyk interpreta que, con esta medida, el gobierno ruso busca que se vuelva a conectar el Banco Central de Rusia al sistema financiero y que se aprecie la moneda para bajar la inflación. Señala que hay que tener en cuenta que el país ya arrastraba una crisis económica porque se encuentra penalizado desde 2014, aunque no a este nivel. Sin embargo, en los últimos ocho años logró diversificar su comercio y no depender tanto de sus ventas a Europa.

Por otro lado, Beldyk explica que las naciones occidentales utilizan la estrategia económica ya que Rusia posee armas nucleares y no pueden involucrarse en un conflicto bélico de esta naturaleza. Actis considera que el objetivo de Rusia con esta guerra es recuperar su prestigio y demostrar que es un actor influyente. Con ese fin despliega dos de sus herramientas más importantes en términos de poder: sus recursos militares y energéticos. 

El lugar que ocupará Rusia en el escenario mundial luego de la invasión a Ucrania es una incógnita.