Por Jonathan Cantero y Germán Asato
El gentilicio “chino” o “china” utilizado como generalización hacia toda persona de origen asiático es una muestra de la discriminación que sufrieron y aún sufren los descendientes de quienes en el siglo pasado eligieron Argentina como un nuevo hogar.
Una encuesta realizada entre jóvenes miembros de la Asociación Japonesa de Florencio Varela, y estudiantes universitarios que residen en la ciudad de La Plata, reveló que, de 97 personas, 74 admitieron haber sufrido algún tipo de discriminación por sus rasgos orientales. Además, el 46%, expresó que esos episodios fueron en lugares recreativos, como un bar o un boliche. El porcentaje restante, acusó haber tenido episodios de discriminación en la escuela o la facultad, y en redes sociales.
Carina nació en Japón pero vive en Argentina desde los tres años, y tanto ella como su familia tuvieron malas experiencias. “A mí, más que gritarme algo nunca me pasó nada. A mi hermano cuando era chico sí lo molestaban bastante. En la primaria lo cargaban, pero siempre fueron personas desconocidas”, cuenta Carina, quien vino desde Mendoza a estudiar bioquímica en la Universidad Nacional de La Plata. Para ella, el apoyo familiar fue muy importante a la hora de hacerle frente a estas situaciones: “Mis papás nos decían que teníamos que ser fuertes y no ponernos mal”. Luego, a modo de reflexión, la estudiante platense manifiesta: “El problema está en que la gente se cree ‘mejor’ o ‘más piola’ o ‘más copada’ gritándote o haciéndote saber que sos asiático. Capaz para recordarte que no sos originario del lugar dónde estás, pero no son tan diferentes a nosotros, porque sus abuelos o bisabuelos seguramente eran o son extranjeros”.
Cecilia Onaha, especialista en inmigración japonesa y profesora adjunta a cargo de la cátedra de Historia de Asia y África en la Universidad de La Plata, es argentina pero con abuelos japoneses y asegura no haber sufrido episodios discriminatorios: “Con mi familia vivimos siempre en un ambiente típico de barrio, por suerte no tuve malas experiencias. Existe algo que se llama discriminación positiva: la buena imagen jugó a favor, aunque quizás los méritos no se correspondan exactamente”. A su vez Onaha, se animó a dar su propio diagnóstico sobre la problemática: “La raíz de todo es la falta de conocimiento del otro asiático, sobre esto estoy trabajando”.
Las primeras generaciones que llegaron en el siglo pasado desde el país del sol naciente en busca de una mejor vida no fueron tratados con desprecio, sino todo lo contrario. Onaha explica: “Los que llegaron a comienzos del siglo XX comenzaron a ser apreciados rápidamente por su fama de limpios, disciplinados y de bajo perfil. Esto no quiere decir que fueran absolutamente pasivos, pero tenían un objetivo que cumplir y sobre eso trataron de enfocarse”.
Además, en las primeras décadas del siglo pasado, en Argentina y sobre todo en la provincia de Buenos Aires, las comunidades de inmigrantes ocupaban un lugar significativo en la población, ya que todos tenían en común el haber venido de afuera. En términos generales, la vida en la ciudad en Argentina era mucho mejor que la vida en el campo que muchos inmigrantes tenían a principios del siglo XX, en especial los que venían de la isla de Okinawa.