Por A. Botto, M. Canal Pereira y M. Gallo
El racismo ejercido hacia los afrodescendientes, latente en la sociedad estadounidense actual, llegó a un punto culminante a partir del asesinato de George Floyd en manos de un policía blanco. Este tipo de discriminación es transversal a todos los aspectos de la vida, y la música lírica no es ajena.
Russell Thomas, tenor del Metropolitan Opera de Nueva York, manifestó: “Hubo un tiempo en que los hombres negros no éramos tolerados en esta industria”. De hecho, el primer hombre negro en participar en una obra fue en 1965, diez años más tarde que la primera mujer. “Ahora, porque en el negocio se ha puesto de moda, todo el mundo quiere poner una foto por el #BlackoutTuesday y mostrar que son diversos poniendo un cantante negro en el escenario”, agregó el tenor.
La industria de la ópera en Estados Unidos es muy profesional. A diferencia de la Argentina, que llegó a tener hasta nueve compañías de ópera, allí existen ciento seis empresas vinculadas al sector. Janai Brugger, soprano del Metropolitan, reflexionó: “Sería importante ver más gente afro en otras áreas del mundo lírico, no solo en el escenario, sino detrás de escena, fuera del escenario, en casting, en relaciones públicas o en la administración, para obtener los cambios por los que luchamos”.
Karen Slack, soprano en la puesta de Porgy and Bess en la Metropolitan Opera de Nueva York, realizó la “típica carrera lírica”: fue a grandes casas de estudios, entró al “Santa Fe Opera Apprentice Program” y luego creció en el mundo profesional. “Al principio nunca había pensando en mi color, cantaba lo que amaba, era muy específica con lo que quería. Hasta que me ofrecieron hacer Porgy and Bess, y ahí me di cuenta de que era una soprano negra”.
Porgy and Bess, estrenada en 1933, fue la primera ópera basada en la comunidad negra de Catfish Row, Carolina del Sur. De todos modos, fue escrita y compuesta por George Gershwin, un hombre blanco, situación considerada contradictoria. Los habitantes de Catfish, incluidos algunos del elenco, vieron la obra como un medio para perpetuar los estereotipos negativos en los afrodescendientes. Por ejemplo, Bess, el protagonista de la obra, es un vendedor de drogas.
“He aprendido roles que aún hoy no pude cantar. Hice roles en la escuela, como Margarita (de la ópera Fausto), que no pude hacer de manera profesional”, aseveró Karen Slack. Las y los cantantes afro aseguran que solamente son llamados para Porgy and Bess y Aida. “Nunca tuve nuevas ofertas de trabajo que no sean ‘roles para negros’”, agregó la soprano.
La soprano estadounidense Latonia Moore vivió una situación de racismo cuando viajó a la Argentina en 2018 para protagonizar Aída en el Teatro Colón. En un posteo de Facebook por parte de la comunidad lírica nacional la agredieron al publicar cosas como “¿Cómo alguien podría encontrar a esa Aída sexy?”, “vaca negra” y “cerda fea”. Por si fuera poco, Thomas aseguró que también sufren gordofobia. “Las mujeres negras gordas no brillan tanto en estos días, pero sí ves un montón de mujeres blancas gordas en el escenario. Y no es por criticarlas, es que creo que merecés estar en el escenario si tenés talento, más allá de como te veas”, contó.
Exigencia extra
“Soy siempre la única persona negra del grupo. Me genera una presión molesta ya que siento que tengo que trabajar más duro. Ese constante sentimiento que tengo me hace ser extra cuidadosa”, resaltó Janai Brugger. Morris Robinson, bajo estadounidense y consejero artístico de Cincinnati Opera, expresó: “Siempre sentí que tenía que ser el más preparado y dar lo mejor todo el tiempo, porque en cualquier momento me podían pedir que me vaya”.
Russell Thomas narró que, en una institución muy reconocida, había un cantante que fue sin saber su papel a todos los ensayos durante seis semanas. “No hay forma de que ningún cantante negro vaya a un ensayo sin saber su parte y que no sea despedido. Este hombre no perdió su trabajo, es más, en el previa general tenía un telepronter en el escenario pero siguió trabándose en esa línea, una y otra y otra vez, durante 20 minutos”.
Lawrence Brownlee, una de las más grandes voces en el ámbito lírico, confesó: “Muchos no esperan que personas como nosotros seamos exitosas, por razones obvias”. El tenor fue el primer negro en ganar el premio Richard Tucker en 42 años de historia. En el último tiempo fueron entregados premios a cantantes blancos fuera de actividad. Ni siquiera grandes divas como Leontyne Price o Denyce Graves fueron premiadas en sus momentos de esplendor.
El rol de la comunidad afro en el ámbito de la ópera fue históricamente afectado por el racismo. Si bien ahora ya no se los segrega, la discriminación se manifiesta en la falta de docentes negros de ópera, de mánagers, de becas y de diversidad en los roles que ocupan. Todo, además, en un contexto de presión generado únicamente por el color de piel.