Por Annie Haines y Tobías Szvetz    

Aspen es una radio que se caracteriza por pasar música de los 80, ¿qué efecto creés que genera?
—El público de Aspen es adulto, por lo que agita la memoria y les trae las vivencias de la época, llevadas al terreno de la música y que tiene que ver con todo tipo de situaciones de su juventud. A la hora de asimilar la música, la época dorada para una persona se centra en su adolescencia. El abanico se fue abriendo y se incorporaron temas de otras décadas que, sin apelar a la nostalgia y a la melancolía, forman parte de la columna vertebral. Hoy en día, muchas generaciones se sienten identificadas porque, más allá del momento en el que hayan vivido, esa época es tan fuerte que abarca a más de una. Fueron años en los que hubo diversos cambios tecnológicos y avances que hicieron que los artistas hayan podido desplegar su arte como nunca antes. Se implementaron los sintetizadores con los instrumentos de rock, los videoclip de la mano de MTV y una nueva estética.

Leo Rodríguez junto a la banda británica Keane.

¿Qué es lo que debe tener una radio para que sea popular?
—Coherencia, entidad, prestigio y la confianza de sus oyentes, que se logra con el tiempo, y la radio se convierte en esa amiga que acompaña. Tiene que seguir una línea, cautivar y no traicionar artísticamente, por lo que hay que estar atentos a la selección de los temas ya que son los que van a identificar a la audiencia. Cuando uno propone algo nuevo debe explicar por qué, ya que no tiene que ser del gusto del productor o musicalizador, sino del público.

¿Qué rol cumple la cultura argentina en la radio? ¿Por qué creés que acá es tan escuchada?
—Es fundamental porque estuvo en los momentos más importantes de los oyentes y de la historia del país, eso la mantiene vigente. Es un servicio inmediato, instantáneo y espontáneo en la urgencia, lo que no quiere decir que sea improvisado. Surgieron nuevas competencias porque aparecieron otros formatos, pero las personas siguen escuchándola y la verdad que nunca creí que Aspen iba a sobrevivir. La realidad es que la música que ponemos está en todos lados, pero nosotros vestimos a las canciones y esa marca es lo que atrae. Le queda mucho por recorrer, pero se ha adaptado a la modernización. Las redes nos permiten desplegar contenidos que no contaminan la programación.

¿Considerás que, en algún aspecto, la manera de hacer radio se modificó? ¿Tuviste que ir cambiando tus formas?
—Siempre me tuve que ir adaptando al compás de los tiempos, pero soy el mismo de cuando empecé. Antes, la radio era más formal, tenía una especie de disyuntiva interna sobre tutear o no al oyente y, a la hora de dar una noticia, era muy informativa, aunque ya no es más así. Creo que eso vino bien porque, poniéndome en el lugar del público, ayudó a que realmente sintiera que el conductor se comunica con él. La radio se fue argentinizando, lo que fomentó la chabacanería y se hizo un mal uso del lenguaje, pero es una minoría. Hay grandes profesionales que han acompañado correctamente el cambio. Hoy estoy en un lugar en el que observo a los pioneros de la radiofonía, pero también escuchando a los que innovan.

Impusiste un nuevo estilo de hacer radio, ya que los conductores no solían contextualizar las canciones, ¿por qué decidiste hacer algo que no se oía? 
—No sé si fui consciente de mi estilo, creo que fue el proceso el que me llevó a estar cómodo. Sin embargo, al principio era visto como una mosca blanca ya que no era normal contextualizar las canciones. Existían locutores que se adecuaban al formato, pero yo me salía de lo pautado y luego venían los directores a marcarme a dónde no debía ir, lo que me sirvió para llegar a la yugular de los temas. Desde que empecé a estudiar locución, no concebía que no dieran información de las bandas y discos que me moría por conocer, por lo que encontré un mundo para explorar.  A lo largo de los años me fui dando cuenta de que a los oyentes les gustaban las historias que comentaba acerca de cada single y, con el tiempo y la magnitud que fue consiguiendo Aspen, se construyó un estilo en particular. Me siento realizado con el contenido que puedo desplegar a partir de lo que cuento en el día a día y el rebote de la gente refleja que estamos haciendo las cosas bien.

¿Cómo tomaste la noticia de que, en las redes sociales, se popularizó el chiste de cuántas horas pasa Aspen sin poner África de Toto?
—No sé quién lleva adelante esa cuenta, pero es fantástica porque, lo que antes era una queja por pasar siempre la misma canción, se convirtió en una marca identitaria y festejada de la radio. La gran parte de los temas de Aspen tienen un justificativo: tienen buenos estribillos, arreglos, difusión, le gustan a la mayoría y esa es la marca de la segunda FM más escuchada del país. Me encanta que los jóvenes la sintonicen, la adapten a su época con los memes y, también, lo que hemos construido, ya que jamás me lo imaginé y significa que supimos escoger a los artistas que representan a las nuevas generaciones.