Por Eugenia Arribas

En la última década, el consumo y la producción de lácteos en Argentina se desmoronó un 33 por ciento con respecto a los niveles de 2010: un estudio privado muestra que por cada tres litros de leche que se producían entonces, hoy sólo se producen dos. Aunque uno de los principales motivos de esta caída sea la disminución de ingresos en los hogares, también impactan los cambios de hábitos de consumo de los últimos años. Los argumentos de los consumidores para justificar este cambio son múltiples: desde que los lácteos les caen mal o les producen algún tipo de síntoma, hasta la convicción de que no hay que consumir nada de origen animal.

¿Lácteos si o lácteos no? 

Según el pediatra Rodolfo Verna, “es peligroso que un niño que está en etapa de crecimiento tenga una dieta sin lácteos”. La leche es un alimento que contiene minerales, en especial calcio y fósforo. El calcio constituye el principal componente del hueso y es esencial para el mantenimiento de una buena salud ósea. Agregó que, al no consumir leche, se pueden producir déficits vitamínicos que, a su vez, redunden en enfermedades como el escorbuto o la anemia. Los expertos están de acuerdo en que la leche lleva una importante cantidad de calcio, pero discrepan en si este calcio es absorbido o no por el cuerpo humano.

Cada vez hay más especialistas en nutrición que cuestionan la necesidad de los productos lácteos. Parten de los numerosos estudios que asocian su consumo con una gran variedad de problemas de salud, y contradicen en muchos casos el concepto de alimento básico que popularmente se tiene de la leche de vaca y sus derivados.

La nutricionista infantil Nadia Martínez, por ejemplo, asegura que los lácteos animales no son obligatorios ni es necesario su consumo. “La evidencia científica actual y las recomendaciones de las diferentes asociaciones de nutrición a nivel mundial avalan estos tipos de dieta [NdR: sin lácteos]. Siempre que sean bien planificadas y orientadas por un profesional especialista en el tema, no solo van a ser completas, sino que aportan beneficios a la salud en la prevención de muchas patologías”, afirmó.

Mitos y verdades 

Culturalmente, y también desde el mundo médico, se ha mantenido la creencia de que mientras más lácteos se consuma, menor sería el riesgo de osteoporosis y fracturas. Sin embargo, una investigación publicada en el British Medical Journal, que hizo un seguimiento sobre 61 mil mujeres y 45 mil hombres de 20 años alrededor del mundo, demostró que no existió una disminución en los casos de huesos rotos de aquellos que consumieron mayor cantidad de leche durante la infancia. Esto se debe a que los lácteos presentan mayor proporción de azúcar que de leche, de modo que, al consumirlos, se incrementa la cantidad de azúcares simples en la dieta, lo que aumenta el riesgo de desarrollar caries, obesidad y, a largo plazo, diabetes tipo 2.

Conflictos con el etiquetado frontal

Desde el Centro de la Industria Lechera, la asociación que representa a pequeñas, medianas y grandes empresas del sector, plantean que la Ley de Etiquetado Frontal aprobada en octubre generará asimetrías, problemas legales, productivos y logísticos en el Mercosur que podrían impactar negativamente en las exportaciones de productos lácteos de Argentina.

Es que con la implementación de la nueva ley, gran parte de los productos lácteos tendrán en su empaque más de un hexágono negro. Los yogures, aun los que se venden reducidos en azúcar, tendrán al menos dos sellos de advertencia: exceso de azúcares y/o exceso de grasas saturadas, lo que los dejará en la misma condición que un paquete de galletitas. Por otra parte, aproximadamente el 70 por ciento de los quesos llevará sellos por exceso de sodio y exceso de grasas saturadas.