Por Camila Mitre

La presidenta de Grecia, Katerina Sakelaropulu, firmó un decreto para anular los resultados en los comicios legislativos del pasado 21 de mayo, que se repetirán el 25 de junio. A pesar de que el partido conservador Nueva Democracia (ND), encabezado por el actual primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, obtuvo el 40 por ciento de los votos, no pudo asegurar una mayoría absoluta para el recambio de 300 escaños en el Consejo de los Helenos. La crisis política y económica que azota al país no es historia nueva: desde 2010 la deuda pública y el déficit fiscal descontrolado comenzaron a marcar un camino cíclico de tragedias. 

George Papandreou, del Partido Socialista Panhelénico (PASOK), gobernó entre 2009 y 2011, fue el primer responsable de solicitar rescate financiero a los tres organismos que hoy son los principales acreedores de la deuda griega: la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. En 2010, la deuda pública de Grecia era de 300 mil millones de euros. Este alto nivel de endeudamiento fue uno de los factores principales que condujeron a la crisis en el país y tuvo un impacto significativo no sólo en su propia economía, sino en la eurozona en su conjunto. El segundo programa de reestructuración fue firmado por Lucas Papademos, de la coalición Gobierno de Unidad Nacional, que gobernó entre 2011 y 2012. Para 2012 y con la asunción de un nuevo primer ministro, Antonis Samaras de ND, se implementaron medidas de austeridad y reformas económicas en línea con los programas de rescate. La deuda pública ya había ascendido a 304 mil millones de euros y representaba aproximadamente el 156 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país.

Syriza, la Coalisión de la Izquierda Radical, ganó las elecciones de 2015 surfeando una ola de luchas de masas de trabajadores y estratos populares empobrecidos contra las draconianas medidas de austeridad impuestas por la troika de acreedores internacionales. El gobierno de Alexis Tsipras buscó renegociar los términos del rescate financiero y la deuda griega principalmente con la UE y el FMI. Estas negociaciones fueron tensas y se centraron en reformas financieras estructurales, como imponer controles en los retiros de efectivo y transferencias bancarias para evitar una fuga masiva de capitales. Ante la falta de acuerdo, Syriza convocó a un referéndum en el que los ciudadanos griegos debían decidir si aceptaban o rechazaban las condiciones de los prestamistas. La mayoría votó en contra, lo que generó incertidumbre en la eurozona. 

A pesar de la retórica anti-austeridad de Syriza, la toma de medidas como el restablecimiento de salarios y pensiones recortados, la restitución de empleados públicos despedidos; la implementación de subsidios de vivienda, programas de alimentación para escolares y atención médica gratuita para los desempleados sin seguro de salud no fueron suficientes para rescatar al país de la crisis. El gobierno se vio obligado a implementar una serie de reformas para asegurar la continuidad del apoyo financiero internacional. Estas medidas incluyeron, nuevamente, recortes en el gasto público, cambios en el sistema de pensiones y aumentos de impuestos. Tras la firma de un nuevo programa de rescate en 2015, el gobierno de Syriza perdió su mayoría parlamentaria y se convocaron elecciones anticipadas en septiembre del mismo año. A pesar de la pérdida de escaños, Syriza volvió a formar gobierno en coalición con el partido nacionalista Griegos Independientes. 

Para finales de su mandato en 2019, el endeudamiento público representaba el 176 por ciento del PIB. Esto terminó con una nueva victoria del actual gobierno conservador de Nueva Democracia. Savvas Michael-Matsas, economista y profesor griego, líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores (EEK), sentenció: “La Nueva Democracia derechista había prometido a una sociedad griega profundamente traumatizada por muchos años de devastación económica social, una estabilidad incierta. Se trata de un gobierno totalmente apoyado por la UE, Estados Unidos y  la OTAN, así como por el capital extranjero y griego anunciando nuevas inversiones (principalmente en turismo e inmobiliario), mientras que Syriza no tenía nada que ofrecer más que incertidumbre e inestabilidad en el marco de un sistema en bancarrota”. 

En las elecciones parlamentarias de julio de 2019, con una cifra mayor de votantes, Nueva Democracia ganó por sólo 150 mil votos más, mientras que Syriza perdió alrededor de 600 mil, en parte frente al PASOK y al Partido Comunista (KKE), una pequeña parte frente a partidos políticos más pequeños y a un gran sector de abstención y voto en blanco. Sin embargo, el camino tampoco fue fácil. El Directorio Ejecutivo del FMI aprobó en diciembre de 2021 un quinto y último tramo de alivio del servicio de la deuda en el marco del Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes (FFACC) a favor de 25 países miembros, incluyendo a Grecia. A partir de ese momento, la deuda pública ascendió a 353 mil millones de euros, el 177 por ciento del PIB. También aumentaron el desempleo y la pobreza, que se situaron en el 11,2 por ciento y 19,6 por ciento respectivamente -un promedio de dos puntos porcentuales más que el año anterior. 

La actual victoria electoral de Nueva Democracia no es una proyección mecánica lineal de una sociedad en profundo descontento. El malestar se expresó en los últimos años por un creciente movimiento de luchas y movilizaciones sociales, contra la creciente brutalidad policial y la opresión del Estado, los embargos de viviendas por hipotecas bancarias, el aumento de los salarios contra el aumento de la inflación y el costo de vida. La movilización más reciente, en abril de 2023, reunió a 2,7 millones de personas en diferentes ciudades. Esta protesta se dio en el marco del desastre ferroviario que provocó la colisión de dos trenes que circulaban entre Atenas y Tesalónica, que dejó un saldo de 57 muertos, debido a la precarización de los servicios privatizados. Este nuevo radicalismo en ascenso no encontró ninguna solución alternativa política creíble a la crisis del poder.

“El duro período de ajuste que le tocó a Syriza parece prevalecer en la memoria de los griegos. ND ha vuelto a los niveles de apoyo que tuvo desde el regreso a la democracia, en 1974, hasta su hundimiento en las elecciones de 2012, en medio de la crisis que llevó a Grecia a quedar bajo supervisión de la troika. De los dos partidos que conformaban hasta ese año el fuerte bipartidismo griego, el único que se recupera es ND, mientras el PASOK queda como tercera fuerza -aunque en recuperación- y Syriza no logra reemplazarlo. La izquierda dividida le facilita llegar a la mayoría parlamentaria a los conservadores con sólo el 40% de los votos”, afirmó Gabriel Puricelli, sociólogo, especialista en política internacional y activista por los derechos humanos.