Por P. D’Elía y E. M. González Nuñez, F. Capelli, G. Asato y J. Cantero
Es un año de cambios y crisis para la industria editorial. Desde el inicio de la pandemia se observa una drástica reducción de las publicaciones programadas hasta fin de año y una caída histórica en las ventas de un negocio que ya venía golpeado desde antes de la Covid-19. La mayoría de los ejemplares se vendían en las librerías, que permanecerán cerradas durante este regreso a la fase 1 del aislamiento. La cantidad de ejemplares publicados en abril fue de 500 mil contra los 1,9 millones de marzo y los 5,8 millones de abril del año pasado. Además, durante el cuarto mes de 2020 se publicaron 1.258 novedades, una caída del 37 por ciento respecto de marzo y del 50 por ciento respecto del mismo mes de 2019.
Una de las principales medidas de las editoriales fue digitalizar material publicado anteriormente en papel. Estos ejemplares representaron el 63 por ciento de las novedades de abril. Víctor Malumián, de Ediciones Godot, afirma que esa editorial y “Siglo Veintiuno fueron las únicas que lanzaron novedades exclusivamente digitales cuando la cuarentena era más estricta y los libros no podían circular ni por delivery“.
“Ahora hay muchas editoriales que están empezando a digitalizar. Muchas no tenían el material en ese formato porque no tenían gente que lo hiciera o capacidad para gestionar, entre otras cosas. Pero el número de empresas que se negaban a la digitalización era mínimo. Ahora se abrió una nueva oportunidad“, cuenta.
Con respecto a la caída de las ventas, Malumián asegura que “afecta fuertemente a la bibliodiversidad, ya que solo se van a publicar los libros con mayor poder de venta“. Como ejemplo cita a la editorial Planeta, que salió con 35 mil ejemplares de “Aramburu”, de la periodista María O’Donnell. “Lamentablemente, los libros más experimentales van a ver la luz muchísimo más tarde”, pronostica.
En referencia a los cambios de la industria, el creador de la Feria de Editores opina que “las que más tuvieron que adaptarse fueron las librerías“, y explica: “Algunas implementaron el delivery muy rápido. Las que funcionan puertas adentro ya lo tenían incorporado, pero ahora lo expandieron. Las más pequeñas consiguieron inmediatamente el permiso de circulación. Pero a las cadenas, por los procesos y protocolos, les tomó más tiempo y perdieron muchas ventas. Incluso varias ni siquiera pudieron abrir porque están en shoppings”.
La situación de las grandes cadenas
Tanto Yenny como Cúspide, las principales cadenas del país, adeudan a casi todas las editoriales el importe de las ventas de diciembre 2019 y todo 2020. Estas empresas toman en consignación grandes cantidades de ejemplares para copar el mercado, en detrimento de las librerías más chicas. Además, pagan a más de 120 días y se quedan con el 50 por ciento del valor de los libros.
“Apenas empezó la cuarentena comenzaron a rebotar sus cheques. No hay respuestas de cuándo volverán a pagar. Siguen proponiendo que entreguemos las novedades para, con lo recaudado de ahora en más, empezar a pagar deudas. Es decir que proponen que las editoriales financien sus desbarajustes”, denuncian fuentes del sector editorial.
Esta falta de pago afectó directamente a autores, editores, libreros, imprenteros y distribuidores. Guido Indij, coordinador de editoriales como Interzona y gerente de la distribuidora de libros Asunto Impreso, destacó que el 60 por ciento de las ganancias provienen de las librerías. Malumián, por su parte, dijo en una entrevista con Infobae que lo interesante que va a dejar la pandemia son las alianzas que muchos libreros hacen con distribuidores y autores para afrontar la crisis. “No sería nada raro que de acá a un tiempo relativamente corto empecemos a ver proyectos que sean fruto de esas alianzas”, sostuvo.
Números en rojo
La situación es alarmante. La Cámara Argentina del Libro solicitó al ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, que subsidie un 30 por ciento la facturación perdida en estos meses, una cifra que representaría unos dos mil millones de pesos. El funcionario firmó un acuerdo junto con la Conabip, la Fundación El Libro, la CAL y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) para que el Estado invierta casi 48 millones de pesos en material para 950 bibliotecas populares (el doble que en 2019), lo que significa la adquisición de entre 120 mil y 130 mil nuevos libros.
Al Ministerio de Educación de la Nación también le han pedido una gran compra de libros para oxigenar toda la cadena de valor. En caso de aprobarse el pedido, lo recibirían todas las editoriales (no sólo las que están en la CAL) y las librerías, aunque seguramente se priorizará darles más a las pequeñas y menos a las grandes.
Mientras tanto, un relevamiento registró que para el 68 por ciento de las editoriales las medidas tomadas hasta ahora por el Estado son insuficientes, ya que no llegan a cubrir los costos del impacto. Para Indij, “si bien es un alivio y una sensación de acompañamiento, el nivel de ventas cayó tan drásticamente que pagar la otra parte de los sueldos, el resto de los gastos de una empresa, las deudas generadas y cobrarles los clientes es muy difícil”. Sin embargo, se muestra optimista: “Tratamos de concentrarnos en los libros que vienen y pensamos que algunas cosas volverán a la normalidad. Seguiremos teniendo libreros clientes y vendiendo a través de esos canales”.
Para Verónica Stedile Luna, de la editorial Eme de La Plata, “la pandemia vino a profundizar una situación crítica que viene desde 2016”. “Las editoriales más pequeñas tenemos muchas dificultades para sobreponernos a una crisis económica. Nuestros márgenes de costo-ganancia son muy apretados por las formas de impresión y circulación que tenemos. Pero si bien cualquier problema nos afecta de forma contundente, al tener estructuras pequeñas es más fácil reconvertirse. Por ejemplo, para nosotros tener la editorial parada un mes no significa pagar diez sueldos. Todo tiene su lado positivo y negativo”, cuenta.
El contexto, entonces, obliga a lo que Stedile Luna define como una gran transformación: “Al inicio de la cuarentena me negaba a sacar algún libro hasta que no se pudiera hacer una presentación. Pero como no va a ser posible reunir a más de 60 personas hasta, siendo optimista, octubre, tuve que replanteármelo y repensar la sociabilidad del libro, algo muy difícil de reemplazar y con lo que nuestras editoriales nacen. Adaptar esta situación a la virtualidad es el máximo desafío. Pero no es algo tan sencillo como poner nuestro catálogo en PDF. Es una forma de acceso, de abaratar costos y llegar a más lectores, pero no la solución”.