Por Agustina Botto
—El 18 de noviembre pasado debutaste como cantante solista en el Colón en un concierto con tu obra de cámara para canto y piano compuesta durante los meses de confinamiento, entre otras piezas. ¿Cómo fue el proceso y la búsqueda de esas composiciones?
—Sí, la idea de interpretar mis obras fue del teatro. Todo lo que tiene que ver con la composición viene desde hace mucho tiempo. Al empezar el conservatorio a los catorce años, en el año 2000, compuse mis primeras canciones. A los dieciséis años ya había escrito mi primera ópera. Pero cuando empecé a cantar y entré a los teatros, se postergó. Siempre tuve proyectos para terminarlos en algún momento, entonces llegó esta pandemia y aproveché para terminar proyectos que tenía postergados hace 17 años o más, como el ciclo de textos de escritoras mujeres. A su vez, surgieron proyectos durante este año, como “El Tiempo de lo Perdido op. 17- Semblanzas Sonoras de la Pandemia 2020”.
—En tus composiciones se puede hallar cierta estética del post romanticismo y del impresionismo.
—Así es. Pero la realidad es que en las últimas dos décadas del siglo XX y en el siglo XXI hubo una eclosión donde cada uno hace la ópera que siente y que quiere dentro de la música académica. Hubo un momento de imposición del gusto musical de la época y el que no cumplía eso era anticuado o incomprendido. En mi caso, esas son las corrientes con las que más me identifico. Por supuesto que a veces trabajo con las disonancias que por ahí no se ven tanto en esas vanguardias. Mezclo el post romanticismo y el impresionismo y a su vez con el nacionalismo (risas). Está el contexto en el que vivo. No soy impresionista de la época de Claude Debussy o post romántica de Richard Strauss. Vivo en Argentina del siglo XXI. Incorporo, a veces sin darme cuenta, cosas de la música popular como el tango, el blues y el folklore. Es una construcción de todas las estéticas que nos rodean.
—Este concierto quedó registrado y se puede ver gratuitamente en varias plataformas. ¿Te hubiera gustado que el debut fuera de otra manera, en vez de vía streaming?
—Sí. Entre un concierto con público sin que lo filmen o este concierto con toda la tecnología y producción que tuvo, yo prefiero con público. Porque la vida de lo que hacemos se completa en el público que nos escucha y siente la emoción que nosotros transmitimos con nuestro canto. Me hubiera gustado que fuera en otro momento, pero creo que se va a volver a dar.
Castillo de Lima percibe lo que otros tantos artistas: solo la convocan para eventos relacionados con el colectivo LGBTIQ+: “Cuando el teatro organiza otro tipo de conciertos que no están relacionados al orgullo, no me llaman. La verdadera inclusión es poner a la par de otros”.
—Varios cantantes líricos afroamericanos denunciaron que solo son convocados para fechas como el ‘mes de la historia negra’, y que sienten la necesidad de demostrar el doble su capacidad. ¿Te ha sucedido?
—Totalmente. A mi criterio, hay un doble discurso. Hay mucho de lucir una mentalidad que no sé si profundamente está aceptada. Se habla mucho pero a la hora de los hechos nada. Si bien estamos un poco mejor que antes, la situación no está como debería ser. Por ahora, pienso, voy a aceptar estos eventos que tienen que ver con el Orgullo, pero después no. Voy a dejar espacio a otras personas. Cuando me quieran para un concierto o una ópera, que sea a la par de todos mis compañeros, dentro de una programación oficial y no siempre como algo extracurricular o fuera del programa que ellos diseñan. Ser parte de un todo real. Lo que se hace es enaltecer, dándonos de todo, pero siempre dentro de un costado algo exótico o raro. Además, el teatro tendría un criterio más profesional y certero en el asunto de la inclusión. En fin, falta mucho. Con respecto a la formación, siempre voy con el doble de herramientas que tal vez otros con la mitad hacen mucho más, porque una tiene que vencer el prejuicio.
—En 2013 empezaste tu transición. ¿Cómo la recibió el teatro? ¿Tuviste alguna dificultad?
—Fue un proceso largo y difícil. Tuve momentos muy complicados. Continué mis experiencias como soprano por fuera del Teatro Colón. Pero tardó muchísimo, para una carrera de una cantante cuatro o cinco años pueden ser decisivos. No se puede estar esperando cinco años algo que te corresponde y algo que ellos podrían haber articulado mucho antes porque existe una ley de por medio. El ambiente es muy cerrado, muy reticente y muy combativo, a diferencia de otros espacios como el teatro de revista.