Por Agustín Lomez

Al ser víctima de las organizaciones coercitivas, estoy interesado en participar en toda actividad que sirva para evidenciarlas y erradicarlas”, afirma Alfonso Mani. Vive en la ciudad mexicana de Puebla, tiene 42 años y trabaja desde los 16 como músico. Actualmente integra el grupo pop Golden’s Project, pero seis años atrás, mientras atravesaba su divorcio, fue cooptado por una de las tantas organizaciones coercitivas, conocidas como sectas, de la disciplina coaching. Le prometieron aumentar su desarrollo personal, laboral y económico con el aprendizaje de técnicas de persuasión en cursos y entrenamientos.

Entré y salí ese mismo año, fue un período corto pero muy intenso”, recuerda Mani, que al salir comenzó una etapa de reconstrucción personal que implicó contactar a todos los familiares y amigos que había involucrado para alejarlos de las estafas que propiciaba ese movimiento: “Tengo la fortuna de que la mayoría de los que acudieron a mí en ese momento y me brindaron su confianza siguen relacionándose conmigo. Les hice saber que todo eso estuvo mal”. También difundió su experiencia en diversas notas que se publicaron en medios de México y Argentina con el objetivo de evitar que las organizaciones coercitivas se sigan propagando.

En los últimos años, movimientos como el NoFap, que propone la abstinencia de toda actividad sexual, y grupos como la Escuela de Yoga de Buenos Aires (desbaratada en agosto por trata de personas) comenzaron a tener más lugar en los medios y redes sociales. ¿A qué se debe este fenómeno?
-Porque son producto de la ideología New Age que tiene su origen en el siglo pasado. No sé si es solo una cuestión de sesgo personal, pero los veo en todos lados y en cada charla que tengo sale algo relacionado con estas ideas. El jefe de mi banda dice: “A mí no me importa el coaching, no tengo nada que ver con eso”. Sin embargo, diez minutos después me habla de abundancia, porque las creencias sectarias también se propagan como un virus con el uso de las Flores de Bach, el reiki o la ayahuasca. Es una permeabilización que sinceramente me da miedo. Me pregunto qué tan mal estamos para no tener otra opción que buscar promesas vacías sobre un futuro estable económico y emocionalmente. Esperamos estos paliativos porque no alcanzamos ese objetivo. Vi una conferencia del NoFap, y no la juzgo como iniciativa porque cada uno prueba y tiene sus inclinaciones. Pero de repente hacen comentarios sectarios y pierden toda característica positiva que podría encontrar.

La Escuela de Yoga de Buenos Aires fue desbaratada en agosto.

Lo que pasa con el coaching es que es más cuidadoso en su forma de promocionarse y menos evidente con su objetivo económico real. Por ejemplo, está muy relacionado con el liderazgo laboral, a diferencia de las sectas espirituales o religiosas.
-Lo peligroso es que el coaching es un Frankenstein, debido a que toma diferentes elementos de doctrinas filosóficas y espirituales y les genera un nuevo sentido mediante adecuaciones lingüísticas. Los líderes hablan correctamente y hasta resuelven muchos problemas de relaciones humanas. En algunos momentos suena atinado porque aparenta ser verificable y verídico, pero en última instancia es un artilugio para que los referentes consigan dinero estafando a sus seguidores. Yo estaba completamente enganchado y entré a las certificaciones para convertirme en coach. No llegué a ejercer como facilitador, pero realicé intervenciones de uno a uno. Afortunadamente, tiendo a ser intenso con las cosas que me llaman la atención, gracias a eso, pude salir.

-¿Qué pasó para que salieras?
-En una de las certificaciones, absurdamente llamada Coaching Ontológico, apelaban a filósofos. Al escuchar nombres como Nietzsche o Heidegger, empecé a buscar y me di cuenta de que sus pensamientos y obras no tenían nada que ver con los planteos del grupo. Aunque también es resultado de la política de los movimientos neoliberales y libertarios, porque la mayoría de las personas que viven en mi país son vulnerables a estos discursos por la falta de empleo e información. Tienen problemas económicos y les prometen algo mejor para superarse con salidas “fáciles”, escandalosas y casi telenovelescas. Son tipos que en apariencia saben de lo que hablan, pero no podés creer que sea cierto cuando se despeinan y empiezan a gritar.

Alfonso Mani.

Incluso Freud, en “Psicología de las masas y análisis del yo”, dice que la subjetividad de una persona es eliminada para ser reemplazada por una idea colectiva. Al ingresar a estos grupos, la conciencia individual también se modifica por una construcción conjunta y vertical que impone una serie de ideas que no podés cuestionar debido a la coerción.
-Totalmente. En mi experiencia durante el entrenamiento de tres niveles, atacaban por dos lados: primero te sumergían en una idea grupal y después en el hiperindividualismo. Pero no pasa solamente en el coaching, es una característica de un mundo capitalista que junta las demandas del Superyó con las del Ello. Tus instintos más básicos pierden ese tope con la creencia de que lo que desees es posible por el voluntarismo y las ganas de querer superarse “dignamente”. Pero no hay manera de cuestionarlo estando involucrado, dadas las condiciones en las que se llevan a cabo los entrenamientos.

¿Cómo son esas condiciones?
-Por ejemplo, te citan después de que trabajaste todo el día, en lugares inhumanos y fríos por el aire acondicionado. Las técnicas de coerción parten de un concepto al que denominan “utilizar a la sala”: vos no tenés que hacer nada, porque al que se le ocurre plantear un desacuerdo se le echa encima toda la gente.

¿Tu relación con la música ocupó un lugar relevante para abandonar la organización?
La música me recibió con los brazos abiertos para salir de lo que estaba viviendo. En ese momento sentí que tenía una oportunidad y se la pedí simbólicamente a la música porque la había dejado atrás para dedicarme al coaching. Sé que es muy subjetivo, pero estoy agradecido con la música porque nos permite ser humanos. El arte va a estar para nosotros, para reconstruirnos, porque terminaremos siendo “tekne”, como decían los griegos: emociones y pensamientos a través de la emulación de la naturaleza.