Por Agustín Lomez

Ariel Garbarz es ingeniero en electrónica y telecomunicaciones, especialista en seguridad informática y fake news dentro del ámbito político. Además, es perito consultor de la Justicia Federal, con participaciones destacadas en casos como el de la muerte del fiscal Alberto Nisman y la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado. Además, está al frente del seminario virtual “Batalla cultural y redes sociales”, con el objetivo de “mejorar nuestra militancia para no esperar que el gobierno resuelva todos los problemas del país”, donde, explica, “se generan debates sobre la defensa de la soberanía en comunicación, para que las empresas monopólicas no tomen el control de estos servicios”.

La irrupción más importante de las fake news fue en la campaña presidencial de Trump, en Estados Unidos, en 2016. ¿Qué resultados obtuvieron?
—El equipo de Trump contrató los servicios de la consultora especializada Cambridge Analytica, y junto a Facebook, que facilitó el acceso a 50 millones de usuarios, instalaron noticias falsas como “realidad virtual”. Posteriormente verificaron que un porcentaje de los votos que obtuvo se basaron en esta campaña sucia que disemina mentiras con una técnica que seduce a los usuarios porque el lenguaje de las redes suele ser más emocional que racional. Al ser las fake news una herramienta de colonización de la subjetividad de las masas, operan sobre redes sociales y fundamentalmente en los medios masivos de comunicación.

Hay países que a través de la legislación estatal intentan combatir a las noticias falsas.
—Sí, de hecho, en Europa y en Estados Unidos hay leyes que penalizan las campañas de mentiras que ponen en juego la gobernabilidad y el sistema democrático. Desde 2018, Francia castiga la manipulación de la información con multas y cárcel. Las comunicaciones deben estar reguladas, como toda la vida en democracia, a través de leyes votadas en el parlamento por nuestros representantes que digan cuáles son los límites. Porque si somos demócratas y pensamos que nuestros gobernantes tienen que ser elegidos por el voto popular, y ese sufragio está contaminado por las fake news, lo que tienen que hacer es combatirlas. 

El ex secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Beliz y el periodista Mauro Brissio presentaron este año proyectos de ley anti fake news para generar una mejor convivencia democrática que no esté atravesada por los discursos de odio. ¿Participaste en el desarrollo de alguna de estas iniciativas? —Trabajé junto a una diputada en uno de los proyectos, pero no pasó de comisión. De todas maneras, creo más en la potencia de una ley como la de Medios Audiovisuales promulgada en 2009 para que haya discursos contrahegemónicos, donde permanentemente tengas la posibilidad de contraponer la verdad a la mentira, y denunciar públicamente todas las expresiones violentas que vienen acompañadas de noticias falsas. Incluso hay reglas de Twitter en todo el mundo por las cuales si vos fomentás el odio, la violencia, o publicás datos privados de personas para escracharlas, te bloquean la cuenta.

A través de mentiras y calumnias, los trolls llevan a cabo operaciones en las redes como en las campañas de Macri y Bolsonaro. ¿En qué se diferencian de las personas que utilizan sus cuentas solo para expresarse políticamente?
—Hoy en día, sobre todo las derechas, dicen que los que utilizamos las redes sociales contra sus intereses somos trolls. Si tomamos esa definición, todos los millones de usuarios de WhatsApp que hacen comentarios políticos lo son. En realidad, somos cibermilitantes o ciberactivistas porque si la persona no difama y no miente, no es troll. También es importante aclarar que un troll es una persona de carne y hueso, a diferencia de los bots, que son computadoras.

Sos muy activo con la “cibermilitancia”, que consiste en realizar varias publicaciones sobre un tema de la coyuntura actual, por ejemplo, el lawfare contra Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cómo trabajás para obtener mayor visibilidad en un mundo digital integrado por millones de usuarios?
—Coordino grupos de WhatsApp en los que diariamente proponemos hashtags para Twitter con un límite de 24 caracteres. Se eligen democráticamente entre muchas propuestas y cuando surgen las más votadas aviso cuáles fueron y publicamos a una hora determinada. En general estamos dentro de las primeras diez tendencias políticas nacionales. No es una competencia, es para que circulen los tweets y después se filtren hacia Facebook o Instagram. Muchos programas de televisión y de radio luego mencionan y discuten esas propuestas, sobre todo cuando son interesantes, atractivas y tienen esa parte emocional tan importante en el lenguaje de las redes sociales. Creamos batallas que fundamentalmente son culturales, porque hay campañas en contra de las redes cuando las tildan de cloacas que terminan siendo funcionales a quienes las dominan. Hay que recordar que Twitter no es nacional y popular, es norteamericana, y es un campo de batalla que no se lo podemos dejar al enemigo.