Por S. Barragán y M. Arcapalo
“La guerra iniciada por la dictadura nos alejó de la cuestión Malvinas como reivindicación de la soberanía nacional”, señala Jerónimo Guerrero Iraola, autor del libro “Tecnologías de impunidad. Cómo la dictadura intentó ocultar los crímenes cometidos durante la Guerra de Malvinas” y abogado querellante en la causa contra 95 militares por torturas a soldados durante el conflicto armado.
Como intento fallido de la dictadura cívico-militar de perpetuarse en el poder, el también abogado considera que la guerra debe ser analizada como “una continuidad de la dictadura militar” instalada en el país el 24 de marzo de 1976. En esa línea, cita la “Carta de un escritor a la Junta Militar“, escrita en marzo de 1977 por Rodolfo Walsh, para señalar que el conflicto armado y la política económica del gobierno de facto fueron parte de “un plan sistemático de entrega de la soberanía nacional”.
En su carta abierta, Walsh había señalado que el plan del entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz era igual de grave que la sistemática desaparición forzada de personas. En ese contexto, recuerda Guerrero Iraola, el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri intentó abrir “una transición hacia un gobierno democrático para, una vez recuperadas las Malvinas, llamar a elecciones” y postularse como candidato, pero la derrota en Malvinas frustró su plan.
Admirador del periodista desaparecido y asesinado por la dictadura, Guerrero Iraola considera a la Carta a la Junta Militar como “una pieza brillante” porque “además de condenar los crímenes, condenó la política económica, a la que Walsh calificó de ‘plan sistemático de entrega de la soberanía’”. Malvinas fue “la continuación de ‘esa entrega de la soberanía’”.
Guerrero Iraola repasa las condiciones de las tropas argentinas en aquel momento: las Fuerzas Armadas “no estaban preparadas para una guerra, no hubo planificación táctica ni estratégica” para enfrentar a una potencia como Gran Bretaña. Sin embargo, un documento secreto desclasificado en los ’90, reveló que Galtieri, en una conversación con el fugaz gobernador militar en las islas, Mario Benjamín Menéndez, había calificado a la guerra como “un paseo” y que, en pocas semanas, las Fuerzas Armadas argentinas iban a terminar “gobernando en Malvinas”.
La realidad fue muy distinta. La improvisación fue tal que “los conscriptos fueron a la guerra sin ningún tipo de preparación”: “La clase 62 se había ido de baja (del Servicio Militar Obligatorio) en diciembre de 1981 y tuvo que ser reincorporada, mientras que la clase 63 no había terminando la instrucción. Por dar sólo un ejemplo, los trajes de camuflaje de los soldados fueron erróneos, ya que los mandaron con uniformes de un color que permitía reconocerlos a una larga distancia“.
Guerrero Iraola recuerda el Informe Rattenbach, elaborado por expertos de las Fuerzas Armadas luego de la contienda, donde se “calificó a la Guerra de Malvinas como una aventura militar”, y concluye: “Malvinas va más allá de la guerra. Hay que comprender esta dimensión para entender que la guerra nos alejó de Malvinas como una cuestión nacional de reivindicación de la soberanía“.