Por A. Schenone , M. Alí, D. Giulietti y M. Fernández.

“Nos encariñamos con el club y hoy le damos todo. Es un amor que pocos van a entender. Hay un dicho que dice: ‘Se pueden cambiar muchas cosas, menos la camiseta’, y con el Pedro Lozano pasa algo así. Es parte de nuestra vida, un lugar en donde convivimos, compartimos esa pasión y vemos crecer a los chicos propios y ajenos ahí adentro”, cuenta con orgullo Federico Smith, subsecretario de la Comisión Directiva del club. 

Siempre se catalogó a los clubes barriales como un espacio deportivo, pero limitarlos simplemente a la actividad física es un error. Son también un lugar de encuentro que carga un gran valor sentimental, uno que fomenta la unión entre familias que, con el tiempo, acaban por ser amigas.

En las cercanías de Villa Devoto, justo en el barrio de Monte Castro, los vecinos aseguran que el mejor ejemplo de esto es el Club Pedro Lozano. La entidad fue fundada hace 82 años con el objetivo de promover la relación entre quienes habitaban la localidad porteña y, aunque comenzó funcionando como una biblioteca, hoy también es un espacio dedicado a las  actividades artísticas y deportivas.

Con ayuda de los socios

A pesar de que la pandemia impidió que la rutina siguiera su curso habitual, el Lozano logró fortalecer el vínculo existente entre las familias y la comisión directiva, que con su apoyo consiguieron sacar al club adelante. Las ollas populares para proveer abrigos y comida, las rifas y pintadas voluntarias a las canchas de la sede, fueron tan sólo algunas de las acciones que contribuyeron a que la institución siguiera en pie a pesar de las circunstancias. En un principio, no contaban con ningún tipo de subsidio del Estado y aunque hoy hayan conseguido un aporte, quienes lo sacaron a flote fueron sus socios. “Lo hacemos a pulmón, sin cobrar nada. Por amor y porque somos una familia. El club de barrio tiene esa función, estar cuando la gente lo necesita, cobijar a los chicos y educarlos”, expresa Smith.  

Si bien en 2020 se estableció que no era obligatorio abonar la módica cuota social atentos a las dificultades económicas que provocó la pandemia, los impuestos seguían llegando. Entonces, quienes de alguna manera forman parte de este lugar, decidieron seguir pagando ese pequeño abono. Pero a pesar de los esfuerzos, la deuda siguió creciendo y hasta el momento reclaman ante las entidades correspondientes que se contemple su situación. 

Más allá de las aperturas y cierres continuos producto de las restricciones establecidas, el club encontró la manera de reinventarse y seguir acompañando a quienes forman parte de él, mediante actividades en espacios abiertos como plazas y canchas del barrio, y para quienes tuvieran acceso, algunos encuentros virtuales. 

En primera persona

Son numerosas las historias de vida que surgieron en el Pedro Lozano, como la de Federico Smith, quien comenzó su relación con el club cuando, junto a su esposa, tomó la concesión del buffet y su hijo de tan solo 3 años empezó a jugar en las instalaciones. “Con el tiempo empezamos a cumplir otras funciones y a pasar jornadas de sábado enteras viendo fútbol y entrenamientos en la semana. Este último año entré a la comisión y tomé esa decisión por el inmenso amor que le tengo”, explica.

“Hace más de 10 años que formo parte. Empecé como mamá, llevando a mi hijo a jugar a la escuelita. Él debutó con cuatro añitos en esa cancha y hoy, teniendo 14, sigue su sueño de ser futbolista profesional y está jugando en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Creo que eso me motivó para amar el club y sentir esa pasión que hoy tengo por el deporte, cuenta la vocal de la Comisión Directiva, Gabriela Elizabeth Mauro. “Es muy gratificante y lindo ver cómo los chicos transcurren parte de su infancia ahí adentro, cuidados, y de paso nos dejan acompañarlos. Es un placer haber encontrado al club y lo que hago, lo hago de todo corazón. Siento una especie de vocación y tengo la suerte de poder compartir esta locura hermosa con mi familia. Porque eso es lo que significa el Pedro Lozano para mí, es mi segundo hogar”.