Por Iara Mossayebeh

Estudiaba filosofía y quedó cautivada por los grandes sistemas de pensamiento de la sociología, disciplina de la que finalmente se doctoró en Francia. Desde entonces, Maristella Svampa investiga los movimientos sociales, la acción colectiva y, desde 2006, la crisis socioecológica. Es investigadora superior en el CONICET y una eminencia permanentemente consultada por su trayectoria y su mirada crítica sobre la sociedad.

En 2001 salí a la calle y nunca volví. Aquella época fue un punto de inflexión para mí porque abrió la discusión acerca del modo en que se involucran los investigadores en la lucha que proponen los movimientos sociales“, recuerda. En su búsqueda por armonizar “el compromiso militante con la perspectiva académico-científica, eligió adoptar el rol que hoy la identifica, el de “intelectual anfibia”.

Aunque ganó varios premios, se siente reconocida cuando observa que genera un cambio, como con los estudios que hizo sobre la megaminería, el fracking y las mega factorías de cerdos: “Estos trabajos son cajas de herramientas para los movimientos sociales. Yo me siento muy orgullosa de poner mi energía en estas construcciones colectivas e interdisciplinarias, al servicio de una lucha“.

También disfruta mucho de escribir. En 2018, publicó su historia personal y familiar en “Chacra 51, regreso a la Patagonia del fracking“. Durante los meses de distanciamiento social, junto a Enrique Viale, formuló “El pacto ecosocial del sur” como proyecto de salida de la pandemia: “Es un documento que produce un vuelco epistemológico al señalar las causas ambientales que desataron la peste“.

Dice que el punto de partida para salir de la pandemia “es reformar el paradigma de los cuidados para pensar la interdependencia de las relaciones humanas, retomando la idea de que las personas forman parte de un todo con los otros y con la naturaleza“. “Invitar a construir imaginarios colectivos, acordar un rumbo compartido de transformación junto con los movimientos sociales, organizaciones territoriales, gremiales y barriales, comunidades y redes, pero también a gobiernos locales alternativos, parlamentarios, magistrados o servidores públicos comprometidos a cambiar las relaciones de fuerza”, agrega.

Tres propuestas pospandemia

* La primera medida formal y urgente debería ser una reforma tributaria. No solo promover el impuesto a la riqueza sino aplicar impuestos progresivos para lograr que los que tienen más, paguen más. En la Argentina no hay ni siquiera impuesto a la herencia porque José Alfredo Martínez de Hoz lo borró de un plumazo durante la última dictadura militar. Incorporar impuestos ambientales de manera transicional para que no solo se pague sino que se deje de contaminar. Lo recaudado no puede ir a subsidiar el gas o a Vaca Muerta, ya que resulta de una irracionalidad insoportable porque, de ese modo, estaríamos acelerando el colapso ecológico. Debe destinarse a actividades que generen inclusión social y sustentabilidad ecológica.

* Establecer una renta básica universal en la línea planteada por la CEPAL, que es de modo gradual para que llegue primero a los sectores más excluidos y castigados por la pandemia y luego, progresivamente, alcance a toda la población. Los niveles de desigualdad y exclusión están llegando a un límite en nuestra sociedad.

* Encarar una reforma energética por la que se abandone el paradigma de combustibles fósiles y se promueva uno asociado a las energías eólica y solar. Ir hacia una energía sostenible, limpia y renovable. Resolver el problema del litio, que en la Argentina está en manos de compañías transnacionales que atropellan a los pueblos originarios en sus territorios.