Por Tomás Graham Dello Russo

Nancy Marignac tiene 54 años y hace catorce que vive en Garopaba, en el sur de Brasil. Eligió vivir allí después de conocer a su gran amor en el largometraje “Diario de un nuevo mundo”, dirigido por Paulo Nascimento. Su interés laboral siempre estuvo relacionado con la estética del cuerpo. Estudió para ser instructora de gimnasia corporal y modeladora. Estaba trabajando en un gimnasio cuando un amigo “muy talentoso y reconocido“, como define al maquillador Alberto Moccia, le propuso ser su asistente en la película “El mismo amor, la misma lluvia”, de Juan José Campanella. Allí empezó una nueva etapa.

Animada por esta experiencia, fue a la escuela de maquillaje en el Espacio Oscar Mulet y siguió tomando cursos de peinados en la Academia OLI. “Creo que, por casualidad, el maquillaje me eligió a mí”, reflexiona la profesional. Su carrera continuó con “Assasination Tango”, una coproducción argentino-estadounidense dirigida por Robert Duvall, que contó con un gran equipo de asistentes internacionales, entre los que se destacó el maquillador principal Manlio Rocchetti. Ella, que transitaba los inicios de su carrera, aprendió las técnicas y el modo de trabajo del ganador del Oscar por “Conduciendo a Miss Daisy”, quien prefería componer los personajes junto con los intérpretes en un ámbito íntimo, lejos del set.

Para el film “Imaginando Argentina”, de Christopher Hampton, Manolo García y Ana Lozano, del grupo del reputado director español Pedro Almodóvar, buscaban una maquilladora que supiera realizar peinados y efectos especiales, y por eso eligieron a Marignac. Ella cuenta que Antonio Banderas le recomendó a Emma Thompson que fuera Nancy la encargada de los efectos especiales, porque su maquilladora no los sabía hacer bien.

Antonio Banderas y Nancy Marignac en un descanso durante el rodaje de “Imaginando Argentina”.

En “Karnawal”, de Juan Pablo Félix, filmada en Jujuy en 2020, la artista necesitó de toda su habilidad y pericia como maquilladora: tuvo que utilizar prótesis, silicona, látex, gelatina y colorantes para recrear sangre en las escenas de violencia y otras acciones. Tanto ella como el film recibieron muy buenas críticas.

Según su experiencia, las relaciones entre director, guionista y maquillador deben encontrar un balance durante la etapa previa al rodaje, cuando se sientan a discutir sobre cómo imaginan las escenas. Si la comunión se da en forma simple y fluida, se convierte instantáneamente en su proyecto favorito. “Todos los trabajos tienen su encanto. Trato de disfrutar todo lo posible cada momento. Mi psicóloga me dijo que yo maquillo la vida, la transformo en cada proyecto y la adapto”, cuenta.

Con el director de fotografía diseñan los efectos de iluminación, algo especialmente desafiante cuando las características de los actores no se pueden esconder detrás del maquillaje. “Es entonces cuando la luz ayuda, adquiere importancia: puede arruinar tu creatividad o hacer que el personaje sea el ser más atractivo del mundo”, define.

-¿En qué te inspirás para decidir cómo vas a maquillar a un determinado personaje?
Leo el guion y pongo a rodar mi imaginación. Cada uno tiene su técnica. Dentro de las posibilidades, me doy un lugar para decidir, pero es muy relativo. Son sugerencias que le transfiero al director y, muchas veces, al actor también. En algunos casos, el actor nos comenta con qué se va a sentir más cómodo. Eliseo Subiela, por ejemplo, requería de mí para montar las escenas de “El resultado del amor”, y eso me halagaba mucho.

Marignac trabajando en el rodaje de “Humo bajo el agua”, de Julio Midú.

-¿Es posible cambiar a una persona por completo usando solo maquillaje?
-He tenido que cambiar mucho el aspecto de las personas: ojos, rasgos faciales, pelo, incluso aplicar permanentes. Al personaje lo creamos junto con el actor, él es el que nos permite realizar los cambios. Algunos actores ponen límites y otros no. Por ejemplo, Mariano Martínez tiene muchos tatuajes que necesitaba tapar para “Humo bajo el agua”, por lo que usé una tecnología de la década de 1920 que ahora revivió, con un compresor como el que se usa para broncear a distancia.

-¿Qué tenés en cuenta para garantizar la continuidad durante las escenas?
-Es fundamental que cada plano tenga relación con el siguiente para sostener la fluidez de la narrativa. Hay que prestar mucha atención al vestuario y al maquillaje para que mantengan una continuidad y no haya fallos muy evidentes de un plano a otro. En particular, yo superviso la continuidad del maquillaje y la peluquería con fotos. Es un trabajo fundamental que requiere de mucha observación y precisión. Los retoques en el maquillaje y los peinados pueden hacerse en el mismo set o en camarines, si están cerca del set. Esto varía con cada película y con los actores. Algunos actores prefieren volver a su camarín para relajarse y concentrarse más en su performance, a otros le da lo mismo. En cualquier caso, cuando veo que algo no concuerda, pido a la dirección un minuto para solucionar el tema y lo modifico en el set para continuar con el rodaje lo más rápido posible.

-¿Has hecho investigaciones con médicos patólogos para realizar efectos especiales como heridas de armas blancas o de fuego?
-No tuve un referente en efectos especiales. Me ayudaron mucho mis amigos médicos que me abrieron el camino a la morgue, por ejemplo. Me enseñaron cómo iban cambiando las heridas a través del tiempo y de qué forma podían tener según su origen. Los psicólogos que trabajan en Tribunales me ayudaron con relatos sobre quienes van a declarar por alguna causa, describiéndome sus expresiones corporales, sus estados anímicos, sus modos. Ahora voy a participar en una película donde a la intérprete una bala le atraviesa el corazón. Para este trabajo, estoy consultado con un cirujano cardiovascular.

Utilización de lentes de contacto para personificar a un ciego en el film La luz mala, de Carlos Kbal.

-Con la pandemia aumentaron las dificultades técnicas para trabajar en los sets con equipos numerosos. ¿Cómo afrontaste el desafío?
-En plena crisis por el covid-19, viajé a mi país para hacer una película y terminé haciendo tres. Una era de terror en la que, por razones del guion, una menor tenía que usar lentes de contactos. Fue un gran compromiso para mí en cuanto a optimizar la higiene para que no haya ningún riesgo de contaminación. Como remarco siempre, yo uso cosméticos individuales para cada actor, que es lo que exigen los protocolos en la actualidad.

-Maquillaste a la gran sex simbol argentina del siglo XX, Isabel “Coca” Sarli, en “Mis días con Gloria”, su última película. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Cada trabajo tiene su magia. A nivel personal, trabajar con Isabel fue muy importante porque me involucré con ella desde lo emocional. Su maquillador personal había muerto. Ella vio trabajos míos y quiso entrevistarme. Viajé a su encuentro sin tener el trabajo confirmado. En la película “Mis días con Gloria”, interpretaba a una diva y quería que el maquillador se mantuviera siempre cerca para retocar su imagen entre toma y toma, especialmente, en las escenas donde tenía que viajar en auto. Yo accedí a su pedido. Me quedé en un rincón durante todo el rodaje para transmitirle seguridad. Fue una gran actriz y productora, sabía mucho de la relación entre la cámara, la luz y la estética de principios de siglo XX. En aquella época se usaba la palidez, los labios rojos que resaltaban enmarcados en un pelo renegrido.

Con la Coca Sarli.