Por D. Gadano, T. Graham Dello Russo y P. Sarena

Desde la aparición del coronavirus, los consumos culturales han cambiado. Además de películas y series, ahora también se ven recitales y obras de teatro por internet, mientras las grandes productoras se inclinan por la pantalla chica en vez de la grande. Aparecieron nuevas plataformas de streaming, se achicaron las ventanas de lanzamiento y se busca dejar todo el contenido al alcance de un click. El cine argentino está en jaque: ¿cuál es su situación en tiempos de rodajes parados y nuevas tecnologías?

El actor Ignacio “Nacho” Gadano sufre las consecuencias en primera persona y opina que la pandemia sólo aceleró un proceso que ya existía: “El cine hace mucho tiempo que está resistiendo, las salas tradicionales han sido reemplazadas por cadenas todopoderosas que vienen de afuera. La industria no va a parar, las empresas van a seguir estando porque son grandes capitales. No depende del dueño de la sala o del que paga la entrada, está mucho más allá de la oferta y la demanda”.

Los últimos dos meses de reapertura de las salas en el Área Metropolitana de Buenos Aires no fueron suficientes. Algunos cines no pudieron adaptarse para cumplir los protocolos. A finales de marzo, el General Paz del barrio de Belgrano cerró sus puertas y, quince días después, el Arte Múltiplex anunció el mismo destino.

El cine General Paz anunció su cierre en marzo de este año.

Gadano no está en contra del streaming, pero cree que debe regularse para que no represente un problema para productores y actores. “Si aparecen formatos nuevos, bienvenidos sean. Va a haber más opciones para elegir lo que uno quiere ver y seguramente mis recursos como actor deberán adaptarse a las nuevas formas de expresión. Netflix y los servicios de este tipo ponen a la ficción en un lugar todavía más protagónico, más importante. Ahora, si el sitio se aprovecha de los que producen para existir, tenemos un problema”, explica el actor.

La cantidad de suscriptores de las plataformas de video crecieron exponencialmente durante 2020. Netflix registró el mejor año de su historia, con 37 millones de nuevos usuarios a nivel global e ingresos de más de 6.600 millones de dólares. Disney+, por su parte, terminó el año pasado con 86 millones de cuentas registradas y en marzo superó las 100 millones.

El director, productor y gestor cultural Emiliano Romero analiza qué puede representar este crecimiento para el cine argentino sin una ley que regule la relación del streaming con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA): “Lo más complejo es cómo se llena el Fondo de Fomento, que es de donde saca la plata el Instituto para financiar películas. La Ley de Cine establece que un porcentaje de los ingresos de las entradas, de la televisión, del VHS o del DVD deben ir al INCAA. Pero con el nuevo paradigma de la visualización por streaming, Netflix, Amazon, Disney y las demás empresas no aportan para eso”.

El INCAA es la principal vía de financiación para el cine argentino.

El INCAA también incursionó en el mundo de la transmisión de contenido a través de internet en 2015. En un primer momento lanzó un servicio gratuito llamado Odeón, que en 2017 se convirtió en lo que hoy se conoce como CINE.AR Play. Si bien triplicó la cantidad de usuarios durante la pandemia, la plataforma no generó ingresos considerables. La web tiene una sección llamada Estrenos, la única que incluye una forma de pago para alquilar películas, por treinta pesos. Según Romero, el contenido gratuito lo aportan los directores sin cobrar ningún porcentaje de parte del INCAA.

El problema del Instituto se agrava si se considera que hoy percibe muy pocos ingresos provenientes de las entradas de cine. En marzo pasado, el único mes completo con las salas del AMBA funcionando antes de volver a cerrar, en la Argentina se vendieron 890.000 tickets. Si se compara ese número con las 3.470.000 localidades vendidas en febrero de 2020, un mes antes de las primeras restricciones, la diferencia es notoria.

Romero cataloga la situación como “delicada“. “El INCAA hoy se maneja igual que antes, pero atrasado. Como en todas las áreas públicas, dejaron de ir los empleados y tuvieron que digitalizar todo. Los rodajes se trabaron. No se está logrando que las empresas de streaming paguen porque hay un poder muy fuerte que empuja para que no se sancionen leyes regulatorias. Ahí está la batalla real que hay que ganar. Si no hay plata para hacer películas, estamos muy complicados”.