Por Candela Klimovsky


En los últimos años, la cultura pop generó un oligopolio: una mayor concentración del mercado en manos de menos artistas. Teniendo en cuenta esto, el científico de datos Azhad Syed realizó un análisis que expuso que la cantidad de artistas en el Billboard Hot 100 (la lista de las canciones más vendidas en Estados Unidos) ha ido disminuyendo durante décadas, y, desde el año 2000, el número de visitas por artista ha ido en aumento.

Las redes sociales intentan contrarrestar esta concentración y funcionan como una herramienta de difusión para aquellos artistas que aún no alcanzaron la masividad. Máximo Cantón, creador de Maxikiosco -un proyecto independiente de la ciudad de Buenos Aires que en 2021 estrenó su primer álbum, “Pasacalles”-, explicó: “Actualmente es más fácil mostrarse, pero no necesariamente es más fácil que te vean. Las plataformas están muy saturadas y para destacar hacen falta maneras muy creativas de publicitarse”.

En la industria musical se destaca la presencia de un monogénero que se apoya en las redes sociales y los algoritmos como herramientas de difusión para audiencias masivas. Un ejemplo de este fenómeno es Tik Tok: se viralizan videos de usuarios haciendo coreografías con la canción del momento, y esto contribuye a difundir el nuevo tema. Pero para que esto funcione, los artistas se ven obligados a tener en cuenta ciertos puntos a la hora de lanzar canciones: una estrofa pegadiza, bailable y que entre en los 15 segundos de duración de los videos. “Las redes sociales son un arma de doble filo, porque hay que lograr entrar a los algoritmos. Las redes utilizan un lenguaje muy universal, al que las propuestas artísticas tienen que adaptarse, y esto a veces puede ser un poco contraproducente”, aseguró el actor y músico emergente argentino Juan Cottet.

Al mismo tiempo, las redes pueden servir como canal para conseguir oportunidades laborales. La cantante y compositora Clara Lenger afirmó: “A través de ellas conectás con gente real, que de verdad te banca y espera tu material con ansias. A veces pueden colaborar a sentir cierta presión o ansiedad, pero si se las toma con calma pueden ser muy útiles”. “En la actualidad es mucho más accesible para los consumidores llegar a eso que antes solo se lograba a través de una discográfica, productor o representante”, explicó Cottet.

Foto: gentileza Clara Lenger.

MÚSICA Y PLATAFORMAS

La oferta de canales de consumo musical presenta cada vez mayor variedad y accesibilidad para los usuarios. Sin embargo, la música a través de plataformas de streaming, en las que está disponible casi todo el material existente en un dispositivo a precios bajos, tiene un lado B. “Las plataformas facilitan la existencia de artistas independientes que pueden sostenerse sin necesidad de trabajar con una discográfica o productora, pero sigue siendo un negocio rentable que necesita reproducciones, y en donde la mayoría de los artistas mainstream están firmados por alguna multinacional”, explicó Máximo Cantón.

Por otra parte, Lenger concordó en que pasa un tiempo muy largo hasta que se generan ganancias a través de las plataformas, si es que las hay. “Te puede conocer todo el mundo, pero si no sacás la plata de otro lado (acuerdos con marcas, shows en vivo, merchandising, entre otras), por lo general, el streaming no te la va a dar”, opinó.

Emprender en la música implica enfrentar obstáculos de gestión, económicos y organizativos. Según Cantón, la mayor complicación a la hora de compartir su trabajo es la difusión. “Producir música (grabar, mezclar, masterizar e incluso enviar a plataformas) hoy por hoy es bastante accesible. Debido a esto, hay mucha más oferta, y lograr reconocimiento en un mercado mega saturado es muy difícil”, explicó.

No es cierto que cualquiera pueda pegarla de un día para el otro. Le puede ir muy bien a algún contenido que subas, pero al día siguiente la gente se olvidó de quién sos”, aseguró Lenger. Si bien las herramientas de difusión masiva aparentan facilitar y acercar cada vez más la industria musical a muchos más artistas, aún queda un largo camino por recorrer para que la democratización de la producción y divulgación del arte sea transversal.

Edición: Eugenia Arribas y Leticia Arieta