Por Dionisio Gadano y Tomás Graham Dello Russo

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires permitió que los teatros volvieran a abrir sus puertas el 18 de junio. Las salas porteñas habían tenido que cerrar el 16 de abril, tras cinco meses de actividad, debido a la compleja situación epidemiológica causada por la segunda ola de coronavirus. En esta nueva oportunidad, los complejos deben operar con un aforo del 50 por ciento y protocolos rigurosos.

Las condiciones de apertura son necesarias para evitar los contagios, pero traen nuevos desafíos y obstáculos. Carlos Rottemberg, presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET), explicó que para el circuito comercial lo más costoso son los sistemas de aireación. En la primera reapertura, entre noviembre y abril, la necesidad de instalar equipos de ventilación con filtros especiales provocó que abrieran solo un 25 por ciento de los espacios. “Lo que no se ve, lo que pasa en las terrazas y los sótanos, tiene que ver con tomas de aire exterior que muchos equipos no tienen, filtros específicos para no permitir el paso de este virus. Todo esto presupone y confirma una importante inversión económica”, observó Rottemberg.

En el primer fin de semana, ni siquiera abrieron todas las salas que estaban activas antes del último cierre. Sin embargo, Rottemberg fue optimista: “Tenemos un primer dato prometedor que nos dice que está yendo más gente a estas primeras funciones que a las del año pasado. Los cinco meses en los que abrimos sirvieron para que la gente pudiera comprobar cómo actuamos con los protocolos. Ahí se ganó más confianza del público. No tengo dudas de que a lo largo de julio vamos a encontrarnos con un panorama muy parecido al que había antes, y seguramente con algunas salas más. Si esto fuese una especie de juego de la oca, se podría decir que veníamos avanzando casilleros y retrocedimos algunos, pero no tuvimos que volver al punto de partida”.

Si los empresarios manifiestan dificultades, los problemas son mayores para el circuito independiente. “Creemos que va a costar que el público vuelva a las salas. El primer fin de semana abrieron pocas pero no hicimos relevamientos. Entre noviembre y marzo hubo falta de fondos para producir y, en muchos casos, para poder cumplir los protocolos”, señaló Gonzalo Pérez, miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), y agregó que “la cantidad de público que puede asistir a una función es muy poca y no se llega a cubrir todos los costos”.

Los teatros independientes habían buscado alternativas antes de abrir, pero la situación económica no mejoró debido a que no generaron ingresos significativos. “Mientras estuvimos cerrados, hicimos actividades a distancia, como gorra virtual, cursos y seminarios. No fue para ganar plata, sino para mantener la visibilidad”, contó Pérez. Rottemberg, por su parte, explicó que esta falta de rentabilidad provocó que el circuito comercial no tenga una necesidad urgente de adoptar alternativas virtuales: “El streaming no mueve la aguja porque el teatro es un hecho artesanal que se produce en vivo, con público y artistas en forma presencial, en el mismo espacio y al mismo tiempo. Todo lo demás son tecnologías que están muy bien para quien quiera consumirlas, pero, desde lo filosófico, no son teatro”.

Pero no todo es desolador. Al ser consultado por las salas independientes que han tenido que cerrar definitivamente, Pérez explicó que “los espacios en esa situación no son muchos, gracias a las ayudas del Ministerio de Cultura de la Nación, del Instituto Nacional de Teatro y de un extra único que hubo del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires”. En este sentido, la cartera nacional, conducida por el cineasta Tristán Bauer, anunció recientemente una nueva convocatoria del Plan AmpliAR Podestá, que destinará 75 millones de pesos a más de seiscientas salas teatrales independientes de todo el país. Podrán participar espacios que integren el Registro Nacional del Teatro Independiente, con una capacidad máxima de trescientas localidades y al menos dos años de estabilidad.

Aún falta un largo trecho para que los teatros vuelvan a funcionar normalmente. Sin embargo, los cuidados, el distanciamiento y la vacunación provocan que, poco a poco, cada vez más público se anime a regresar a las salas. “La vacuna ya nos muestra que el rango etario de las primeras funciones del año pasado, que era notoriamente más joven, ahora empieza a cruzarse con el público más habitual, que tiene arriba de 60 años”, cerró Rottemberg.