Por Tomás Betanzos

Gladys Esperanza es coordinadora del equipo que desarrolla e implementa la formación en género y sexualidad de la Secretaría de Asuntos Académicos de la UBA. Junto a su equipo, fue la encargada de idear y desarrollar una capacitación obligatoria para todos los profesionales y alumnos de la universidad. Por ese motivo hubo diversas quejas de estudiantes en redes sociales, sobre las cuales Esperanza aclaró: “Es una manera de contribuir con un tema tan delicado, y consideramos fundamental que tuvieran que formarse todos los miembros de la comunidad”.

-Teniendo en cuenta que la capacitación establecida a partir de la Ley Micaela se brinda a profesionales que ejercen la función pública, ¿cuál es la importancia de que el curso se les dé a estudiantes?
-La UBA está preocupada y comprometida para capacitar a su comunidad cuanto antes, porque en ella no están solamente sus graduados, sino también una cantidad inmensa de profesionales. Estamos ofreciendo esto para todos, y a partir de la Ley Micaela entendimos que algunos de sus principios bien podían ser pensados al interior de la universidad. Creemos incluso que los textos de las bibliografías de las distintas carreras pueden mirarse con otra lente a partir del curso. Un claro ejemplo es la violencia obstétrica contra las mujeres, de la cual tenemos algunos testimonios de personal de salud que hicieron el curso y no habían reparado nunca en muchas escenas de violencia de las que participaban activamente. A partir del curso, muchísima gente del ámbito de la salud nos ha agradecido, porque es una perspectiva desde la que nunca habían pensado.

-¿Ya habían realizado anteriormente actividades relacionadas con esta temática?
-La formación en género es un tema que viene dándose en la UBA desde que en 2015 se definió un protocolo contra todo tipo de violencias, que fue una iniciativa de los estudiantes. Al mismo tiempo, se tomó conciencia de la necesidad de una formación para toda la comunidad. En agosto de 2017 lanzamos el primer curso teórico y extenso para docentes con temáticas vinculadas a la perspectiva de género. El año pasado lo dimos a estudiantes, pero con una adaptación de carácter didáctico y un tratamiento de la estética de los videos completamente distinta, mucho más próxima al lenguaje de los jóvenes. De modo que el curso actual es un recorte y una adaptación de propuestas que tienen por lo menos tres años de antigüedad. A partir de la resolución 1995 de 2019, donde se alude a la Ley Micaela, el Rectorado y el Consejo Superior decidieron hacer obligatoria la formación. Por tal motivo, el equipo diseñó una propuesta mucho más concreta que responde puntualmente a temas tratados en la Ley Micaela.

-¿Qué información podrías brindar sobre la polémica en redes sociales a partir de la obligatoriedad del curso?
-Los estudiantes tienen todo su derecho a expresarse y preguntar sobre la obligatoriedad y el momento en el que se da el curso. Podría mencionar que no hemos comunicado del todo bien que no era necesario hacerlo la misma semana que abrimos las matrículas, porque entonces la obligatoriedad se hubiera vivido de otra manera. La obligatoriedad fue votada de manera unánime por el máximo cuerpo de gobierno de la universidad. Es obligatorio de la misma forma que lo son la mayoría de las materias en las carreras o, como desde hace algunos años, hacer prácticas sociales educativas para recibirse. La universidad viene siendo pionera en el tratamiento de estos temas y tiene referentes capacitadas para recibir todo tipo de denuncias de acoso o de abuso por temas de discriminación de género. A partir de resolución 1995, sabíamos que para la universidad no era obligatorio tomar el curso, pero veníamos en un camino de construcción y respeto por las identidades, evitando por todos los medios situaciones de violencia, acoso o abuso. Con estos argumentos, consideramos fundamental que tuviera que formarse toda la comunidad.

-Incluso algunos mencionaban que, en caso de negarse a hacerlo, podrían existir sanciones.
-De ningún modo el curso tiene un espíritu sancionatorio. El espíritu es poner en circulación un conocimiento que consideramos valioso para tener una sociedad más digna. Es un contenido que muestra una perspectiva para pensar la igualdad, el respeto, los derechos y una violencia que tiene orígenes y comportamientos sociales. Mucha gente cuestiona por qué el CBC para Medicina tiene Matemática, pero a nadie se le ocurre pensar en no aprobarla porque quiere ser médico. No se trata solamente de la utilidad de un saber, se trata de lo que ese saber produce en la conciencia ciudadana. Nadie se podría recibir sin tener aprobada Sociedad y Estado, pero eso no es una sanción sino un programa de estudio, por lo que ahora hay que acostumbrarse a que se incorpore la formación en género en el programa de estudio.

-Hay quienes se quejan de un “adoctrinamiento” a través del curso.
-El adoctrinamiento habla de posiciones únicas y de prescripciones, de “tenés que ser así”, pero en los módulos se ha discutido si existe o no esa masculinidad hegemónica, que por supuesto es real. Lo dice una sociedad que tendría que ser capaz de preguntarse por qué, cuando muestran los distintos tipos de masculinidades, consideramos que nos adoctrinan; si no nos adoctrinan cuando muestran un único cuerpo, valioso, talentoso y después ocultan los otros cuerpos. Eso no ocurre en este curso. Adoctrinarse nos indica hacer todo de la misma manera, pero este curso es explicativo, descriptivo y de ninguna manera imperativo. Hay que saber lidiar con estas resistencias y mostrar que hay contenidos muy cuidados que tratan con seriedad los temas. Son posturas sumamente respetuosas y responsables que salen de la investigación que cada autor ha hecho. Los autores son personas muy reconocidas, como Diana Maffia, Ernesto Meccia, Dora Barrancos o la doctora Mónica Pinto, por dar ejemplos. A ninguna de esas personas le faltan derechos intelectuales o méritos para formar parte de esta propuesta.