Por Luciano Aprile

“A la hora de estudiar una carrera científica tenés que asumir que las desigualdades y los prejuicios hacia las mujeres son parte de la realidad. Más allá de eso, si la ciencia es tu vocación, no hay barreras que te puedan frenar”, dice Claudia Verónica Filomatori, licenciada en Bioquímica y Farmacia e investigadora del CONICET.

Hija de una maestra jardinera y un contador, Filomatori tuvo su primer acercamiento a la ciencia a los 8 años gracias a su madrina, bioquímica de profesión, que le regaló un juego de química. Gracias a este “kit de magia”, como ella lo define, forjó una carrera profesional con altibajos dignos de una montaña rusa. Perdió la posibilidad de completar su doctorado en el laboratorio de Andrea Gamarnik debido al nacimiento de su primera hija y como contrapartida hoy forma parte del equipo de la UNSAM que está desarrollando una vacuna contra el COVID-19.

A sus 46 años Claudia narra su historia en tono anecdótico, pero el subtexto de su relato deja ver la historia de una científica, al igual que muchas a lo largo de la historia, víctima de una brutal desigualdad por el simple hecho de ser mujer. Si bien considera que esta situación de a poco está cambiando, también afirma que “el sistema científico sigue muy atrasado en estas cuestiones y los prejuicios siguen existiendo”. 

Carlota Coronado, productora de cine y directora del documental ¿Por qué tan pocas?, afirmó que “no hay pocas mujeres en la ciencia, sino que son invisibles”. ¿Coincidís con esta reflexión?
—Cuando la ciencia es noticia en el mundo, siempre se muestra la cara de un hombre y la mujer pasa desapercibida. Esto siempre existió, cuando se descubrió el ADN en las tapas de los diarios estaban Watson, Crick y Wilkins, que incluso fueron galardonados con el Premio Nobel en el 62′. Lo que nunca trascendió es que la verdadera descubridora fue Rosalind Franklin, que diez años antes hizo el hallazgo. En resumidas cuentas, los tres hombres que te mencioné anteriormente robaron las pruebas de Franklin y ella no fue mencionada ni se reconoció su contribución en un avance científico sin precedentes. Este es sólo uno de los tantos casos que demuestran que la ciencia siempre ha sido injusta con las mujeres. Odio ponerme como ejemplo, pero yo fui víctima de una injusticia. En el año 2005 estaba haciendo el pos doctorado en Farmacia y Bioquímica en el laboratorio de Andrea Gamarnik y justo coincidió con el nacimiento de mi primera hija. En esa época no daban licencia por maternidad; yo, por cuestiones obvias, dejé de asistir, perdí gran parte de esa beca y no me reconocieron ese tiempo que me ausenté. 

Elsevier, la mayor editorial de libros de medicina y ciencia en todo el mundo, realizó un relevamiento en más de 20 países e identificó que la mayor proporción de mujeres entre los autores de trabajos científicos se encuentra en Argentina. Además, las mujeres son mayoría en el CONICET y entre los becarios, donde se estima que hay un 60 por ciento. En base a esto, ¿la ciencia es un campo de trabajo equitativo en Argentina? ¿O creés que estos números no reflejan la realidad?
—Si bien las mujeres somos mayoría entre les becaries, a medida que vas avanzando en la carrera de investigador la proporción se invierte. Los investigadores principales y superiores del CONICET son hombres. La realidad es que las mujeres tienen menos posibilidades de llegar a estos puestos porque para ir subiendo en cuestiones jerárquicas tenés que tener un cierto ritmo de publicaciones en revistas científicas. Si sos mujer y, por ejemplo, tenés un hijo, por cuestiones lógicas perdés esa regularidad y quedás relegada. Esto se genera porque coincide la época donde vos tenés que esforzarte al máximo para poder ascender con el período de plenitud fértil de la mujer, que por lo general va desde los 22 hasta los 35 años. Yo considero que seguimos atrasados en este tipo de cuestiones. Hay cosas que mejoraron pero los prejuicios siguen existiendo. El CONICET debe tomar cartas en el asunto, es necesario una elección equitativa entre hombres y mujeres para los puestos de mayor jerarquía.

Esto puede significar un panorama desalentador para aquellas mujeres que quieren desarrollarse en la ciencia y están proyectando a futuro.
—Si realmente te gusta la ciencia y es tu vocación, nada ni nadie puede frustrar tu pasión. Es una profesión donde, si no disfrutás día a día, la vas a pasar mal. La proporción de experimentos que te dan un resultado positivo es muy baja. En Argentina hay pocas posibilidades para desarrollarse en el campo científico, hay pocos institutos y pocos grupos de trabajo. Hay más científicxs que lugares de trabajo, esto genera una especie de embudo donde hay muchos becarios y son muy pocos los que llegan a trabajar en un laboratorio y obtener visibilidad en base a su trabajo y su aporte a la ciencia. Por esta razón yo creo que también es necesaria una política pública que parta desde el Estado que esté destinada al desarrollo de la ciencia en Argentina. Se tiene que generar un incentivo para que todes se animen a estudiar carreras científicas y tiene que garantizar que todo el esfuerzo, dinero y tiempo no se invierta en vano.