Por Andrés Zapoc
La bajante histórica del río Paraná sigue preocupando a los biólogos por los cambios que puede traer la sequía en el humedal más importante del país. “Si esta situación continua, van a comenzar a desaparecer especies”, explicó Sebastián Kamin, estudiante del último año de la Licenciatura en Ciencias Biológicas, con especialización en animales acuáticos, de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la Universidad de Buenos Aires.
El río Paraná es considerado el humedal más importante de la Argentina y el más preciado en biodiversidad, porque tiene más de 200 especies de peces, 210 de aves y cientos de plantas. El afluente nace en el sur de Brasil, atraviesa gran parte de Paraguay y, en Argentina, pasa por Chaco, Santa Fe, Misiones, Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires. Es el segundo torrente de agua dulce más grande de Latinoamérica, con 4880 kilómetros de longitud. Abastece de agua potable a más de 40 millones de personas en todo su trayecto, es el sustento económico de los pescadores artesanales que viven en la rivera y es la principal y, por tanto, más importante hidrovía del país.
La sequía comenzó a notarse a mediados de 2019, pero aún no hay consenso sobre su origen: “Está en discusión si es un fenómeno cien por ciento natural o si la deforestación en el Amazonas ayuda a que esta situación se agrave y repercuta en el país”, explicó Kamin. “Uno de los factores que también puede producirla es el fenómeno climático de La Niña, algo habitual en la región, que produce sequías pero nunca de esta dimensión”.
Según los registros del Instituto Nacional del Agua (INA), la peor bajante en Argentina tuvo lugar en 1944, cuando el nivel del río llegó a -1,39. El INA desarrolló tres posibles etapas: si la situación sigue igual que hoy, en noviembre próximo el nivel sería de -1,35. Si se agrava, alcanzaría -1,49. En el peor de los escenarios, la bajante llegaría a -1,61 metros. “Lo que hasta el momento sabemos es que el cauce principal del río aún es navegable, tiene agua, pero los secundarios están desapareciendo poco a poco. Tan solo entre el 20 y 10 por ciento tienen agua, esto genera una reducción del ambiente para vivir de los animales acuáticos, que son los que se llevan la peor parte”, explicó Kamin.
En relación a lo anterior, se refirió a la incertidumbre que generan estos fenómenos climáticos: “No sabemos cuánto tiempo va a pasar para que vuelva a llover y el río recupere de a poco su nivel. De lo que sí estamos seguros es que, si se mantiene esta situación, va a haber una reducción de especies acuáticas, como en todos los ecosistemas hay quienes son más débiles y otros que se adaptan mejor a los ambientes hostiles”.
El mayor problema que sufren los peces actualmente en el río Paraná es el alto nivel de salinidad del agua, por el poco caudal y la acumulación de sal en el ambiente: “Esto produce que los peces terminen muriendo o gastando mayor energía para poder vivir y eso deriva en una reducción en cuanto a tamaño y reproducción”, explicó Kamin. “Lo que ocurre en el Paraná y en los humedales es algo muy grave y debemos tomar conciencia del daño que estamos generando en el planeta, esta vez nos toca de cerca”.