Por F. Fourcade, A. Buloz, A. Lantaño y Vazquez

Gracias a Dios, con la peña que hicimos en 2019 pudimos mantenernos durante la cuarentena porque no tenemos muchos gastos y cuando necesitamos algo, ahí están los vecinos al pie del cañón porque el club es de todos”, dice Néstor Zalayeta, presidente del club Los Picapiedras, ubicado en la ciudad de Chascomús, provincia de Buenos Aires. A diferencia de otros clubes de barrio, este no sufrió mayores problemas económicos por la pandemia ya que no tienen una gran estructura que mantener. Sin embargo, fue un duro golpe emocional para los vecinos de la comunidad para los cuales “Los Pica” era un pilar social fundamental antes del confinamiento.

La organización se fundó el 25 de mayo de 1983 y su sede está en el predio Pedro Rafael Cano. Desde entonces se dedica a difundir el fútbol infantil, que se desarrolla de manera competitiva en los torneos que organiza la Liga de Fútbol Infantil de la Cuenca del Salado.

Antes de que existiera el club, el barrio donde hoy se encuentra la escuelita de fútbol contaba con un predio en mal estado.  Con la llegada de “Los Picas” se acondicionó la cancha y se  mejoraron las instalaciones, se pautaron horarios de asistencia y se armaron grupos por edad. Este cambio trajo alegría  y compromiso entre los vecinos ya que el club se convirtió en un espacio de entretenimiento, aprendizaje y contención para la gran mayoría de chicos y adolescentes de la zona. “Después de la escuela nuestros pibes iban al club, era sacarlos dos o tres horas de estar por ahí, con los peligros de la calle. Ahora me los cruzo y me ruegan volver a entrenar, pero no se sabe qué va a pasar”, comenta con tristeza Andrés Molina, entrenador de la categoría 2009.  

“Ellos tienen que estar divirtiéndose, poniendo la energía en el deporte, tener objetivos, tienen que aprender en un ámbito que los reciba y los cuide, es muy lindo ir a entrenar. Intentamos hacer encuentros por Zoom para mantener el contacto y sostener una rutina pero la realidad es que la mayoría de los chicos de la zona no tiene acceso a la conectividad y tristemente tuvimos que suspender esta iniciativa”, relata Molina.

A finales de 2020 el Municipio  autorizó la vuelta a los entrenamientos presenciales y los chicos colmaron las canchas. “Nos habilitaron para hacer un torneo con las cuatro escuelas de Chascomús y fue una alegría que no se imaginan, todos los chicos vinieron, pero bueno, la última fecha no se pudo jugar porque se decidió volver a cerrar”, explica el Presidente del club.  

Solventar gastos con pasión e ingenio

Los Picapiedras reúne el monto necesario para seguir funcionando como institución gracias a las peñas, la recaudación del kiosco, el cobro de una entrada para los espectadores de cada domingo y una cuota mínima que sólo pagan aquellos padres que pueden hacerlo. 

Sin embargo, a veces el dinero no alcanza para cubrir los gastos fijos mínimos de impuestos e insumos, y entonces, apelan al ingenio para cumplir con los pagos. “Salimos con la camioneta de un socio con un carrito enganchado atrás, el carrito lleva un asador con un chancho, arriba tiene leña prendida y lo vamos cocinando, caminamos cuadras y cuadras vendiendo un numerito que se rifa al final del día y le llevamos el chancho listo para servir a quien se lo ganó, con esa movida recaudamos mucho”,  cuenta orgulloso Molina sobre el éxito que tuvo el “Chancho móvil”, iniciativa realizada por los profes del club cuando “la plata no alcanzaba”.

Tanto el presidente como los entrenadores y colaboradores de “Los Pica” cumplen con sus tareas sin recibir ninguna remuneración a cambio. “Todo es a puro corazón, por los chicos”, dicen. “Si se rompe una pelota y no hay plata la ponemos nosotros porque de algún lado hay que sacarla, los chicos tienen que entrenar sí o sí”. 

También suelen recibir donaciones y recuerdan una en especial que los conmovió:  “Hace tres años llegó un papá de Buenos Aires y compró las camisetas para todas las categorías. Ahora están todos los nenes vestidos iguales, fue un gesto muy grande, inolvidable.  Fue grandioso porque nunca se había hecho algo así en el club.  Las camisetas se siguen usando porque se van pasando de categoría en categoría, nuestro color es verde con blanco pero las camisetas de cada categoría eran diferentes, las que podíamos conseguir, y ahora están todos iguales, es inmenso eso para nosotros, la sensación de pertenencia…”, se emociona Molina.

En este momento todos los que trabajan y aman el club sueñan con la posibilidad de volver a la cancha y poder recaudar dinero para poder ampliar su vestimenta. “Estamos lejos de ese objetivo porque se paró todo hace más de un año, pero en un futuro esperamos tener también un equipo completo de invierno y sabemos que, de alguna forma u otra, nuestros chicos van a tenerlos”, finaliza el entrenador.